Prensa y gobierno en México (1856-2023) (I)
Betty Zanolli
La libertad de prensa es contrapeso del poder y valladar de la opresión.
Sin libertad de imprenta,
no hay libertad de pensamiento ni de opinión.
Sin libertad de imprenta,
los gobiernos pueden actuar a sus anchas,
sin temor a la crítica ni al escrutinio público.
Francisco Zarco
La prensa libre es el ojo vigilante de la sociedad, la palanca de la opinión pública, el alma de la libertad y el terror de los gobiernos malos: sentenció Benito Juárez el 11 de mayo de 1867 en su “Discurso en honor a la prensa”. Sí, Juárez sabía que ella era un valor fundamental de toda sociedad democrática y tenía la convicción de su gran poder en la formación de la opinión pública. Por eso la defendió, pero al sentir su rigor no dudó en erigirse en su censor. Su sensibilidad frente a las críticas tenía un mínimo margen de tolerancia. De ahí su reacción contra los periodistas y medios que denostaban a su persona y a su régimen.
Entre los principales periodistas que le cuestionaron sobresalen Ignacio Manuel Altamirano, Ignacio Ramírez “El Nigromante”, Guillermo Prieto, Vicente Riva Palacio, Manuel Payno y Francisco Zarco. Altamirano centró sus críticas en varios frentes. En “La restauración nacionalista” (1871) condena que la política económica y social de Juárez abandonara las necesidades de los indígenas y de la población trabajadora mientras favorecía a los grupos de las élites; en el ensayo “El liberalismo mexicano” (1872) advierte que la política gubernamental estaba socavando la identidad y las instituciones tradicionales de la Nación mexicana; en “Clemencia” (1869) se hace portavoz de la crítica social ante la notoria insensibilidad con la que obraba la administración de la justicia, de la cual las ejecuciones sumarias eran vivo ejemplo, en tanto que en el ensayo “El porvenir de las naciones latinoamericanas” (1873) le condena por haber dejado atrás los ideales democráticos de la Revolución de Ayutla y haberse decantado hacia una política centralizadora y autoritaria.
“El Nigromante”, por su parte, se sumará a la crítica altamirana relativa a la centralización del poder por parte del gobierno juarista; en su ensayo “Los desengaños de la democracia” (1871) cuestiona la política de privatización de tierras y en sus artículos publicados en 1872 en “Los jueves de El Nacional” se concentra en condenar a Juárez ante la falta de libertad de prensa, censura y persecución en contra de los críticos que su gobierno venía implementando. Por lo que respecta a Prieto, su crítica además de enfocarse en la censura a la prensa, se centró también -como podemos advertir en su obra “México y sus revoluciones” (1880)- en la permisividad ante el nepotismo: “esa fuente de corrupción, de vicios y males”, que comenzó a “infiltrarse en el gobierno” y en el escaso impulso cultural, advirtiendo: “la educación pública es el cimiento del edificio social, sin ella todo es aventura y arbitrariedad, todo es ruina y desolación”, agregando más tarde en “Memorias de mis tiempos” (1880-1881): “la cultura languidecía, el arte se perdía y el pueblo no tenía el menor interés por los museos, las bibliotecas, las galerías”.
9Riva Palacio no se queda atrás. En “México a través de los siglos” (1888) cuestiona a Juárez su política económica. El país, escribe, no podía prosperar con una política de empobrecimiento generalizado; pero no sólo era la economía, desde su óptica también la educación y la cultura se encontraban en un “estado lamentable”. Por cuanto a la prensa, en “El Libro Rojo” (1885) denunciará que ésta “se vio reducida a la más vil servidumbre, sin libertad, in independencia, sin criterio propio”.
Payno, por su parte, será un severo crítico de la política de secularización y eliminación del fuero clerical y se sumará a las condenas de sus compañeros, reconociendo en “El Fistol del Diablo” (1864) que la prensa durante la administración juarista se había convertido en instrumento propagandístico del gobierno, incapaz de informar a la sociedad de manera objetiva y crítica y resumía la situación así: “los males del país eran muchos y variados y la falta de acción del gobierno para resolverlos sólo agravaba la situación”.
Finalmente Zarco, tal vez el más férreo crítico del juarismo, tanto de su política centralista y autoritaria como de su persecución en contra de sus críticos. En “El espíritu de las leyes y la democracia” (1867) Zarco lo confirma y advierte que Juárez cada vez concentra más poder y respeta menos los derechos de las minorías, la separación de poderes y la libertad de prensa. No era novedad. Una década atrás ya lo había anticipado cuando en su discurso ante la Asamblea Constituyente (1856) denunció la falta de transparencia del gobierno juarista en el uso de los recursos públicos y opacidad en los mecanismos tendientes a beneficiar a sus amigos y círculo cercano. Aspectos de los que hoy poco se habla pero que en su tiempo fueron duramente denunciados.
Sí, cuando la prensa es auténtica, no puede marchar de la mano con el poder y mucho menos con el gobierno. Si lo hace, desnaturaliza su esencia, su mística y su ser.