La violencia, ¿nueva pandemia inhibidora?
Edmundo Jacobo Molina
¿Puede haber democracia en contextos de violencia? Taxativamente contesto que NO. La violencia silencia, limita la movilidad y genera desconfianza entre todos, tres ingredientes sin los cuales no se puede pensar la política democrática.
Sin embargo, aunque suene contradictorio, la manera de combatir y erradicar de fondo la violencia es ejerciendo los derechos y las responsabilidades democráticas.
Los datos y las evidencias sobre la inseguridad en nuestro país son alarmantes y con tendencias a empeorar. No sólo los datos sobre delitos persisten sino que ahora vemos que se extienden por el mapa nacional, y grupos delictivos fuertemente armados, entrenados y con estrategias profesionales retan abiertamente al Estado y acentúan la vulneración al Estado de derecho.
Nada más lejano a la democracia que la violencia. Justo la vía democrática es la búsqueda de soluciones a problemas comunes dejando a un lado las armas, para que no sea la fuerza, sino el diálogo el vehículo para tejer los acuerdos que permitan atender lo que nos aqueja y que no podemos resolver en lo particular.
La política tiene que ver con la vida pública, con el libre tránsito por las calles, las plazas, la interacción con los otros, en donde esos otros van mucho más allá del núcleo cercano, del grupo familiar e íntimo.
Hacer política supone además confianza, ya que al elegir a representantes y gobernantes depositamos en ellos nuestra soberanía para atender los problemas que nos son comunes y hacer respetar las reglas de convivencia.
Lo que está en juego hoy en día es lo más elemental de la naturaleza humana, la vida en sociedad, la interacción con los otros y si bien las nuevas tecnologías posibilitan el contacto “virtual”, éste tiene sus límites. La reciente pandemia está para demostrarlo. El “encierro obligado” tiene sus fronteras físicas y temporales, ya que atenta contra nosotros, nuestra natural tendencia a estar con otros.
Al parecer estamos frente a una nueva pandemia que nos obliga al aislamiento, la pandemia de la violencia. Parecería que se nos quiere enclaustrados, silenciados, ajenos a la vida pública.
Lo que antes veíamos en otros países (coches bombas, ejércitos de mercenarios, atentados utilizando estrategias militares, estrategias de intimidación social, etcétera), ya nos llegó.
Recuerdo cuando leí Noticia de un secuestro de Gabriel García Márquez en 1996, parecía una realidad lejana hasta que la rebasamos con creces. El ejemplo más dramático lo tuvimos hace unos días cuando se utilizó el dolor de una madre que busca a su hijo desaparecido para tender una trampa a la fuerza pública. Doble atentado: contra el Estado y contra la iniciativa ciudadana de hacer valer su legítimo derecho; y doble mensaje: mostrar “músculo” y propiciar el silencio y la desmovilización.
A todo lo anterior de por sí preocupante, se suma la actual coyuntura: la víspera de las elecciones que llevarán a la renovación del Ejecutivo y el Legislativo federales, ocho gubernaturas, la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y puestos de diversa índole en todas las entidades del país, las elecciones más grandes y complejas en nuestra reciente democracia.
Las actuales circunstancias de inseguridad ponen en riesgo el libre ejercicio del voto, la organización de los comicios y las elecciones mismas. Además, limita que las candidaturas emergentes salgan y sean conocidas. Por más estrategias y herramientas “virtuales” que se usen, éstas no sustituyen la proximidad con los electores.
En su momento, advertimos de los riesgos por inseguridad que se corrían en diferentes puntos del país al organizar elecciones. Lo señalamos al recorrer año tras año el territorio nacional, y en respuesta observamos cómo la situación se agravó; y de sitios y rutas específicas pasamos a la expansión y generalización del problema.
¿Con qué garantías se organizarán las próximas elecciones? El trabajo de capacitación y organización electoral se hace en la calle, de casa en casa, de barrio en barrio. Supone la confianza de la ciudadanía que abre la puerta de su hogar para ser notificado, capacitado e informado. ¿Los vecinos abrirán sus puertas? ¿Acudirán a la capacitación? ¿Acudirán a votar?
Los grupos de la criminalidad organizada han pasado en los últimos años de la clandestinidad, de una selectiva búsqueda de candidaturas y/o cooptación de autoridades electas, a una abierta presencia pública que no solo exhibe fuerza sino además apoyo social que usan como escudo, sin negar que detrás de esas manifestaciones pueden haber legítimas y añejas demandas largamente desatendidas.
POSDATA: Violencia también es el uso del aparato del Estado contra oponentes políticos. Toda mi solidaridad con Xóchitl Gálvez, con la SCJN y para con el INAI y su comisionada presidenta, quien con verticalidad, razones y convicción ha defendido a tan importante institución para la vida democrática, para la transparencia y por lo tanto contra la opacidad y para el cuidado de lo más básico: nuestra identidad.
El autor es exsecretario ejecutivo del Instituto Nacional Electoral (INE).