Incertidumbre transexenal
Jonathán Torres
El sexenio de Andrés Manuel López Obrador está a unas horas de terminar. Sin embargo, en círculos de la comunidad empresarial persiste la inquietud que suele manifestarse ante la falta de evidencias para enfrentar nuevos tiempos. Incertidumbre.
La incertidumbre ha sido constante en algunos círculos de la comunidad empresarial y, en este momento, ante el inminente cambio de administración, esta sensación se ha intensificado. Si bien hay quienes albergan un rayo de esperanza que los anima a pensar que los constructores del segundo piso de la autollamada Cuarta Transformación no seguirán los pasos del sexenio que está por terminar, también corre la percepción de que el panorama puede, incluso, enrarecerse aún más.
Entre las buenas acciones desarrolladas durante los últimos seis años destacan: la reducción de la pobreza de más de 5 millones de personas hasta 2022 (último dato disponible de Coneval), el incremento al salario mínimo, la mejoría en los indicadores de empleo; así como la sensación de que el Presidente de la República estaba al servicio del pueblo, lo que derivó en que la mayor parte de la población piensa que México va en la ruta correcta. En lo que toca al saldo negativo, se encuentra: la promesa incumplida de combatir la corrupción, la lacerante inseguridad que se manifiesta a través del control de territorios por parte del crimen organizado, el desmantelamiento de los sistemas de salud y educativo, junto con el retroceso democrático del país.
Bajo ese contexto, la última etapa de la agenda de gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha sido esquizofrénica, muchas de sus iniciativas y reformas han alimentado al interior del ecosistema empresarial la impresión de que México se enfila hacia el autoritarismo.
En las próximas horas, Claudia Sheinbaum asumirá la Presidencia de la República, por lo que todo lo que se ha dicho y escrito en torno de su gestión tiene la calidad de especulación, sin embargo, las primeras acciones de sus compañeros de aventura han contribuido a fortalecer la idea de que el radicalismo se seguirá imponiendo. Las posturas, las formas y los tonos de las bancadas de Morena y de sus aliados en la Cámara de Diputados y en el Senado de la República preocupan y llevan a pensar que la negociación para la toma de decisiones no será un elemento a considerar.
En el terreno de la justicia, la reforma al Poder Judicial provoca muchas alertas en los corporativos y, en días recientes, se ha sumado una circunstancia más: la ratificación de Alejandro Gertz Manero al frente de la Fiscalía General de la República pues, por un lado, se considera un nombramiento impuesto por Andrés Manuel López Obrador y, por el otro, domina la percepción de que su gestión ha sido errática y se ha desarrollado en función de revanchas personales y persecuciones políticas.
Por eso, la comunidad empresarial se mantiene expectante ante el primer mensaje que envíe Claudia Sheinbaum después de recibir la banda presidencial; de antemano, ya se tiene por descontado que el llamado a colocar a los pobres en el centro de su gobierno será parte de su discurso central, junto con la pertinencia de impulsar la ‘prosperidad compartida’, pero también se espera que lance una serie de pronunciamientos que doten de tranquilidad a los mercados y a la iniciativa privada.
Las fobias que giran en torno de las filias que Claudia Sheinbaum ha manifestado públicamente hacia su antecesor, la sospecha de que Andrés Manuel López Obrador seguirá detrás del trono, entre otras creencias, se irán disipando o confirmando al paso de los días. Pero uno de los elementos que captura todas las conversaciones está en descubrir si la política económica seguirá atrapada por una ideología en lo particular. De ello, dependerá el comportamiento de la actividad económica.
Puede resultar naif mencionar que la actividad económica está compuesta por un mosaico de actividades que generan la producción, el empleo, la oferta de productos, pero éstas y otras más dependen en buena medida de la política económica, lo que quiere decir entonces que, si la segunda se aplica bajo criterios ideológicos, la primera corre el riesgo de contraerse, limitarse, detenerse, no aprovechar las oportunidades que el entorno le ofrece. ¿Qué tanto la ideología avanzará frente a la política económica? Esa es una incógnita que se despejará, quizá, en un par de años.
Por lo pronto, las grandes empresas se adaptarán y se organizarán con la política económica que exista, pero las que podrían verse en serios problemas serán las pequeñas y medianas dado que los apoyos para su supervivencia serán bastante limitados, tal vez inexistentes, ante la crisis que registran las finanzas públicas y para la que, hasta la fecha, no hay un plan para contrarrestarla.
En síntesis, en la comunidad empresarial hay nerviosismo, una luz de esperanza que podría apagarse rápidamente ante cualquier señal que no ofrezca el camino para dar el salto al crecimiento económico que se ha postergado por tantos años.
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El papel de los órganos de representación empresarial frente al nuevo gobierno es otro foco de análisis. Hasta ahora, no se esperan discursos encendidos. Todo indica que la instrucción es mantener un silencio conveniente y esperar que el tiempo determine el calibre de las acciones que ejecutará el equipo encabezado por Claudia Sheinbaum. Pragmatismo.
Con información de Expansión Política