La Pax Mercantilista y el dilema de México frente a Trump
Isabel Studer
La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos implica un cambio normativo en el funcionamiento del gobierno estadounidense. La ausencia de pesos y contrapesos efectivos ha derivado en un poder desmedido en la Casa Blanca, reflejado en un alud de órdenes ejecutivas y en amenazas expansionistas que buscan recuperar el canal de Panamá, comprar Groenlandia e incluso anexar a Canadá. Estos movimientos evidencian un punto de quiebre en las normas tradicionales de comportamiento de la potencia hegemónica mundial.
La Pax Americana no solo representaba la estabilidad impuesta por su poder económico y militar, sino también la promoción del libre comercio, la democracia liberal y la expansión del capitalismo como modelo de desarrollo. Sin embargo, la pérdida de su ventaja competitiva ha llevado a un giro proteccionista que contradice su histórica promoción del libre comercio.
En este contexto, la imposición de aranceles del 25% a Canadá y México, sus socios geográficos, representa un cambio paradigmático en la política comercial estadounidense. El único antecedente similar se remonta a la década de 1930 con la Smoot-Hawley Act, que contribuyó a la profundización de la Gran Depresión.
Esta medida revela el desprecio de Trump por las normas tradicionales de la hegemonía estadounidense, en las que el libre comercio otorgaba ventajas competitivas a las empresas estadounidenses. Hoy, el acceso privilegiado al mercado estadounidense sirve como herramienta para obtener concesiones en sus prioridades políticas, como la migración y el combate al narcotráfico.
Para México, esta nueva realidad supone una amenaza crítica. Su dependencia del acceso al mercado estadounidense es enorme, al igual que su necesidad de insumos clave para mantener la competitividad de industrias estratégicas como la automotriz y la de cómputo. En sectores donde no existe una integración profunda de la producción regional, como el energético, la situación es aún más delicada. México importa cerca del 70% de su gas, gasolina y diésel desde Estados Unidos, lo que hace inviable una respuesta con aranceles sin afectar gravemente su propio mercado.
El impacto de los aranceles también se reflejaría en la agroindustria, particularmente en el maíz, del cual México es altamente dependiente de Estados Unidos. En 2023, las importaciones de maíz estadounidense alcanzaron los 3,502 millones de dólares, representando un insumo clave para la producción de carne y otros alimentos procesados. Esto a pesar de las disputas sobre maíz transgénico y el bajo costo de las importaciones.
Los aliados comerciales de México, como Texas, Nuevo México, Arizona, California, Michigan y Louisiana, jugarán un papel clave en las negociaciones, dado su interés en mantener el comercio fluido con México. Estos estados dependen en gran medida de las exportaciones a México, especialmente en sectores como el agrícola, automotriz y manufacturero.
Texas y Arizona, de fuerte inclinación republicana, podrían ser los más afectados, ya que sus economías están estrechamente ligadas al comercio con México. Michigan, con su industria automotriz, es un estado pendular que ha alternado su apoyo entre demócratas y republicanos en las elecciones presidenciales. Louisiana, por su parte, es un bastión republicano con una economía dependiente del sector petroquímico.
Si México respondiera con medidas comerciales, se generaría un impacto negativo en empleos y producción en estos estados. Sin embargo, dado los altos niveles de integración de las cadenas de suministro en América del Norte, la represalia de aranceles también repercutiría en el precio de insumos esenciales para la producción en México y la re-exportación de productos terminados a Estados Unidos, afectando la competitividad de las industrias integradas, como la automotriz y la de cómputo.
La combinación de un bajo crecimiento económico, una dependencia estructural de Estados Unidos y una crisis energética debilita aún más la capacidad de respuesta del gobierno mexicano. Además, al vincular los temas económicos con la migración y el fentanilo, Trump refuerza su capacidad de presión sobre México, dejando al país con pocas opciones.
En esta nueva Pax Mercantilista, a México no le queda más que insistir en la vía diplomática y buscar mecanismos de cooperación reforzada con Estados Unidos en materia migratoria y de combate al tráfico de fentanilo. La estrategia debe centrarse en minimizar daños y evitar una escalada de represalias comerciales que solo profundizarían la crisis. La historia ha demostrado que las guerras comerciales tienen consecuencias impredecibles y, en este caso, México está en clara desventaja ante una potencia que impone nuevas reglas en el juego económico global.
Con información de Expansión Política