Comienza la batalla

Olga Pellicer

Se ha iniciado uno de los momentos más difíciles en la historia de las relaciones México-Estados Unidos. La elección de Donald Trump no es un tema que pueda tomarse a la ligera. En el mundo entero se reflexiona con ansiedad sobre el impacto que su regreso a la Casa Blanca tendrá sobre los múltiples problemas que afectan en este momento la paz y la seguridad internacionales.

Varios analistas han señalado que su elección supone el rompimiento con el orden liberal, basado en valores plasmados en documentos tan importantes como la Carta de las Naciones Unidas, o en los numerosos acuerdos y tratados internacionales que han consagrado normas jurídicas para alentar y proteger el libre comercio.

Quienes cuestionan ese orden liberal tienen a sus mejores exponentes en Trump y sus seguidores. Ellos son contrarios, entre otras cosas, a los acuerdos comerciales porque consideran que han perjudicado los intereses de Estados Unidos. De ahí el gusto por colocar aranceles a las exportaciones de bienes que, según opinan, sería preferible fabricar en Estados Unidos, independientemente de los costos tan altos que tendría para una serie de problemas, como la inflación.

Sheinbaum. Reacción. Foto: Eduardo Miranda.

Los señalamientos anteriores vienen al caso porque Trump acaba de anunciar las primeras medidas que tomará para poner un alto a situaciones que, como reiteró durante su campaña, vienen afectando la vida de los ciudadanos estadunidenses.

“El 2 de enero como una de mis primeras órdenes ejecutivas, firmaré todos los documentos necesarios para colocar a México y Canadá un arancel de 25% sobre todos los productos que entren a Estados Unidos a través de sus ridículas fronteras abiertas”.

Trump señaló también que los aranceles se mantendrán hasta que los dos países tomen medidas drásticas contra las drogas, en particular el fentanilo, así como contra los migrantes que cruzan la frontera ilegalmente.

El anuncio contiene varios elementos cuyas consecuencias se deben destacar. En primer lugar, hace conexiones entre problemas de diversa índole. No es lo mismo hablar de comercio que de seguridad, fentanilo o migración. Lo deseable para una negociación exitosa sería tratar los temas separadamente. El enfoque de Trump dificulta enormemente las pláticas entre los equipos negociadores de uno y otro lado.

El segundo elemento que complica el panorama es el dirigir sus amenazas a dos países al mismo tiempo. En la realidad, la manera en que operan la relación con Estados Unidos es muy distinta en los casos de México y Canadá. Cierto que en el pasado ha habido buenos entendimientos entre los dos países para tratar temas relacionados con el TLCAN o el T-MEC. No es el caso en la actualidad.

La posición canadiense ha tomado nuevas direcciones a partir de  la cercanía de elecciones generales en las que, de acuerdo con los pronósticos, perderá el partido del actual primer ministro Justin Trudeau, y ganará el partido conservador encabezado por Pierre Poilievre. Uno de sus partidarios, Doug Ford, gobernador de Ontario, declaró recientemente: “compararnos con México es de lo más insultante que he escuchado”, citado en NY Times (27/11/24).

Trudeau. Diálogo con EU. Foto: Montserrat López.

Las declaraciones de los personajes más relevantes de dicho partido han sido muy desfavorables hacia México. Consideran que sería más conveniente para Canadá negociar un  acuerdo comercial bilateral con Estados Unidos. En otras palabras, ¿adiós al T-MEC? 

La respuesta mexicana a las amenazas de Trump no se hizo esperar. En menos de 24 horas la presidenta Claudia Sheinbaum envió una carta muy bien argumentada que contiene los puntos principales que México puede esgrimir para contener las amenazas, en particular la aplicación de aranceles que ha anunciado Trump. El texto ha merecido buenas críticas por la contundencia y seriedad de los argumentos para demostrar que las amenazas de Trump se revierten en contra de la economía estadounidense misma y, en general, del bienestar de América del Norte. Punto a favor de México, pero sólo un primer paso.

Se encuentran sobre la mesa temas muy difíciles, como la posibilidad misma de detener el flujo migratorio sin que éste se quede atrapado en las fronteras de México agudizando, aún más, los problemas sociales, económicos y de violación de derechos humanos que tanto se resienten al interior de México, en particular las zonas fronterizas norte y sur.

Por otra parte, el tema del narcotráfico, propiciado por una política errónea para el tratamiento de adicciones en Estados Unidos, constituye hoy el problema sobresaliente de seguridad en México. Comenzar a disminuirlo requiere, sin duda, la cooperación con Estados Unidos, el camino para ponerse de acuerdo sobre los  términos para dicha cooperación es uno de los mayores desafíos de la relación con Estados Unios. ¿Serán Trump y Claudia capaces de entenderse en ese terreno?

Es evidente que disminuir el clima de tensión que está presente en la relación bilateral deberá ir buscando camino para entrar a procesos de negociación, avances y retrocesos que finalmente pueden desembocar en el caos o el entendimiento. Lo primero tendría consecuencias de desestabilización económica y política de muy alto costo para México, la parte más vulnerable y débil de la relación.

Encontrar cuadros negociadores de muy alto nivel, apreciar la fuerza de los factores geopolíticos que se encuentran en juego y evitar nacionalismos exaltados son condiciones necesarias para hace frente a la época tan compleja que se avecina. Debemos ser conscientes de que la batalla apenas está comenzando.

Con información de Proceso

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