El antes y el después de los árabes

Carlos Martínez Assad

Hay eventos que han marcado la historia de los árabes y del Islam, la religión que difundieron –imponiéndola inicialmente– en buena parte del mundo cuando arrebataron al Imperio Bizantino sus posesiones en la franja de Siria y Palestina, así como en Egipto. Después, sobre Irán e Irak y gran parte de la Península Arábiga. Sin embargo, pese al avance territorial ese imperio fue derrotado hasta que llegaron los turcos, cuando los árabes eran expulsados de España en 1492.

Napoleón expresó con acierto lo que había sucedido: el cristianismo requirió 300 años para conquistar medio mundo y el Islam lo hizo en 20. Fue sorprendente que cuando Mahoma murió, ya su prédica había alcanzado del río Indo al Atlántico, del Sahara a los Pirineos y Asia Central. Fue con la dinastía de los omeyas que la nueva religión llegó hasta España desde mediados del siglo VII, pasando por la cuenca del Mediterráneo y, desde luego, el norte de África.

Una de las evidencias de su rápida expansión es que entonces ya había mezquitas, como la del Domo de la Roca en Jerusalem, construida en 691, y otras que la intolerancia ha estado a punto de destruir, como la de Damasco, que data de 707. En la batalla de Poitiers, en 732, el pueblo germánico en la antigua Galia (Francia) impidió la conquista musulmana del centro de Europa. Esa larga historia pasó por las Cruzadas, las guerras que ahondaron la división entre Occidente y Oriente. Recuérdese la presencia de Gran Bretaña, Francia, la Unión Soviética y Estados Unidos en numerosos y costosos episodios, como el desmembramiento del Imperio Otomano, algo que ocurrió hace 100 años y sin embargo continúa marcando a la región.

La vuelta a la historia de los árabes ha sido traumática por varias razones. La primera es que “dejaron de ser” luego de la expulsión de España hace cinco siglos y cuando volvieron a “serlo” ya no constituían una civilización o una gran nación, sino una veintena de países dispersos entre extensos desiertos. Se habían conformado en medio de guerras, de persecuciones, ocupaciones militares, movimientos masivos de personas y sobre todo por haber sido convertidos sus territorios en campos de batalla de las potencias imperiales.

Esa larga historia llena de grandes sucesos que marcaron el rumbo del mundo, sus contornos, de donde surgieron grandes pensadores y una gran propuesta cultural, parece reducirse a la exhibición de países con sus enormes riquezas, no como las representaba su mitología, con palacios y gemas preciosas, sino basadas ahora en sus grandes yacimientos de hidrocarburos, obviando su lado oscuro, el que hace referencia a las guerras y al terrorismo.

La magia de la tecnología con sus grandes cadenas de comunicación y redes puestas al servicio de la globalidad quieren dar una imagen de concordia que se relaciona momentáneamente, durante seis semanas, con el futbol, un deporte que une multitudes y que igualmente pone de manifiesto las diferencias sociales, políticas y culturales. La primera ocasión en que la contienda de la Copa Mundial se desplaza de Occidente al Medio Oriente que ha sido tan rechazado principalmente por motivos religiosos.

No obstante, ese espacio ficticio no logra sustraerse al mundo que lo rodea. En la inauguración del Mundial de Futbol en Doha, la capital del emirato de Qatar, en el estadio Al-Bayt sonreían el jeque Tamin bin Hamad Al Thani y el príncipe Mohamed bin Salmán de Arabia Saudita, haciendo a un lado las diferencias que los han opuesto en los años recientes. En ese contexto tampoco sorprendió la presencia de Tayyip Erdogan, quien guarda también un encono fuerte con el príncipe Salman por el asesinato del periodista Jamal Kashoggi en su embajada en Estambul.

No vi a algún ayatola, pero en el partido en que jugó el equipo de Irán, sus integrantes decidieron no entonar el himno nacional como protesta en contra el asesinato de Mahsa Amini, por no usar adecuadamente las vestimentas que le impone la ley islámica, y por la secuela de represión entre los manifestantes que exigen más libertades, colocándose de lado de las mujeres particularmente más agredidas.

Fue sorprendente que se permitieran vuelos de aviones de líneas no autorizadas a hacerlo sobre el espacio qatarí, por los problemas que han enfrentado; así que por primera vez desde Israel pudieron viajar israelíes y hasta palestinos que tranquilamente convivieron en la gran celebración.

En el mismo mes de noviembre se han dado fuertes enfrentamientos entre los kurdos y las fuerzas bélicas de Turquía. Un grupo de colonos judíos irrumpió en una localidad palestina del norte de Cisjordania, donde atacaron a habitantes y negocios con piedras y barretas de hierro, según reportes palestinos y un video tomado en el lugar. Más de 40 palestinos resultaron heridos. Es un nuevo hecho de violencia en Cisjordania, donde efectivos militares israelíes han estado efectuando redadas nocturnas para capturar a presuntos combatientes palestinos.

Israel rechazó el día 12 una resolución de las Naciones Unidas para solicitar a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) que se pronuncie sobre su ocupación y anexión de territorios palestinos y advirtió sobre una posible “escalada” de violencia. Por su parte, Israel rechazó enérgicamente la resolución la ONU, y Yair Lapid, el primer ministro saliente, dijo que “el camino para resolver el conflicto no pasa por los pasillos de la ONU u otros organismos internacionales”.

Un atentado con bomba en un paradero de autobuses en Jerusalén mató a una joven israelí y provocó varios heridos el día 22, y se dice que Hamas expresó su complacencia por el hecho. En días previos se reportó que civiles palestinos murieron por asfixia en enfrentamientos con las fuerzas israelíes también el día 12 en el puesto de control de Abu al-Rish, en Hebrón, en el sur de Cisjordania.

Ese conflicto tiene repercusiones más amplias si se sabe que el actual gobierno de Australia revocó la decisión del gobierno anterior de haber reconocido a Jerusalén Occidental como la capital de Israel, porque según la ministra de Relaciones Exteriores, Penny Wong, el país está comprometido con la propuesta de la existencia de dos Estados.

Con seguridad no será una Copa Mundial la que marcará una de las fechas del devenir de los árabes, y pese a los deseos del jeque Al Thani, la gente a la que se refería en su discurso inaugural no podrá poner de lado sus diferencias ni siquiera en las seis semanas de futbol. 

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