Pintar su raya
Javier Santiago Castillo
Para la futura presidenta, la coyuntura política junio-septiembre de 2024 implica navegar en aguas procelosas. Ha tenido que tranquilizar, es una forma de negociar, a los centros financieros internacionales, apaciguar los ímpetus, al menos momentáneamente, de personajes como Gerardo Fernández Noroña, que sin decirlo explícitamente iniciará un recorrido por tode el país con vistas a 2030. Conociendo su tenacidad no hay que perderlo de vista.
Por otra parte, hay quienes toman como palabra divina lo dicho en cualquier artículo del periódico The Wall Street Journal, No se detienen siquiera a pensar que detrás de cada medio de comunicación están intereses que desean que el mundo se mueva al ritmo que ellos toquen. Por el otro, tenemos un presidente de la República al que la prudencia verbal no se manifiesta como su cualidad política más afinada; además tiene empeño de brillar en el centro del escenario político hasta el último minuto del 30 de septiembre.
En el primer caso un grupo de empresarias de Jalisco se manifestaron para emplazar a la presidenta a integrar una perspectiva de género a las políticas gubernamentales, a darle un sentido personal a su forma de gobernar y demostrara su capacidad de liderazgo y no se limite a seguir las directrices de López Obrador. A su vez expresaron que el presidente debería aceptar que su periodo está terminando y permitir que la morenista lidere su propio proyecto.
Por su parte el protagonismo presidencial anda con la rienda suelta. Si en febrero, cuando presentó sus 20 iniciativas de reformas constitucionales y legales, no se percibía el sentido de hacerlo en ese momento, pues no existía la mínima posibilidad de que se aprobaran las reformas constitucionales, hoy está más claro que el agua: definir la agenda legislativa ya no estando en la presidencia de la República y la consecuencia natural es restringir el margen de acción política de la nueva presidenta.
Lo más que se pudo lograr después de un silencioso desencuentro entre el actual presidente y su sucesora fue que la reforma judicial se presentara en parlamento abierto y que se omitiera el grito de guerra: “sin cambiarle una coma”. Aunque el discurso político se haya suavizado no se vislumbra disposición a realizar ajustes a la propuesta de reforma.
Sin embargo, existe un detalle silenciado por la algarabía del triunfo y es que la 4T no tiene la mayoría calificada en el Senado. Según la proyección del INE, sólo tiene 83 curules en la Cámara Alta, la mayoría calificada son 86. El escenario de que las reformas constitucionales no se aprueben está presente. Aunque, doblegar la voluntad de tres senadores depende de encontrar a quienes tengan “la cola larga” y pactar con ellos.
El otro escenario sería que, con el nombramiento del nuevo ministro o ministra de Suprema Corte, en noviembre, le otorgue a la 4T la posibilidad contener las Acciones de Inconstitucionalidad en contra de reformas a las leyes secundarias, porque para declararlas se requieren ocho votos. Si la 4T tiene la anuencia de cuatro integrantes lo puede lograr sin dificultad alguna.
Como dijo el clásico “la forma es fondo”. Las formas en la relación pública entre el presidente y Claudia Sheinbaum parecen implementadas para el lucimiento del líder. La “invitación” del presidente a realizar giras juntos, con el fin de conversar sobre la transmisión del poder da la impresión de ser una imposición en la que el líder carismático define la agenda de la futura presidenta para recibir los halagos populares y enviando el mensaje de quien define el rumbo de la 4T.
Otros casos son la definición de la fecha de reunión con los padres de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, para fines de julio. El presidente la decidió, sin que se sepa de consulta previa con la presidenta y la algarabía por la llegada al futuro gabinete de personas muy cercanas a él, no sólo políticamente, sino también a sus afectos; dando la imagen de dar el visto bueno a los nombramientos.
Al escenario descrito la primera en reaccionar fue Sheinbaum al expresar que “Leía hoy en un periódico: Claudia debe pintar la raya con Andrés Manuel López Obrador. Sería pintar la raya con el pueblo de México. ¡Nunca! Con el pueblo todo, sin el pueblo nada”, advirtió. El presidente Andrés Manuel López Obrador también reaccionó y afirmó que no es “cacique” de nadie ni Claudia Sheinbaum “pelele”, pues al dejar el Gobierno se convertirá sólo en un ciudadano más. La primera afirmación es de dudosa credibilidad si echamos una mirada a la historia política presidencial, la segunda tiene visos de certeza, porque acciones de la futura presidenta tienen el sentido de crear una identidad propia.
Entre ambos personajes, desde la perspectiva programática existen coincidencias plenas en la política social, las diferencias se dan en el aspecto de la necesidad de la planeación en la instrumentación de las políticas públicas. Un signo del actual gobierno ha sido la improvisación y el voluntarismo, independientemente de las bondades que tuvieran los proyectos impulsados precipitadamente.
El proyecto de inversión aprovechando la vocación productiva de las regiones del futuro gobierno se sustentó en un estudio coordinado por la empresaria Altagracia Gómez Sierra deja el sabor de boca de que en materia económica existe una visión estratégica sustentada en la planeación, que subsana una deficiencia esencial de la 4T: tener un proyecto de desarrollo industrial nacional, que es un engrane clave en la construcción de un modelo de desarrollo propio.
A la ruta de construcción de un discurso político propio Juan Ramón de la Fuente y Marcelo Ebrard están contribuyendo significativamente, pues expresan los objetivos presidenciales con mesura y sin tocar con el pétalo de una palabra disonante la narrativa presidencial.
En el lenguaje coloquial la palabra pintar con el agregado de otras tiene múltiples significados. Según el diccionario de mexicanismos “Pintar su raya” tiene el sentido de “alejarse de alguien para mantener una distancia personal o sentimental”, en este caso política. Sheinbaum sin “pintar su raya”, con prudencia y paciencia está construyendo su identidad.
Hasta dónde va la integración del Gabinete deja ver una identidad propia, sin dejar de lado la inevitable negociación con quien está abandonando la silla presidencial. De las tres tandas presentadas el denominado común es la experiencia técnica acumulada. Al punto de que se puede afirmar que una nueva tecnocracia está arribando al poder. Entendida como un grupo sin experiencia en cargos de elección popular, lo que no significa que carezcan de experiencia política.
La publicidad parcial de los nombramientos son parte de una estrategia, pues es claro que el primer paquete tuvo un impacto positivo en el mundo empresarial nacional e internacional, porque los secretarios de economía y de relaciones exteriores han desplegado muestran ya una actitud proactiva. El segundo paquete tuvo menos impacto mediático, pero no por eso es menos importante. Es en el tercer paquete en donde se observa los hilos conductores de continuidad y no necesariamente de continuismo. Lo que sobresale es el perfil político de las personas propuestas.
Si escuchamos voces del pasado presidencial que expresaron que pensaron en el sucesor desde el momento mismo de la integración del Gabinete indudablemente por trayectoria, edad o cercanía al actual presidente o a la futura presidenta están en esa lista Marcelo Ebrard, Rosa Icela Rodríguez, Ariadna Montiel, Mario Delgado, Omar García Harfuch y Clara Brugada. Si Luisa María Alcalde repite en el Gabinete habría que incluirla.
El proceso sucesorio será diferente en 2030, porque a diferencia del último se vislumbra que se gobernará con el Gabinete. Lo cual desgastará o fortalecerá a sus miembros. La respuesta definitiva la tendremos dentro de cinco años.
Profesor UAM-I
Con información de Crónica