La educación espartana

Juan Eduardo Martínez Leyva

Esparta era una ciudad de la antigua Grecia ubicada en la región de Laconia. Fue conquistada por los invasores dorios hacia el primer milenio a.C. Los dorios establecieron una organización social peculiar, un tanto diferente al resto de las ciudades-estado griegas. Los ciudadanos con derechos políticos conformaban una reducida minoría de no más del cinco por ciento de la población total. Este grupo formaba la oligarquía dominante. Eran propietarios de la tierra y gobernaban frente a los periecos; artesanos y comerciantes libres, pero sin derechos políticos; los hoplitas, soldados de infantería; los ilotas, esclavos propiedad del estado espartano, encargados de realizar todo tipo de trabajo rudo.

El gobierno en Esparta recaía en un Consejo formado por un reducido grupo de treinta oligarcas dentro de los cuales se contaba con dos reyes -diarquía- cuyos votos en las decisiones contaban igual que el de los veintiocho restantes. Existía un grupo de cinco magistrados, conocidos como éforos, encargados de vigilar el cumplimiento de los acuerdos del consejo. Los éforos tenían el poder de multar o sancionar a los reyes cuando infringieran la ley.

Después de las guerras que Esparta sostuvo con sus vecinos de Mesenia, durante los siglos VIII y VII a.C., la sociedad espartana se volvió más rígida y todos sus esfuerzos estaban orientados a la actividad bélica. Se atribuye al legislador espartano Licurgo haber creado el conjunto de leyes que le dieron forma a esta sociedad. Fue Licurgo el que estableció que por encima de los intereses de los individuos debe prevalecer el interés del Estado. Para Esparta los derechos individuales prácticamente no existían. También impuso una forma de organización social militarizada, donde la prioridad de cada grupo social y cada individuo era servir a su país en la guerra. La educación de los jóvenes estaba encomendada exclusivamente al estado militar y tenía como objetivo desarrollar sus habilidades en el uso de las armas y en las estrategias de defensa y de combate.

Los espartanos dedicaban su vida a las cosas de la guerra, escribe Isaac Asimov. “Los niños espartanos eran examinados al nacer, para ver si eran físicamente sanos. Si no lo eran, se les abandonaba y se les dejaba morir. A los siete años, se les apartaba de sus madres y se les criaba en cuarteles…Las reglas espartanas eran luchar duramente, cumplir las órdenes sin discutir o morir antes que retirarse o rendirse…Las madres espartanas debían enseñar a sus hijos a volver de la guerra <>”.

La mano del militarismo absoluto, dice Asimov, sofocó todos los elementos creadores y humanos en Esparta. El arte, la música y la literatura desaparecieron de toda la región de Laconia y del resto de sus dominios. Hasta la oratoria fue olvidada y sus habitantes solían hablar con expresiones breves o monosilábicas. De ahí viene la palabra lacónico.

Archienemiga de Esparta en lo militar, Atenas tenía una organización social menos rígida, y aunque también se preparaba para la defensa y el combate, cultivaba otro tipo de educación, muy alejada de la severidad militar espartana. El impulso a las artes, a la filosofía y la literatura, en Atenas, sobre todo, la adopción del primer sistema democrático, llevaron al esplendor creativo de la Grecia clásica.

Platón creó la Academia en las afueras de Atenas, para enseñar a sus discípulos filosofía. Esta escuela que muchos consideran la primera universidad, evolucionó hacia la enseñanza de otras disciplinas y pervivió hasta que un decreto del emperador romano Justiniano la clausuró en el año 529 de nuestra era, para privilegiar la enseñanza religiosa y sus dogmas. En la Academia se aprendía el conocimiento científico de la época, matemáticas, medicina astronomía y retórica.

Aristóteles fundó en el Liceo, también en Atenas, la escuela peripatética (que significa dar vueltas caminando), con énfasis más en cuestiones relacionadas con el estudio de la naturaleza que en la abstracción filosófica.

La educación durante la Edad Media se desarrolló fundamentalmente al amparo de grupos religiosos, en conventos o seminarios, y casi siempre en latín. En las primeras universidades europeas donde se inició el estudio de la “educación liberal” -para formar “hombres libres”- el grado completo de una licenciatura se obtenía cursando el trivium, que era un programa que constaba de gramática, retórica y lógica. Para obtener los grados superiores los alumnos deberían cursar además el quadrivium que incluía aritmética, geometría, astronomía y música. (Daniel J. Boorstin).

A partir de lo que se conoce como la revolución científica del siglo XVII y el movimiento de la Ilustración de finales del siglo XVIII, la educación fue impactada de forma profunda en muchos sentidos. Los pensadores ilustrados, señala Steven Pinker, promovían que la enseñanza y la comprensión de los fenómenos naturales o sociales estuvieran regidos por estándares de objetividad y alejados de la superstición, la fe religiosa o las ideologías políticas. “Si algo tenían en común los pensadores ilustrados era su insistencia en que apliquemos enérgicamente el estándar de la razón a la comprensión de nuestro mundo y no recurramos a generadores de engaño como la fe, el dogma, la revelación, la autoridad, el carisma, el misticismo, la adivinación, las visiones, las corazonadas o el análisis hermenéutico de los textos sagrados”. En oposición a todo esto, la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso son los valores que hay que trasmitir a través de la educación.

Todo lo anterior es pertinente traerlo a la discusión actual sobre el “nuevo modelo educativo” y los libros de texto gratuito. Más allá de la crítica en el cambio de la orientación pedagógica, de la cual se han hecho cargo los especialistas en la materia -de manera destacada y certera Gilberto Guevara Niebla- y de los innumerables errores y omisiones, se aprecia de manera evidente un sesgo ideológico y político.

Como en la educación espartana, se quiere inculcar en los niños la idea contra ilustrada que, por encima de su interés individual y su progreso personal, como apunta Pinker, “son células de un superorganismo -un clan, una tribu, un grupo étnico, una religión, una raza, una clase, una nación [un movimiento o un partido, agrego]- y que el bien supremo es la gloria de esta colectividad en lugar del bienestar de las personas que la integran.”

El uso faccioso de la educación pretende también preparar al niño para la contienda y la identificación de supuestos enemigos, como se ha pretendido hacer en un libro de sexto grado en contra de Lorenzo Córdova, de manera alevosa, injusta e inaceptable.  

También te podría gustar...