La impudicia de AMLO
José Gil Olmos
El panorama no es tranquilizador, en el horizonte se ven nubarrones de una tormenta donde los poderes de la nación se enfrentarán: el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial de manera frontal y del lado del primero, el Legislativo representado por Morena.
Al cierre de esta administración, sentado en primera fila, Andrés Manuel López Obrador mira complacido el choque de trenes cuyas consecuencias ya no cargará y se las dejará a Claudia Sheinbaum como primer gran conflicto al tomar las riendas del país el 1 de septiembre.
AMLO se ha alimentado de los conflictos a lo largo de su carrera política y con la habilidad natural del animal político les saca provecho y hasta polariza a la población para manipularla con una lógica binaria de los buenos contra los malos que le resulta redituable.
Su impudicia la hizo costumbre. Acostumbrado a que las cosas se hagan a su manera –“al diablo con sus instituciones”, espeto hace tiempo–, a lo largo de su sexenio impuso su voluntad para crear instituciones a su modo y antojo, además de supeditar a los Poderes Legislativo y Judicial, a fin de allanar el camino para su proyecto transexenal llamado Cuarta Transformación.
Y más que democratizar a este último con la elección popular de ministros, magistrados y jueces, lo que quiere es el control del Poder Judicial y en el camino desaparecer las instituciones de revisión de cuentas. “El pueblo los va a elegir, el pueblo es sabio”, es al fundamento de su retórica.
No obstante, la opacidad en el manejo de los recursos ha sido un vicio convertido en virtud desde la Presidencia de la República. Como lo es también entrometerse en todos los ámbitos, como fue en el pasado proceso electoral.
De ahí su enojo por la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, de haber incidido en favor de su candidata, Claudia Sheinbaum, en la elección del 2 de junio último mediante sus discursos en la famosa conferencia mañanera.
Como Vicente Fox en la elección de 2006, que desde la Presidencia actuó en favor de Felipe Calderón, ahora López Obrador es acusado de hacer lo mismo para ayudar innecesariamente a Sheinbaum. Así pasará a la historia.
El presidente Andrés Manuel López Obrador acumuló 60 quejas ante el Instituto Nacional Electoral (INE) por no respetar la ley desde que se inició el año electoral en septiembre de 2023, de acuerdo con un conteo de la Comisión de Quejas y Denuncias del Instituto Nacional Electoral.
En el descaro hizo caso omiso a las medidas cautelares que le emitió la autoridad electoral por violar las leyes electorales. Antes de que empezara la campaña presidencial, hasta el 28 de febrero, ya acumulaba 330 expedientes de denuncias en su contra por intervenir en el proceso electoral y vulnerar los principios de imparcialidad, neutralidad y equidad en la contienda.
El 18 de julio último la Sala Especializada del TEPJF determinó que el mandatario “vulneró” algunos de estos principios constitucionales:
- Usó indebidamente recursos públicos y programas sociales.
- Coaccionó el voto de la ciudadanía.
- Realizó promoción personalizada.
- Difundió propaganda gubernamental en periodo prohibido” a través de sus conferencias llamadas ‘mañaneras’ del 9 y el 11 de mayo de 2023.
Aunque el Tribunal aclaró que López Obrador, al ser el presidente de la República, no puede ser sancionado por infracciones de índole electoral, también responsabilizó de la conducta por estar a cargo de la difusión del contenido infractor a Jesús Ramírez Cuevas, coordinador de Comunicación Social y vocero de la Presidencia; a Jessica Ramírez González, directora general de Comunicación Digital; a Pedro Daniel Ramírez Pérez, jefe de departamento; a Sigfrido Barjau de la Rosa, director del Centro de Producción de Programas Informativos y Especiales (Cepropie), y a Carlos Emiliano Calderón Mercado, coordinador de Estrategia Digital Nacional de la Oficina de la Presidencia de la República.
Pero nada de eso le importa a AMLO, la impudicia, el descaro con que ha actuado pareciera retomar el título de aquella película “Vicios privados, virtudes públicas”, del director austro-húngaro Miklós Jancsó.
Por cierto… Al presidente López Obrador le gusta la historia, pero tiene una memoria selectiva. Por ejemplo, no recuerda que, cuando el general Lázaro Cárdenas llegó a la Presidencia, una de sus primeras decisiones fue sacar del país al general Plutarco Elías Calles, quien pretendía extender su poder como lo había hecho con los tres presidentes que precedieron a Cárdenas, dando por terminado el famoso Maximato. Claudia Sheinbaum algo tendrá que hacer si quiere pasar a la historia realmente como la primera presidenta del país.
Con información de Proceso