Siempre estarán presente
Marcelo Arellano
–No puedo dejar de recordar a Humberto Millán, mi primer maestro en el periodismo en la práctica, aquel hombre regañón, directo, firme al decirte las cosas, al que nunca le importó no ser monedita de oro por ser franco en su decir y derecho en su quehacer.
–No puedo dejar de recordar a Sergio Inzunza, quien al principio no me caía bien porque me cuestionaba la forma de realizar mi trabajo, por gruñón e insolente, a ese gran fotógrafo al que al final le agradecí sus “chingas” que me condujeron a hacer un verdadero periodismo.
–No puedo dejar de recordar a mi querido Walterio Medina, quien anteponiendo su carácter afable, empático, humorístico me pegaba cada sope para que corrigiera mi inicialmente pésima tarea de redactor; se lo agradeceré eternamente.
–No puedo dejar de olvidar a mi estimadísimo Héctor Estrella, quien me dio sabios consejos para efectuar una redacción repleta de objetividad y respeto que impediría colocarme en riesgos así estuviera desbordante de incómodas verdades y denuncia.
–No puedo dejar de olvidar Don Pedro Serrano, mi gran Nacaveva, (el hombre del Diario de un Narcotraficante) por su significativa orientación al tocar estos temas bravos que te pueden llevar al fin; “SON TAN DELICADOS Y FRAGILES COMO UNA ROSA, TEN CUIDADO”, recuerdo que me dijo una vez.
–No puedo olvidar a Don José López Hernández, al que considero mi Padre en el periodismo del “infierno”, sus regaños y consejos me hicieron fuerte al grado de sacar lo que fuere y de quién fuere, sin ofender a los “demonios”, aunque la regué tres veces, mismas que las libré por la sapiencia de los “chamacos”.
–No puedo dejar de recordar a Don Manuel Uzeta, gran fotógrafo que siempre me trajo a pie por las calles argumentádome que “solo así, a pata, podías apreciar las verdaderas noticias porque la de las oficinas solo eran mitotes políticos a conveniencia” …y tenía razón. Me heredó a dos grandiosos amigos y colegas, sus hijo Jorge “el Güero” Gil y a Manuelito, “el Many”.
— No puedo olvidar a Óscar Valenzuela, mi gran maestro en la radio, aquel hombre que en su narrativa te colocaba perfectamente en el tiempo y el lugar de la noticia.
–No olvidó a Don Héctor Paliza, mi inquebrantable “bastión” en el periodismo de la radio, quien en secreto me enseñó sus trucos y me guío a su perfección que obviamente jamás lograría igualar.
–Tampoco puedo dejar de olvidar a Javier Valdez, a Luis Enrique Ramírez, a Manuel Inzunza, a mi compadre Mario Navarro, a Fredy Jiménez, al entrañable Oscar Rivera, a Heriberto Millán, a mi inolvidable “Guayule”, con quienes al compartir experiencias retome lo mejor de lo suyo