Los 100 días de Trump y el unilateralismo agresivo de EU

Anibal García Fernández

Del 20 de enero al 29 de abril –con 142 órdenes ejecutivas firmadas y la aplicación de políticas arancelarias al margen de la ley–, la administración de Donald Trump ha administrado el declive hegemónico de Estados Unidos. En estos 100 días ha puesto al mundo a la expectativa de sus decisiones. Contrario a lo que suelen decir algunos analistas, ciertos expertos y una gran cantidad de medios, Trump no es sólo un simple “brabucón”, detrás de él está una fracción del capital que pugna por políticas contrarias al globalismo, pero que intenta posicionar a Estados Unidos mediante el programa America First y el control geopolítico de océanos, mares, rutas comerciales y recursos

En la administración de Donald Trump –tal como ocurrió con su gobierno anterior–, hay una brecha importante entre las declaraciones del republicano y lo que termina realmente sucediendo. Ejemplo de ello son, desde luego, las sanciones económicas –expresadas en los aranceles– que un día anuncia, otro día impone, al siguiente elimina o matiza. La política de sanciones económicas es una amplia estrategia de reposicionamiento comercial en el mundo, ante el avance de China, principalmente, pero también de otros países como Alemania, Países Bajos, Japón, Italia, Corea del Sur. México aparece en la posición nueve de las principales economías del mundo.

Respecto del comercio, otras directrices del gobierno de Trump implican que los Departamentos del Tesoro, del Comercio y el Consejo Superior de Comercio y Manufactura realizarán una revisión de cualquier práctica desleal de otros países. A la par, se inició el proceso de consulta pública para revisar el T-MEC y evaluar su impacto –tras cinco años de vigencia– en los trabajadores, agricultores, ganaderos y proveedores de servicios de Estados Unidos.

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Como en la administración anterior de Trump, la apuesta no es por los grandes acuerdos comerciales, sino más bien por la identificación de países con los cuales se pueden negociar acuerdos bilaterales o sectoriales, así como la revisión de los ya firmados. Ello apunta a una veintena de países, entre ellos, varios latinocaribeños, como Panamá, Colombia, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Honduras, República Dominicana y México, claramente.

La imposición de sanciones económicas (aranceles) al mundo excluyó a la punta de lanza de la estrategia geoeconómica: el T-MEC. Primero impuso aranceles diferenciados para varios países en donde se nota la intención de reducir el déficit comercial. Aunque a varios les impuso un arancel base del 10 por ciento, el objetivo de dicha política era China, país al que le dejó un arancel del 125 por ciento. La respuesta de Pekín fue proporcional: en abril impuso la misma tasa arancelaria.

Foto: White House

Esa guerra comercial no es nueva: inició con Trump en 2017, pero fue continuada por Biden en 2021, e incluyó estrategias de seguridad nacional, de defensa nacional e incluso estrategias sectoriales como las del Comando Sur, que se centraron en mencionar que China era el primer rival y problema de seguridad nacional. Así como las preocupaciones del gobierno estadunidense por la ampliación de su presencia –comercial y en materia de seguridad– en América Latina y el Caribe.

De hecho, esa política continúa en 2025. En mayo, el secretario de Estado Marco Rubio se reunió con los países del Caribe Oriental y las Bahamas para actualizar la Iniciativa de Seguridad de la Cuenca del Caribe. Los temas abordados fueron: seguridad fronteriza, migración, y trasiego ilegal de armas y drogas. Pero también instó a los países del Caribe a “tomar decisiones responsables y transparentes a la hora de seleccionar proveedores y contratistas para proyectos de infraestructura crítica, para garantizar que no sean vulnerables a riesgos de privacidad y seguridad ni a la explotación por parte de actores maliciosos como el Partido Comunista Chino”.[2]

A 100 días de iniciado el segundo mandato de Trump, el uso de la IEEPA, la Ley de Poderes Económicos fue usada por primera vez para imponer aranceles y ya tiene algunas demandas en contra de una docena de estados de EU que se opusieron: Oregon, Arizona, Colorado, Connecticut, Delaware, Illinois, Maine, Minnesota, Nevada, Nuevo México, Nueva York y Vermont. La batalla legal será otro frente interno abierto para el presidente.

Unilateralismo vs multilateralismo

Nihil novum sub sole (nada nuevo bajo el sol). Así como en 2017 varios medios de comunicación y analistas hablaron sobre la guerra comercial con China, y se alarmaron por la salida de Estados Unidos de varias organizaciones multilaterales y acuerdos, hoy –tras la administración de Joe Biden que incorporó a EU a dichos acuerdos– vuelve a hacer lo mismo: sale del Acuerdo de París (no sólo porque niega el cambio climático, sino porque los expertos detrás de Trump se apegan a la teoría del déficit solar); salió de la Organización Mundial de la Salud; retiró a EU del Consejo de las Naciones Unidas de Derechos Humanos y, como en 2018, vuelve a criticar a la Organización Mundial del Comercio por no hacer nada frente a China.

Por otro lado, critica la guerra en Ucrania y, tras varias reuniones con representantes ucranianos, así como de la OTAN y Rusia, Trump declaró que [Vladimir Putin] “deje de disparar, se siente y firme un acuerdo”. Uno de los planes de EU es que Rusia conserve la mayor parte de los territorios conquistados en Ucrania, preponderantemente la estratégica isla de Crimea.

Según una investigación de la Rand Corporation –cercana al Departamento de Defensa de Estados Unidos–, desde 2022 y hasta 2025 se han perdido 150 mil millones de dólares sólo en infraestructura física en Ucrania. Además, se han congelado 300 mil millones en activos rusos que no está claro si podrán ser usados. La misma Rand –al retomar una investigación de la Escuela de Economía de Kiev– adelantó una cifra para la reconstrucción: 750 mil millones de dólares para edificios, plantas de energía, estado de derecho, fabricación de vehículos eléctricos. De ese tamaño será el negocio al que se suma el acuerdo firmado en el que Ucrania pone a disposición de EU los minerales disponibles: oro, cobre, litio, uranio, grafito, titanio.[3]

El doctor Fernando Buen Abad mencionó en Contralínea que además de la destrucción de la infraestructura, la guerra implica la destrucción del valor de la clase trabajadora ucraniana que, tras la guerra, aceptará condiciones deplorables de trabajo. Por lo que el plan de reconstrucción y la urgencia del fin de la guerra puede ser interpretada como una necesidad económica y estratégica de controlar y explotar la gran cantidad de recursos y mano de obra disponible en Ucrania. Mano de obra y materias primas controladas por EU y sus empresas.

Aunque también, de confirmarse que Rusia se quede con la región del Donbas, supondría el control de carbón, gas y petróleo con un valor estimado de 12.5 mil millones de dólares, prácticamente la mitad del valor de lo recursos minerales y energéticos disputados.

Foto: White House

Ante la guerra en Ucrania, como en el genocidio en Gaza, la continuidad de administraciones demócratas y republicanas se expresa en asistencia militar, armamentista, pero también la inoperancia de instancias multilaterales como la ONU, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que poco o nada han hecho para buscar la paz y detener el genocidio y la guerra.

En vez de resolver los conflictos por la vía de la intermediación de organizaciones multilaterales, al apelar el derecho internacional, Trump aplica el unilateralismo agresivo (como definió el doctor John Saxe Fernández), amenazando al mundo con sanciones económicas, saliendo de organizaciones multilaterales, firmando acuerdos lesivos para otros países, repartiendo y apropiándose de recursos estratégicos y definiendo a los migrantes como sujetos narco-terroristas.

Ligado a la guerra en Ucrania es importante recordar que en 2014 tras el denominado Euromaidan (golpe de Estado en Ucrania promocionado por la NED y la Atlas Network), el objetivo geoestratégico era energético. Ese es otro de los grandes rubros de la estrategia de reposicionamiento estadunidense con Trump: la energía.

Energía, estrategia de largo plazo

Muchos analistas y algunos expertos suelen presentar a Donald Trump –y a Estados Unidos– como un simple brabucón sin estrategia ni visión de largo plazo. Es un error. Si se revisa la estrategia del republicano en su primera administración como en esta, se encuentran más líneas de continuidad, incluso con las administraciones demócratas de Obama y Biden, así como de Bush. Estamos hablando de más de 20 años de una estrategia energética y de apertura de mercados, sea por la vía de tratados comerciales o por la diplomacia de fuerza con golpes de Estado.

En primer lugar, desde 2010, Estados Unidos incrementó enormemente su producción de petróleo y gas hasta convertirse en el primer productor internacional. En 2024 promedió una producción de 13.2 millones de barriles diarios, según datos de la EIA. En el caso del gas, la producción promedio en 2024 fue de 113 mil millones de pies cúbicos por día, siendo la región de los Apalaches y el Pérmico las más relevantes. Hoy Estados Unidos es el principal productor de petróleo, por encima incluso de Arabia Saudita o Rusia y con ello cambia la posición geopolítica de Estados Unidos, al dejar de ser un importador y exportar.

Aunado al aumento de la producción existen varias estrategias que, en su conjunto, pueden ser vistas como un amplio proceso de reposicionamiento estadunidense a partir del control de la energía, tanto de su producción, como de mercados y, por lo tanto, de territorios y mares. Las principales estrategias son: Camino hacia la prosperidad de las Américas (2008); Connecting the Americas 2022 (2012); Cooperación EE.UU.- Australia (2016); Formalizar la estrategia Indo-Pacífico (2019); US-Caribbean Strategy (2020); Formalizar el AUKUS con Australia, Gran Bretaña (2021); Estrategia de Protección Energética con Europa (2021).

A estas estrategias se suman varios procesos de golpes de Estado, guerras y apertura de mercados: Guerras de colores en el norte de África y Siria (desde 2011); promover la reforma energética en México (2014); promover el golpe de Estado en Ucrania (2014); promover el cambio de régimen en Brasil (2016). Vender Petrobras; salida de Ecuador de la OPEP y liberalización de precio de gasolinas con apoyo del FMI (2019).

Ahora con la segunda administración de Trump se suma la creación del Consejo Nacional de Dominio Energético que tiene como objetivo “asesorar al presidente Trump sobre estrategias para lograr el dominio energético mediante la mejora de los procesos de permisos, producción, generación, distribución, regulación y transporte en todas las formas de energía estadounidense”.

En esta estrategia también sale a relucir la dependencia mineral de recursos chinos pues desde hace un par de años, China puso restricciones a la exportación a EU de germanio, galio y antimonio, minerales estratégicos para la transición energética, pero también para la industria manufacturera, principalmente el complejo militar-industrial, el sector automotriz.

Reposicionamiento geopolítico vía America First

El Departamento de Estado sintetizó los principales logros del gobierno de Donald Trump:

  1. Cumplir una política exterior de “America First

Incluye la reorganización del Departamento de Estado. Destaca la reorientación de la asistencia exterior con la reorganización de la USAID, proceso al que se suma la centralización de la asistencia en el mismo Departamento de Estado. Además “disuadir la presencia de China en la Región”, en la que sobresale, el abandono de Panamá de la estrategia de la Franja y la Ruta. En la reorganización también se canceló el Centro de lucha contra la manipulación e interferencia de información extranjera; R-FIMI que costaba más de 50 millones de dólares. En términos militares, incluye la simplificación de la cooperación militar y fortalecer cadenas de suministro estadunidense para dinamizar el complejo militar-industrial.

  • Asegurar relaciones comerciales económicamente justas

Pactos de seguridad y comercio con Canadá y México vinculados a la incautación de fentanilo y migración. Se aseguran –como en 2020 frente a la pandemia– las cadenas de suministro de minerales críticos. De hecho, hay una estrategia de minerales implementada por el Departamento de Energía desde la primera administración Trump desde 2020.

  1. Restaurar el liderazgo de EE. UU.

En este rubro se incluye la promoción de exportaciones de gas, petróleo y carbón. Asegurar la soberanía de Guyana y Surinam para desarrollar el potencial energético. Fortalecimiento de inversiones en tecnologías de defensa, energía e infraestructura para la siguiente década en Emiratos Arabes Unidos y Arabia Saudita. Asegurar la infraestructura 5G y detener el avance de China en el mundo. Recuperar el dominio de energía nuclear en el que se incluyó a El Salvador.

  1. Frenar la inmigración ilegal y el fentanilo, asegurando las fronteras de Estados Unidos

Declarar a cárteles del narcotráfico como organizaciones terroristas internacionales. Detener la migración con acuerdos bilaterales o de forma unilateral y ampliando las sanciones a grupos delincuenciales. Ampliar la cooperación internacional para detener el flujo de fentanilo.

  1. Combatir a nuestros adversarios

Sanciones a China por acciones en contra del Tíbet, así como el gobierno venezolano revocando licencias petroleras; estrategia similar con Irán. Aumentar la alianza del Indo-Pacífico. Contrarrestar amenazas cibernéticas y continuar la máxima presión contra Cuba y Nicaragua.

  1. Promover una paz duradera

Promover la paz mediante el aumento del gasto en defensa que es aumentar el complejo militar-industrial. Ello implica el aumento de defensa de la OTAN del 2 al 5 por ciento del PIB. Acuerdo con Ucrania para concluir la guerra que es expresión del reparto de los recursos del país. A pesar del discurso de promoción de paz en Gaza, lo que se observa es la continuación del genocidio.

Geopolítica de los océanos y los estrechos

Desde que entró Donald Trump a la presidencia, mencionó recuperar el Canal de Panamá y comprar Groenlandia. Las declaraciones expresan una tendencia geopolítica en la que los principales estrechos y canales del mundo (Panamá, Ormuz, Malaga, Bosforo y Dardanelos), así como los pasos interoceánicos están en disputa.

Además, está la disputa de los polos. La intención de la compra de Groenlandia expresa el interés por el polo norte y cortar una ruta que comenzó a ser explorada por Rusia, que tiene una flota con amplias capacidades militares. En ese sentido, en 2024 Estados Unidos emitió la Estrategia del Ártico que actualizaba la estrategia de 2022.[4]

Foto: White House

En los últimos días de abril, El Comando Sur, dirigido por el Almirante Alvin Holsey se reunió con el presidente Javier Milei, miembros de su gabinete y con miembros de las fuerzas armadas argentinas. En su visita fue a la Aérea Naval Austral. El motivo de la visita fue fortalecer la cooperación bilateral en defensa y seguridad, así como hacer frente al terrorismo. Hosley destacó el interés particular en asegurar rutas marítimas internacionales y desarrollar capacidades logísticas para acciones en el Antártico Sur –con amplios recursos hídricos– y la Antártida, en donde se encuentran las Malvinas, con recursos energéticos.

Como con Ucrania, Argentina con Milei no sólo continua el endeudamiento de Mauricio Macri, sino también la compra-venta de sus recursos estratégicos entre los que destacan el litio, cobre, pero también el gas del mega-yacimiento Vaca Muerta.

En síntesis: en la primera administración y en la de ahora, Trump continúa una serie de políticas con fines de dominio internacional. En las últimas administraciones estadunidenses –Obama, Trump, Biden y de nuevo Trump– hay un largo ciclo conservador en el que la estrategia de reposicionamiento implica un muro de hierro con estrategias militares en el Atlántico, pero también la conformación de un polígono de seguridad en el Pacífico, al que se suma el aseguramiento de los polos; la guerra comercial y el uso de sus leyes con aplicación extraterritorial para imponer sanciones económicas con el objetivo de abatir su déficit comercial y reordenar el comercio mundial. Estados unidos no puede sostener más el consenso establecido desde la segunda guerra mundial, queda el unilateralismo agresivo.

Anibal García Fernández*

*Doctor, magíster y licenciado en estudios latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es miembro de los Grupos de Trabajo de CLACSO “Crisis y economía mundial” y “Violencias en Centroamérica”. Sus principales líneas de estudio son la guerra fría interamericana, geopolítica energética, dependencia e integración latinoamericana, militarismo y relaciones económicas entre Estados Unidos y América Latina.

Con información de Contralínea

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