Migrantes calcinados. ¿Y la señora de las llaves?
Juan Manuel Asai
Donald Trump logró, sin despeinar su anaranjada caballera, que México hiciera el trabajo sucio en materia migratoria. Él mismo lo presume cada vez que puede. Recuerda lo rápido que logró que el gobierno mexicano se doblara para aceptar sus condiciones. Trump amagó con aumentar impuestos de un día para otro y en cuestión de horas tuvo en su bolsillo la aceptación del gobierno mexicano a sus condiciones. López Obrador, por alguna extraña razón que solo la psiquiatría puede explicar, le agarró cariño a Trump. Lo defiende cada vez que puede. Por cierto, Trump ayer amenazó con invadir México para acabar con los carteles. Acaso eso le parece a AMLO otro gesto encantador.
Decía que López Obrador aceptó las condiciones, tal vez convencido por un pragmático canciller Marcelo Ebrard con ansias de mostrar que es jugador de las grandes ligas internacionales. El hecho real es que México asumió una tarea, la de contener aquí las oleadas de migrantes que quieren llegar a EU, para la que no estaba preparado. Una tarea para la que no hay dinero, ni infraestructura, ni personal capacitado, ni ganas de capacitarlo.
No se crea que Biden, sucesor de Trump en la Casa Blanca, se tentó el corazón. Para nada. Su administración cree que es un arreglo estupendo y mantenerlo es una de sus prioridades. El gobierno de EU sí tiene recursos pero no quiere gastarlos en atender migrantes. Su lema es que se jodan antes de cruzar la frontera.
La tragedia de Ciudad Juárez fue resultado de una cadena de errores en el marco del desorden administrativo de la 4T. Este desorden puede generar una avalancha de acusaciones de peculado en el próximo sexenio, pero esa es otra historia. Con motivo de la tragedia la opinión pública se enteró, por ejemplo, que el Instituto Nacional de Migración opera en el limbo administrativo. Está en el organigrama de la Segob pero en realidad sigue las indicaciones de la Secretaría de Relaciones Exteriores. O sea tiene dos jefes, pero ninguno de ellos asume la responsabilidad.
También se supo que contra lo que se afirma a cada rato en las conferencias mañaneras, el outsourcing goza de buena salud en el actual de gobierno. La seguridad en la estación migratoria estaba a cargo de una compañía privada que no qué hacer en la emergencia. También quedó claro que el tal albergue es en realidad una prisión. Nadie sabe quién tiene la llave para abrir los candados. Corre la versión de que la señora que tenía las llaves de los candados se quedó pasmada y no quiso abrir hasta no tener una orden de arriba. Una falla de república bananera.
Los supuestos guardias, los agentes de migración y otros servidores públicos llegaron a la conclusión de que lo mejor era retirarse del fuego y que los que se quedaron encerrados se las arreglaran como pudieran. No pudieron. O sea que la infantería no pasó la prueba. Algunos de ellos tendrán que pagar sus errores en la cárcel.
¿Qué hacer con los mandos? Ya quedó dicho que los responsables originales son Trump, Biden, AMLO y los gobiernos de los países que expulsaron a sus ciudadanos hasta esa trampa mortal en Ciudad Juárez, comenzando por los de Guatemala y Venezuela, pero claro ellos están por encima del sistema de procuración de Justicia. Aquí en el primer nivel operativo, dos de las tres corcholatas finalistas en el proceso de sucesión presidencial en Morena incurrieron en la torpeza de lavarse las manos y minimizar la tragedia.
El presidente entonces le dio otra vuelta de tuerca al desorden administrativo: pidió que la secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, se hiciera cargo del asunto. Es una funcionaria seria y eficiente, pero no es la titular de la FGR. La Fiscalía nunca está cuando se necesita, justo como la señora de las llaves.