Los embates de Trump y las dificultades para resistirlos

Olga Pellicer

La llegada de Trump por segunda vez a la presidencia de Estados Unidos representa un punto de transición en la vida política de Estados Unidos que repercutirá  en todo el mundo y, desde luego, en México.

El triunfo arrollador de Trump  al ganar el voto popular, mayoría en las dos Cámaras del Congreso, apoyo de sectores que otrora eran pro partido demócrata  (afroamericanos  y grupos latinos) nos hablan de un Trump con un poder y capacidad de acción mayor al que tuvo en su primer periodo en la Casa Blanca.

A la situación anterior cabe añadir el franco debilitamiento del Partido Demócrata, cuya imagen quedó muy dañada por el comportamiento de Biden en los últimos meses de su mandato y las enormes diferencias que han surgido a su interior respecto de su distanciamiento de las clases trabajadoras, muchas de las cuales emigraron hacia el Partido Republicano.

Lo ocurrido es inquietante al pensar en el futuro. Se sabe que Trump no puede reelegirse, pero se avizoran ya las figuras republicanas, miembros del   compacto grupo que se ha aglutinado en torno de él, listas a entrar a la lucha electoral por la presidencia en 2028.

Es posible, pues, la permanencia de lo que ya se conoce como trumpismo  en la  Casa Blanca, quizá por varios años, perspectiva grave  por las características del proyecto que los acompaña, tanto para las relaciones internacionales como para la vida política y económica interna de Estados Unidos.

 Sus demanda sobre nuevos territorios como Groenlandia, sus reclamos sobre el Canal de Panamá,  su influencia para determinar las condiciones con las  que se desea poner fin a la guerra en Ucrania, su abandono de normas y procedimientos establecidos en los tratados internacionales, sus posiciones en materia de energías fósiles y, en general, su disposición de atropellar y faltar el respeto a derechos y valores mantenidos por la mayoría de miembros de la comunidad internacional auguran momentos de turbulencias, inestabilidad  e incertidumbre en los próximos tiempos.

Tal es el contexto en que se insertan las complejas relaciones entre México y  Estados Unidos en la nueva era de Trump. Se trata de relaciones que tienen una indudable importancia para la gran potencia por tratarse del país con quien comparte una larga frontera, su  mayor  socio comercial con quien lleva a cabo,  conjuntamente, actividades industriales entre las que destaca, por sólo dar un ejemplo, el vigoroso sector automotriz.

Finalmente, de donde proceden trabajadores migrantes que, según la versión de Trump, han “invadido” el territorio de Estados Unidos; según una versión  más aproximada a la realidad, son trabajadores que mucho contribuyen al funcionamiento de importantes sectores de la economía estadunidense.

Migrantes. Fuerza laboral para EU. Foto: Chris O’Meara / AP

El dilema de cómo interpretar correctamente el significado de  la migración desde la frontera sur de Estados Unidos es hoy un tema central para el futuro de la paz y la estabilidad en las relaciones entre México y  Estados Unidos. No pasa desapercibido que los primeros párrafos del discurso de toma de posesión del presidente Trump y sus primeros decretos ejecutivos firmados se refirieran al tema de la migración y el control de la frontera sur. 

Las medidas adoptadas los dos primeros días son muy agresivas hacia México.  En primer lugar, al incrementar el papel del ejército solicitando al Departamento de Defensa un plan para “sellar la frontera y mantener la soberanía, integridad territorial, y la seguridad de los Estados Unidos repeliendo formas de invasión incluyendo migración masiva ilegal…” 

Dentro de ese orden de cosas, se han suspendido los programas puestos en marcha por Biden que habían otorgado cita a solicitantes de asilo, dejando materialmente en el limbo a 30 mil personas que esperaban acudir a la misma, se ha informado que se reinstala el programa “Quédate en México” acordado con México en 2018, sin saber si la presidenta Sheinbaum está dispuesta a renovarlo; se ha reiterado la decisión de llevar a cabo las deportaciones masivas “más grandes de la historia”, se niega el derecho a la ciudadanía a hijos de migrantes indocumentados nacidos en Estados Unidos, se desconoce el programa DACA, etcétera, etcétera.

Tales medidas serán difíciles de implementar por motivos legales y de logística. Por ejemplo, la decisión de no otorgar la ciudadanía a los hijos de migrantes indocumentados nacidos en Estados Unidos va contra una enmienda constitucional aprobada hace más de 150 años.

Asimismo la decisión de no otorgar asilo va contra el derecho de asilo que constituye una  parte importante del derecho internacional contemporáneo.

El proyecto de deportación masiva que podría alcanzar a cuatro millones de trabajadores carece de los elementos para determinar cómo, cuándo y quienes serán detenidos.

Han circulado informaciones sobre un programa que se iniciaría en Chicago en el que participarían cientos de agentes de la patrulla fronteriza. Difícil saber si tales redadas pueden repetirse por todo el territorio estadunidense donde residen migrantes.

Las deportaciones con Trump. Foto: Gregory Bull / AP

Como golpe mediático, de entrada, era de esperarse que Trump se pronunciara en favor de medidas agresivas contra los migrantes. Sin embargo, otros factores, entre los que se encuentra el interés de numerosos empresarios agrícolas o en sectores de la construcción, pronto presionarán para que permanezcan esos trabajadores tan necesarios para el funcionamiento de la economía estadunidense y cuyas remesas contribuyen tanto al  bienestar de numerosas familias mexicanas.

En una situación ideal, lo deseable sería proceder, cuanto antes, a la búsqueda de un Acuerdo Migratorio entre México y Estados Unidos redactado por un grupo binacional de expertos (hay muy buenos conocedores del tema de migración dentro de los sectores académicos de ambos países) que fuera  a presentar a los gobiernos para ser la base de una negociación.

Es muy poco probable que se haga. En Estados Unidos no hay voluntad alguna de tomar en cuenta las voces de grupos ajenos al círculo de leales más cercano a Trump. En México, el Instituto Nacional de Migración, dependiente de la Secretaría de Gobernación, se conoce por su poco profesionalismo, escasa información y maltrato a los migrantes.

Hacer posible un acuerdo es el gran reto en el futuro para los diplomáticos, los académicos y, ante todo, los migrantes mismos que tienen fuertes lazos de solidaridad y formas de organización que no se toman en cuenta cuando se habla de sus problemas y su destino.

Con información de Proceso

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