Eduardo Verástegui, punta de lanza de la ultraderecha en México

Bernardo Barranco V.

El cónclave de la ultraderecha internacional realizado en México los pasados 18 y 19 de noviembre fue organizado por la Conferencia Política de Acción Conservadora. Ahí se anunció que tienen planes de crear un partido de “derecha verdadera en México”, pues Acción Nacional, dijeron, no representa la agenda de un verdadero partido conservador. El PAN es vergonzante de una gran tendencia en la cultura política en el mundo. Eduardo Verástegui, organizador del evento, calificó al PAN como “derechita cobarde” y “acomplejada” para combatir “el aborto, el matrimonio homosexual y el comunismo”. Trató de provocar a los blanquiazules al ostentar que hoy en el mundo, ser de ultraderecha es un buen negocio político. Ahí están Fratelli d’Italia, de Giorgia Meloni; el Fidesz-Unión Cívica Húngara, de Viktor Orbán; Santiago Abascal con Vox, en España; el Frente Nacional, de Marine­ Le Pen, en Francia; el Partido Social Liberal de Jair Bolsonaro, de Brasil, y desde luego Donald Trump, en Estados Unidos.

Eduardo Verástegui fue ampliamente adulado en el foro por el expresidente Trump y proclamado próximo presidente de México por el diputado brasileño Eduardo Bolsonaro, hijo del actual presidente Jair Messias Bolsonaro. Verástegui, excantante, actor y modelo, es un apóstol del “bien común”, encarna los valores ProVida y es firme su militancia contra la llamada “ideología de género”. Presume ser un hombre de valores cristianos y ascéticos, dice llevar una castidad radical al no haber tenido relaciones sexuales en los últimos 17 años. Verástegui junto con otros actores, como Toño Berumen, representan una nueva generación de la ultraderecha en México. Dejan atrás los amargos rostros de los Serrano Limón, los Abascal Carranza, Guillermo Velasco Arzac y Bernardo Ardavín.

Eduardo Verástegui es un férreo opositor a la 4T y a AMLO. Durante el evento, acusó al presidente de debilitar la democracia mexicana y de permitir el avance “sistemático del socialismo global” en México, además de ser la cabeza de un gobierno que busca, presuntamente, limitar los derechos fundamentales de los ciudadanos.

Pareciera que la ultraderecha internacional deposita en Eduardo Verástegui la tarea de organizar a las derechas mexicanas y articular el objetivo de crear un nuevo partido en 2025, como marca la ley. ¿Si los evangélicos tuvieron dos intentos fallidos, por qué no la derecha católica? El objetivo es, al parecer, sencillo de explicar: la conquista del poder. Y el modelo para implantarla en nuestro país es el partido ultraconservador Vox, que tuvo un desarrollo y crecimiento vertiginoso en España.

El término “extrema derecha”, que tiene una connotación peyorativa, se refiere a movimientos reaccionarios que se consideran la verdadera derecha o la auténtica derecha y cuyos valores son el tradicionalismo, el nacionalismo, el autoritarismo, incluso el fascis­mo. Se oponen a la libertad y a la igualdad, y muestran desconfianza incluso violencia hacia los extranjeros (xenofobia).

Según Michel Winock, historiador francés, estudioso de la ultraderecha internacional, ésta tiene nueve características básicas:

  1. El odio al presente, considerado un periodo de decadencia.
  2. Nostalgia por una época dorada en el pasado.
  3. El elogio de la inmovilidad, consecuencia del rechazo al cambio.
  4. El antiindividualismo, consecuencia de las libertades individuales y del sufragio universal.
  5. La apología de las sociedades de élites; consideran como decadencia la ausencia de élites.
  6. Nostalgia por lo sagrado, ya sea religioso o moral.
  7. El miedo a la mezcla genética y al colapso demográfico: supremacismo.
  8. Censura de la moral, en particular a la libertad sexual y a la homosexualidad.
  9. Antiintelectualismo, intelectuales que no tienen contacto con el mundo real.

Amnistía Internacional advierte que el término “extrema derecha” es muy ambiguo, pues bajo ese calificativo suele encuadrarse a un gran número de movimientos, corrientes y partidos que tienen relativamente poco en común y que suelen ser, además, antinómicos, adversarios, incluso enemigos. Este término se utiliza, de hecho, para dos tipos de movimientos: primero, los calificados de “reaccionarios”, según la definición de la sociología de izquierda del término, presuntos partidarios de un retorno a un supuesto ancien régime; segundo, un conjunto de grupos identitarios, verdaderamente extremistas y potencialmente violentos.

Así, las distintas corrientes de filosofía política que han sido definidas como inherentes a la ultraderecha se refieren bien al nacionalismo, al populismo, al monarquismo, al supremacismo, al fascismo, o apuntalado muchas veces por sectores conservadores de las Iglesias y de las religiones.

El cónclave de la ultraderecha internacional en México reconoció que México es un país clave en el hemisferio. Depositaron en Verástegui la tarea de formar una verdadera alternativa de derecha. Vox creció gracias a la acción de dos organizaciones ciudadanas, CitizenGo y Hazte Oír, aliada al Yunque en más de 50 países, como parte de un operativo conspirativo internacional que destapó Wikileaks hace un año.

Las bases social y operativa de Eduardo Verástegui para formar un nuevo partido de ultraderecha en México están en El Yunque, organización semisecreta y complotista que tiene decenas de organizaciones de la sociedad civil, como YoInfluyo, los Tecos y los Legionarios de Cristo. Como Vox en España, pretende arrebatar importantes sectores ultraconservadores anidados en el Partido Acción Nacional. Vox sangró de manera significativa al Partido Popular, de José María Aznar.

A principio de la década de los ochenta, no recuerdo bien, la revista Nexos publicó un número especial sobre la derecha en México. No recuerdo con exactitud el título: “Al fondo a la derecha” o “Viaje al centro de la derecha”. Se preguntaba, entonces, por qué nadie se decía de derecha en este país, ni los panistas, y hasta era un insulto político declararse de derecha. La respuesta que se daba era el efecto político y cultural de la Revolución Mexicana y de la estricta laicidad. Una derecha derrotada en la historia: los conservadores en el siglo XIX y los cristeros en el XX. Ahora todos los caminos nos llevan al Yunque. En 2022 estamos en la antesala de que la ultraderecha política y religiosa salga del clóset. Y es una ultraderecha revanchista.

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