Más allá de los árboles: el carbono azul como aliado para México frente al cambio climático

Avril Carranza Kuster

Hablar de carbono parece trillado. Y no culpo al lector, con las advertencias sobre el cambio climático hemos escuchado esta palabra hasta el cansancio: que si el exceso de carbono en la atmósfera, que si las emisiones de carbono causadas por x o y transporte, que si las industrias de manufactura son las responsables de las emisiones, entre otras.

Lo cierto es que estamos lejos de dejar de escuchar sobre el carbono o dióxido de carbono (CO2), ya que con los años cobrará más importancia en nuestra cotidianeidad, pues para contrarrestar los efectos que ya vemos del cambio climático (no olvidemos a Otis o las intensas olas de calor en 2023) es fundamental disminuir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global, entre los que se encuentra el CO2. No en vano el cero neto está tan boga de los objetivos climáticos de los próximos años.

Sin duda, los árboles y por lo tanto los bosques han asumido un papel crucial como aliados ante el cambio climático, porque efectivamente lo son. Sin embargo, en los últimos años ha surgido en la conversación climática el carbono azul, que presenta un gran potencial como medida de adaptación y mitigación ante al cambio climático, y del que México tiene dos océanos de oportunidad para hacerle frente.

¿Qué es el carbono azul y por qué es importante?

El término carbono azul se refiere al carbono almacenado en ecosistemas costeros como manglares, pastos marinos, bosques de algas y arrecifes de coral. Al igual que los ecosistemas terrestres, estos ecosistemas absorben el carbono por medio de la fotosíntesis generando sumideros donde puede permanecer almacenado por largo periodos e incluso millones de años. Este proceso ayuda a limpiar el aire y regular la temperatura, por lo que es esencial para la mitigación del cambio climático.

Andrew Rhodes Espinoza, experto en el tema, amplía este concepto al destacar que el almacenamiento o secuestro de carbono azul no debe limitarse al papel que los pastos, algas y árboles de mangle desempeñan en este proceso, sino también considerar a la biodiversidad adicional que aporta al secuestro de carbono. Por ejemplo, animales como peces y ballenas acumulan carbono en sus cuerpos a lo largo de su vida, mismo que cuando mueren es depositado en el fondo del océano donde permanecerá almacenado indefinidamente. Además, el excremento de ballena es rico en nutrientes que favorecen al fitoplancton, un importante elemento en la absorción y almacenamiento de carbono en los ecosistemas marinos.

Aunque los ecosistemas costeros solo cubren el 0.5 de la superficie marina del mundo, hoy se sabe que pueden absorber hasta cinco veces más carbono que los bosques tropicales, tres veces más rápido que éstos y que en un año secuestran una cantidad de carbono equivalente a casi la mitad de las emisiones generadas por el transporte en todo el mundo. Además, estos ecosistemas también brindan otros importantes servicios ambientales como refugio para una gran variedad de especies de peces, aves y mamíferos marinos, muchos claves para el funcionamiento óptimo de estos ecosistemas. Por lo mismo, también representan un sustento importante de recursos económicos para poblaciones costeras, como el turismo y la pesca artesanal, y en algunos casos, como el de los manglares, mejoran la calidad del agua y protegen las costas de desastres naturales como inundaciones y tormentas tropicales, mismas que con el cambio climático están en aumento.

¿Qué se hace en México en materia de carbono azul?

De acuerdo con Semarnat, México es uno de los países con mayor superficie de ecosistemas de carbono azul incluyendo manglares, pastos marinos y marismas, entre los cuales México ocupa el cuarto país con mayor extensión de manglares en el mundo. De hecho, los manglares y pastos marinos en México almacenan suficiente carbono para compensar las emisiones de aproximadamente 300 millones de usuarios de hidrocarburos, es decir, personas e industrias que usan combustibles derivados del petróleo como la gasolina o el gas natural. Por lo tanto, el aprovechamiento de ecosistemas de carbono azul en México representa un área fundamental para el secuestro de carbono y por lo tanto mitigación y adaptación al cambio climático.

Un aspecto que tiene mucho potencial acerca de los proyectos de carbono azul es que no solamente se centran en la captura de carbono, sino que incorporan otros aspectos como la conservación de la biodiversidad, el desarrollo sostenible y económico de comunidades aledañas a estos ecosistemas, así como proyectos de restauración de áreas degradadas.

Algunos proyectos en México son aquellos liderados por organismos no gubernamentales como El Instituto de Recursos Mundiales (WRI), El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y la Comisión para la Cooperación Ambiental (CCA), los cuales han desarrollado proyectos de carbono azul en materia de investigación, restauración, trabajo comunitario y propuestas de políticas públicas. Un ejemplo es el proyecto RE3CO (Restauración y conservación de humedales costeros y desarrollo comunitario) de WRI en los estados de Yucatán, Tabasco, Campeche, Oaxaca y Chiapas. Esta iniciativa ha tenido como resultado 1,547 hectáreas de manglares en proceso de restauración y beneficiado a más de 500 personas en las comunidades aledañas.

Asimismo, WWF en colaboración con comunidades en las costas de Nayarit y Yucatán trabaja en la restauración y conservación de los manglares en dichos estados, recalcando la importancia del desarrollo comunitario, la conservación de biodiversidad en estas áreas y el ecoturismo. Curiosamente esta colaboración en Nayarit gira alrededor del cultivo de ostiones, mismos que representan un sustento económico importante para la comunidad y que dependen de los mangles para desarrollarse.

Manglares de Sabancuy, Campeche.
Foto: cortesía de Valeria López Portillo / WRI.

Por su parte, la CCA con apoyo de la base de información de Conabio ha desarrollado un mapa de estos ecosistemas en toda América del Norte, que sirve como apoyo al proyecto de Fortalecimiento de la capacidad adaptativa de áreas marinas protegidas. En relación con esto, Conabio ha desarrollado el Sistema de Monitoreo de Humedales en México SIMOH-Mx, el cual tiene como objetivo brindar información primaria sobre todos los estudios de carbono azul que se han realizado hasta 2023 (posiblemente cambie a 2024) en México. Del mismo modo, la CCA ha trabajado con Sermarnat en la creación de metodologías y estandarizaciones para el estudio de estas áreas, así como apoyado en la creación de propuestas de política pública con el fin de reducir las emisiones de carbono y protección de estos ecosistemas y su enorme biodiversidad.

Finalmente, México en su contribución determinada a nivel nacional (NDC por sus siglas en inglés) se ha comprometido a reducir el 30 % de sus gases de efecto invernadero para el 2030, lo cual incluye el fortalecimiento de la conservación y restauración de ecosistemas de carbono azul. En relación con esto, en octubre del año pasado, la cámara de senadores aprobó un dictamen para fortalecer el manejo sostenible y restauración de ecosistemas de carbono azul.

Los desafíos del carbono azul en México

A pesar del conocimiento acumulado sobre el carbono azul como un aliado en la lucha contra el cambio climático, del creciente interés y las iniciativas tanto de organizaciones como del gobierno, persisten diversos desafíos en materia de carbono azul en México que requieren una atención prioritaria para garantizar la preservación efectiva de los ecosistemas de carbono azul en México y maximizar su capacidad para mitigar los efectos del cambio climático.

En México, el cambio de uso de suelo para uso agrícola y ganadero, el desarrollo urbano no planeado y el turismo desmedido son una constante presión que representa un desafío para la protección de ecosistemas como manglares, marismas y arrecifes. Perderlos tiene como consecuencia la liberación de carbono aumentando su concentración en la atmósfera, pone en riesgo a la biodiversidad que habita estos ecosistemas y afecta a las comunidades encuentran sustento alimenticio y económico en estas áreas.

Otro reto es el fortalecimiento para consolidar políticas que incluyan un monitoreo adecuado de los proyectos que trabajan con carbono azul. Uno de los desafíos significativos es la regulación de los mercados de carbono en México en lo referente a la transparencia. Este aspecto resulta fundamental, por ejemplo, para la distribución equitativa de los beneficios entre las comunidades en áreas de carbono azul, lo que asegure su participación y consulta activa en todo el proceso.

El tema de la propiedad del carbono aún resulta polémico en México, debido a que definir su propiedad ha sido un desafío complejo. Esta dificultad surge principalmente porque gran parte del carbono azul en México se encuentra en zonas federales marítimo-terrestres, lo que complica establecer su propiedad entre diferentes entidades, ya sea un particular, el gobierno federal o los ejidatarios. Esta falta de definición dificulta la gestión efectiva de estos recursos y la distribución justa de los beneficios asociados, lo que destaca la necesidad de desarrollar marcos legales claros.

Por último y quizá uno de los retos más importantes de los proyectos enfocados en secuestro de carbono, es la importancia de no solamente concentrarse en el lugar los agentes que aparentemente aportan más a este proceso (como mangles, algas, corales, pastos), sino reconocer a otros organismos que también desempeñan un papel en este proceso, pero que su contribución no es tan evidente. Los corales son protegidos por muchos peces que encuentran su refugio en ellos, las nutrias marinas se alimentan de los erizos que cortan las algas y los cadáveres de ballena que hunden el carbono. Al final, se trata de entender que todos los agentes tienen un lugar en los ciclos naturales y que esa visión tiene que estar presente no sólo en los proyectos de carbono azul, sino en todas las iniciativas relacionadas en la lucha contra el cambio climático, a su mitigación y la adaptación a sus efectos irreversibles.

* Avril Carranza Kuster es maestra en Medio Ambiente, Cultura y Sociedad por la Universidad de Edimburgo e integrante de la Comisión de Educación y Comunicación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (@IUCN_CEC).

La autora agradece a Valeria López Portillo y Andrew Rhodes Espinoza por la información brindada y esclarecimiento de un tema tan relevante.

Con información de Animal Político

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