El malvado reclutamiento de las ‘escuelas del crimen’
Jonathán Torres
Édgar N fue acusado de asesinar, a sus 14 años, a 200 personas. Para entonces, las autoridades lo describieron como un delincuente con sangre muy fría. Sin embargo, la historia no era del todo cierta. “El Ponchis”, como lo conocían en los bajos mundos, confesó su participación en cuatro homicidios pero al mismo tiempo reveló algo que muy pocos consideraron importante: a sus 11 años fue ‘levantado’ por un cártel y obligado a consumir todo tipo de drogas.
Posiblemente, “El Ponchis” no fue la primera víctima reclutada por el crimen organizado (2010) pero, sin lugar a ninguna duda, no ha sido la última. Esta es una historia de la que se habla muy poco, pero ocurre todos los días. Es el reclutamiento forzado o voluntario de adolescentes y jóvenes a las mafias. En un país que ha vivido bajo un entorno de guerra desde hace ya muchos años, y al tiempo que los militares han asumido funciones de carácter civil, las redes criminales también han optado por contar con sus propios ejércitos privados.
Muchas son las modalidades que las mafias despliegan para capturar a adolescentes y jóvenes, pero su objetivo es absolutamente deleznable: alimentar la lealtad, generar pertenencia e identidad, desarrollar sangre fría en una ‘sociedad’ secreta, ilícita y asesina. Para ello, entre sus modus operandi está publicar anuncios en los periódicos, llamando desde lo que podría parecer un call center y lanzando posteos en redes sociales ofreciendo supuestos empleos de seguridad privada, bien pagados y hasta con beneficios laborales.
El reclutamiento del crimen organizado no se libra solamente en las ‘zonas del silencio’, en aquellas donde no entran ni militares ni periodistas; éste se ha desplegado en buena parte del país.
David Saucedo, reconocido especialista y consultor en seguridad, desmenuza algunas de las entretelas de esta perversa industria:
El reclutamiento al narco ocurre mediante diferentes dinámicas y circunstancias. Hace unos años, el narco reclutaba a través de la promoción de un credo. En algunas regiones del país, y al tiempo que el catolicismo perdía feligreses, el reclutamiento ocurría mediante un aparato pseudo religioso. El vínculo de un familiar o conocido con las mafias y un entorno violento en casa también han facilitado su incorporación. La ‘narco cultura’ es otro detonante.
Otro tipo de reclutamiento es mediante un modelo de franquicias, es decir, a través de asociaciones y pactos con mafias criminales locales que se incorporan a la red del cártel. De esa forma, la lealtad hacia una ‘marca’ no es vertical, es horizontal y ésta se profesa sobre todo hacia el jefe de plaza, quien tiene la zona alquilada, en renta, a favor de un cártel”, explica David Saucedo.
Pero, a raíz de la intensa batalla entre cárteles, estos recurrieron al reclutamiento masivo, forzado, vía ‘levantones’. Actualmente, el reclutamiento se ha recrudecido ante los frecuentes enfrentamientos entre bandas particularmente en Jalisco, Guanajuato, Zacatecas, Morelia, donde hay un intenso flujo de armas, drogas y tropas. En ocasiones, los sicarios llegan en camionetas a las canchas deportivas de algún lado y levantan a los chicos que están jugando pelota. También, se ubican a las afuera de una escuela, detectan a adolescentes y jóvenes con cierta complexión y van por ellos.
Por otro lado, los criminales recurren al incentivo económico y a una propuesta que en el fondo es un engaño. Ahora, se sabe del reclutamiento a través de una llamada telefónica que, aparentemente, proviene de un call center. El ‘gancho’ es un sueldo atractivo en labores de seguridad privada cuidando ranchos, como guardias de seguridad en un local comercial o en un fraccionamiento.
No hay data sobre la cifra negra de la economía del narco, pero esto es lo que hay detrás del proceso de reclutamiento: los salarios son variables en función de la plaza y del ‘trabajo’ que se realice, la captura de adolescentes y jóvenes ocurre en aquellas entidades expulsoras de migrantes, la paga oscila entre los 15,000 y los 25,000 pesos mensuales y, para quienes cuentan con algún grado de experiencia (ex policías), el sueldo puede ser mayor.
¿Cómo logran obtener la información de adolescentes y jóvenes? Esta es una hipótesis que comparte el experto en seguridad: en muchas bolsas de trabajo municipales, donde el narco controla todas las estructuras, hay cientos de nombres, direcciones y fotos registradas. Así, a través de esa base datos, se sospecha que los criminales obtienen toda la información de sus potenciales víctimas.
“Sin importar cuál sea la modalidad -impresa, digital, telefónica- se les hace saber que tendrán un salario muy alto, con horarios muy cómodos más prestaciones”, explica David Saucedo. “Se les convoca, se les atrae y finalmente se les informa que están siendo reclutados por el cártel y aceptan o son asesinados”.
El reclutamiento del narco, entonces, no es reciente. Lo que viene después y que está relacionado con las ‘pruebas de iniciación’ es atroz, perturbador, pero no es materia de esta historia. Quienes caen en las redes de las mafias tienen, en su mayoría, de 15 a 25 años.
Por si la desgracia no fuera suficiente, no hay cifras que permitan dimensionar la cantidad de adolescentes y jóvenes que han sido reclutados por el narco. Pero se estima en miles, al menos.
“Lo que se ha podido estudiar es que su trayectoria es mucho más larga en ser informantes. El sicariato está reducido a un pequeño número que tiene vínculos familiares con los líderes de la plaza. Por su edad y por sus condiciones cognitivas, los adolescentes y jóvenes tienen menos posibilidad de sostenerse en un combate”, dice Juan Martín Pérez, coordinador de Tejiendo Redes Infancia en America Latina y El Caribe.
Las soluciones a esta tragedia requieren de cambios estructurales, sistémicos, pero ninguna se ve cercana. Esto nos llevará años.
“La guerra es un negocio de millones de dólares y hay muchos que se benefician de ésta. No hay una salida única, pero la corrupción, los sobres amarillos y la impunidad siguen vigentes y, por eso, no hay ningún incentivo para acabar con esta realidad. La violencia se ha normalizado y éste es un drama de los muchos que hemos tenido y de los que van a venir”, advierte Juan Martín Pérez.
Algo debemos hacer. Nosotros no fuimos responsables de esto necesariamente, pero sí podemos ser corresponsables con el cambio y esto cruza, inicialmente, con lo que está a nuestro alcance: nuestras familias, nuestra comunidad, a través de la creación de redes de protección y de prevención para adolescentes y jóvenes.
Esta pesadilla nos puede pasar a todos en cualquier momento. Si no se anda en malos pasos, no importa. Puede pasar. Quedarnos en el pasmo no basta. Que el miedo nos dé cuenta de lo que no queremos perder y queremos proteger, pero tenemos que convertirlo en acción, cuando menos en lo que está a nuestro alcance.
**********
El 4 de marzo de 2011, el Comité de los Derechos del Niño de la ONU le pidió al Estado mexicano tener un registro de las niñas y los niños víctimas de reclutamiento, tipificarlo como delito, crear programas de desvinculación y de rescate, pero sobre todo trabajar en la construcción de paz, cambiar la estrategia de militarización y guerra, y abatir la impunidad. Hoy, nada se ha hecho. Ni los presidentes ni los militares han querido terminar con esta tragedia.