Los fantasmas del presidente
Carlos Matute González
Un día sí y otro no, al presidente de la República se le aparecen sus fantasmas. Anónimos o con nombre y apellido, inventa adversarios que sabotean su trabajo, traicionan al pueblo. Los medios de comunicación son cómplices de la espectral estrategia en contra de su gobierno y los conservadores, que es la etiqueta que le pone a quienes no piensan como él, no dejan de conspirar en su contra y de la autollamada 4T.
Este estilo personal de gobernar le ha funcionado. El resultado de las encuestas semanales lo demuestran. Una caída de popularidad es contrarrestada con otro frente de combate creado ficticiamente abierto con una descalificación a una persona o un grupo social. Lo que no tiene importancia es magnificado y los molinos de viento se convierten en gigantes que debe atacar para salvar al pueblo de las garras de malévolos magos que lo persiguen para desdorar su imagen y destruir su obra. Los fantasmas del presente.
El cuarto año de gobierno será la cúspide del poder que siempre ambicionó y su obsesión por disponer e instruir una solución a cualquier problema que sus colaboradores le lleven a su escritorio aumentará exponencialmente. Entonces, el presidente exigirá pruebas de que su voluntad se cumple y que todos hacen lo que él ordena y surgirán otros espíritus chocarreros atrás de las obras inauguradas no concluidas.
La ansiedad por ver su legado consolidado antes de que termine su sexenio será su frenesí y supervisará al infinito las obras emblemáticas acompañado por los fieles que lo alabarán y le asegurarán que todo lo que haga será eterno y los suspirantes a la candidatura le jurarán que, en caso de ser favorecidos por las “encuestas” y ser la corcholata elegida, continuarán en la misma ruta trazada por él. Este será el fantasma del futuro que condicionará su voluntad al momento cumbre de su poder, la designación del sucesor.
La historia distorsionada, que narra en las mañaneras y en sus discursos y que pretende ser una justificación de sus acciones, condicionará sus decisiones. El no cometerá los errores de Cárdenas al elegir a Ávila Camacho, ni será igual que los neoliberales, ni acabará en el ostracismo político en que se sumió Luis Echeverría, ni escondido en su colina del perro como sucedió con López Portillo, ni morirá en la miseria y el olvido que padeció López de Santa Anna después de haber sido aclamado innumerables veces por el pueblo. Los fantasmas del pasado.
El presidente encabeza una cruzada contra un ejército fantasmagórico de conservadores pasados, presentes y futuros y con su firmeza conduce al pueblo hacia un mundo mejor en el que los resultados tangibles no tienen lugar y que la verdad es lo que él inventa para crear una realidad que sólo existe en su discurso.
Los laboratorios de fentanilo son una ficción difundida por los enemigos del pueblo y en la imaginaria presidencial no existen a pesar de que en los boletines de prensa oficiales se da cuenta del gran éxito que representó el desmantelamiento del mayor laboratorio de producción de fentanilo en Sinaloa (15-02-23). Los espías extranjeros se coluden con los conservadores para confundir al pueblo y divulgar rumores falsos de que hay más asesinatos, menos salud, defectos estructurales de las finanzas públicas, más pobreza, una gestión pública de baja calidad y un montón de ocurrencias convertidas en programas efímeros cuyos resultados son inciertos o contraproducentes.
Los fantasmas rondan la cabeza del presidente, viven en Palacio Nacional, le susurran al oído y le hacen ver en cualquier persona un potencial adversario, ni sus corcholatas se escapan de esta desconfianza creciente. Hasta su sobra es un enemigo y debe cuidarse de ella. Los consejos desinteresados no existen para el presidente, quien ve en cada gesto o palabra un intento en influir en su máxima e histórica tarea: elegir a su sucesor.
Los pasillos del Palacio Nacional llenos en el cuarto año se irán vaciando en el quinto. Entonces, aparecerá el fantasma de la soledad y el desengaño. La Chingada, el rancho en Palenque, ya no será un refugio para un retiro alejado de la vida pública, cuando el candidato se deslinde de los programas impulsados por López Obrador y con este distanciamiento lograr atraer a las urnas a las personas y los grupos alejados u ofendidos. Ebrard fue claro en su libro, El Camino de México, cuando pone a la clase media, arribista para el actual presidente, en el centro de su proyecto político. La promesa de continuidad se mantendrá hasta que el destapador en forma de encuesta (el dedazo posmoderno) señale a la corcholata ganadora.
Los fantasmas del presidente se multiplicarán. Conservadores, espías, conspiradores, imperialistas, colaboradores traidores, adversarios ocultos en el poder judicial, periodistas defensores de privilegios y muchos espectros más ocuparán su discurso para poder sostener la ficción que él es la voz única del pueblo y su líder nato e insustituible.
*Investigador del Instituto Mexicano de Estudios Estratégicos de Seguridad y Defensa Nacionales