Vivir para conservar
Juan Humberto Urquiza García
In memoriam
El debate que abrió el pensamiento conservacionista mexicano hace más de 150 años sigue presente en la actualidad, lo que se puede observar en las discusiones sobre el cambio climático, la contaminación atmosférica, la carencia o mala calidad del agua, la pérdida de bosques y selvas, la desertificación de los suelos o la extinción de especies animales y vegetales.
Estas dificultades que enfrentamos actualmente como sociedad nacional y global, dependiendo de su escala, nos afectan de manera diferenciada en la ciudad, en el campo o en las costas, en lo cotidiano o de forma casi imperceptible.
Las preocupaciones y los retos son tan grandes que todos los días, sin importar la fecha o la hora, distintos miembros de la comunidad internacional, gobiernos, académicos y ciudadanos, enfocamos nuestros esfuerzos y recursos hacia la búsqueda de soluciones a los graves problemas ambientales, desde el desarrollo de nuevas tecnologías o políticas públicas, hasta la labor de educar a los niños, jóvenes y adultos para la protección y conservación de la naturaleza.
La complejidad de este reto planetario nos obligar a utilizar con imaginación todas las herramientas a nuestro alcance, incluida la perspectiva histórica, para colaborar en la búsqueda de soluciones.
Hoy contamos con mejores instrumentos para identificar, diferenciar y medir los distintos problemas ambientales; sin embargo, debemos actuar reconociendo que se trata de fenómenos interdependientes, lo cual implica importantes retos: no podemos hacer frente al Cambio Climático Global (CCG) sin frenar la desforestación local, que a su vez se conecta con la pérdida de diversidad biológica, la desertificación, las afecciones al ciclo hidrológico o a la regulación climática local y global.
Los problemas ambientales nos recuerdan que hay una interconexión entre el deterioro de los sistemas biofísicos del planeta y los problemas sociales; en consecuencia, el concurso de distintas miradas disciplinares se ha vuelto indispensable para enfrentar su complejidad, ya que no son suficientes las soluciones técnicas.
Gracias a los esfuerzos y trabajos de distintas generaciones, los ecosistemas mexicanos resguardan todavía gran diversidad biológica, de cuyo manejo y conservación depende y dependerá el funcionamiento de múltiples y complejos servicios ambientales que proveen a escala nacional, regional y global. La posición que ocupa México como el quinto país con mayor diversidad biológica del planeta, contrasta con la cantidad ele gases de efecto invernadero que emitimos a la atmósfera, así como con el acelerado deterioro de nuestros recursos naturales. De acuerdo con el Inventario Nacional de Emisiones de Gases de Efecto lnuemadero de 19 90-2010, México está ubicado entre los quince países que registran mayor emisión de gases.
En este contexto, es insoslayable frenar la acelerada pérdida de los bosques y selvas del país, ya que nos proporcionan múltiples servicios: como sumideros de gas carbónico, regulación del ciclo hidrológico y climático, conservación de los suelos, reservorios de diversidad biológica, fuentes de sustento económico.
Es importante señalar que el cuidado de nuestros ecosistemas silvícolas es y será fundamental para el porvenir, bien para la adaptación al cambio climático que las prospecciones de los escenarios futuros pronostican en términos de un aumento en la temperatura del planeta, lo cual derivará en huracanes más intensos y alteraciones en los patrones de lluvia; bien para la mitigación de los efectos, o bien para la disponibilidad de agua y alimentos para el consumo humano.
Los datos oficiales indican que en las últimas tres décadas hemos perdido aproximadamente la tercera parte de nuestros bosques y selvas primarias, lo que ha provocado alteraciones importantes en el funcionamiento de las cuencas más pobladas del territorio nacional, que son las principales productoras de agua, hogar de muchas especies vegetales y animales; las principales purificadoras de la atmósfera, y el lugar donde habitan miles de ciudadanos.
Según los indicadores presentados por el Programa Sectorial de Medio Ambiente y Recursos Naturales 2013-2018 (Promarnat), nuestro país ocupa el lugar 21 a nivel global en materia de des forestación. Esto nos ubica como el único país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que merma aceleradamente sus recursos silvícolas.
De acuerdo con este documento, el país perdió, entre los años 2005-2010, 155 mil hectáreas annuales. Estos números contrastan con los presentados por el Inventario Nacional Forestal, que estima que la pérdida de cubierta forestal y selvática podría alcanzar, en el mismo periodo, hasta 326 mil hectáreas por año.
Nuestro patrimonio natural es resultado de la correlación histórica de diversas causalidades biológicas y sociales que se han dado a lo largo del tiempo. Por ejemplo, podemos señalar que nuestra megadiversidad biológica guarda una estrecha relación con distintos procesos evolutivos en los cuales el ser humano, desde su presencia en el planeta, ha participado activamente, aunque no de manera consciente.
Asimismo, este patrimonio es resultado de una serie de políticas que se implementaron gradualmente desde la segunda mitad del siglo XIX hasta nuestros días. Esto es, la riqueza de nuestros ecosistemas es resultado de ambos procesos, y conservarlos es responsabilidad nuestra. La conservación ambiental de nuestro territorio es sin lugar a duda un problema histórico que han enfrentado distintas generaciones, por lo que tenemos el compromiso de dar cuenta de este proceso, con el objetivo de que las generaciones por venir conozcan y valoren el esfuerzo de las que nos han precedido.
*Introducción a la antología Vivir para conservar. Tres momentos del pensamiento ambiental mexicano. Biblioteca del estudiante universiatario, UNAM. 2018