El final de la odisea

Francisco Ortiz Pinchetti

Muy acertado, justo, el título que Andrés Manuel piensa darle al que será su último libro de política, colofón de una de una colección que por cierto podría valerle pronto a nuestro Mandatario el Premio Nobel de Literatura.

El tabasqueño, a quien le fue dado también el don de la escritura, debe conocer perfectamente el significado correcto de Odisea –más allá de ser el nombre del poema mayor de Homero–, porque en efecto es lo que define más cabalmente su larga trayectoria en la vida pública que culminó con la Presidencia de la Republica.

Según la Real Academia Española (RAE), odisea tiene dos acepciones:
1. f. Viaje largo, en el que abundan las aventuras adversas y favorables al viajero.
2. f. Sucesión de peripecias, por lo general desagradables, que le ocurren a alguien.

En mi modesta opinión, cualquiera de las dos define de alguna manera la historia de un personaje fuera de serie que un día salió de su Macuspana para peregrinar durante años y años por los caminos de México antes de lograr su cometido histórico, el de encabezar una nueva transformación, la cuarta, de esta Nación prodigiosa por su aguante.

Fue el suyo en efecto un viaje largo en el que abundaron las aventuras adversas y escasearon las favorables, antes de arribar a la culminación de su destino. Sufrió una sucesión de peripecias muchas de ellas desagradables, sí, que alguna vez estuvieron a punto de hacerlo claudicar de su misión. Sin embargo, Andrés alcanzó finalmente su meta e inició en 2018 la tarea que le había deparado el destino y que pronto llegará a su culminación.

Presenciamos en efecto el Fin de la Odisea; pero con un sentido de grandeza, diría yo. De epopeya: “Poema extenso que canta en estilo elevado las hazañas de un héroe o un hecho grandioso, y en el que suele intervenir lo sobrenatural o maravilloso”, define la RAE. Eso será sin duda el libro que nos anuncia el Maestro.

Seguramente su editor se soba ya las manos ante las posibilidades económicas que ofrece la publicación de una obra de tales características, que será una especie de legado histórico de quien fue capaz de guiar a este país de manera ejemplar para llevar a su pueblo en solo seis años al Estado de Bienestar.

Según ha anunciado, en esa edición que habrá que apartar con mucho tiempo de anticipación en la librería, hará revelaciones sensacionales y sorprendentes que hasta ahora se ha reservado seguramente por razones de Estado. Entre ellas, según intuyo, podría estar el relato sobre la forma en que Andrés llegó a un pacto de impunidad con el expresidente Enrique Peña Nieto, por ejemplo. ¿O qué podrá ser?

El problema que enfrenta ahora el Presidente es precisamente culminar su tarea antes de llegar al final de la odisea, que ya está demasiado cerca. Le urge. Y en ese último tramo está lleno también de vicisitudes que precisamente definen ese concepto.Todo por fortuna está bajo control.

El asunto del aeropuerto que no despega ya está a punto de solucionarse. Con el arribo al Felipe Ángeles del Primer Ministro canadiense Justin Trudeau, y probablemente también del mandatario estadunidense Joe Bien (que siguen de necios usando aeronaves oficiales que no tiene ni Obama) para asistir a la cumbre de América del Norte, en enero próximo, el mundo entero constatará que el aeródromo de Santa Lucia es confiable y muy moderno y la líneas aéreas se disputaran la posibilidad de realizar ahí sus operaciones.

Por si hiciera falta, el aumento al DUA (Derecho de Uso Aeroportuario) decretado por el mismo AMLO con evidente intención, para el vetusto aeropuerto Benito Juárez, hará que los viajeros opten masivamente por realizar sus salidas y llegadas a Ciudad de México a través del flamante AIFA, por bueno, bonito y barato.

Lo demás es cosa de tiempo. Un año. El propio Andrés Manuel anunció ya que la refinería que no refina estará refinando los primero barriles de petróleo a finales de 2023. En tanto el Tren Maya pasara por encima no solamente de la oposición de los ecologistas, de los amparos, de los cenotes y de los vestigios arqueológicos sino también de toda normatividad para estar circulando a todo vapor… también para las postrimerías del año próximo.

Ya lo dijo Andrés Manuel López Obrador.

Y ya sabemos que todo lo que dice es verdad, aunque no sea cierto. Lo suyo es la honestidad, la franqueza, la espiritualidad, la bonhomía; el no-mentir-no robar-no traicionar-al-pueblo.

Por lo demás, asegura el tabasqueño, la Economía mexicana tomará vuelo montada en una moneda firme como nunca y a pesar de los presagios negativos de todas las consultorías internacionales y el propio Banco de México. Ahora creceremos conforme lo disponga el señor Presidente, que para eso tiene sus propios datos.

Llegará por fin el arrepentimiento de aquellos criminales que han optado por el delito, conmovidos ante la política de abrazos y no balazos postulada por nuestro Pastor. Miles y miles de jóvenes dejaran a un lado las tentaciones que les ofrece el crimen organizado (dólares, vehículos, placeres, lujos, armas, poder), blindados con el apoyo de las becas que ahora reciben del Gobierno aunque no estudien ni trabajen y que les sirven… para comprar sus chuchulucos.

Respecto a la salud, eso ya está arreglado: antes de doce meses, reiteró hace unos días Andrés Manuel, México contará con un sistema de salud comparable al de Dinamarca, “o mejor” (SIC), que asombrará al mundo entero. Habrá hospitales de primer mundo, servicios médicos especializados y medicamentos para todos, al más alto nivel y totalmente gratuitos, en todos los rincones de la República Mexicana. Se acabarán las filas, las esperas, las negativas, los moches, las deficiencias propias del conservadurismo. Lo dijo, conste, el 27 de diciembre, un día antes. No fue ninguna inocentada.

Veremos pronto, en suma, el fin de la odisea, que no es otra cosa que el advenimiento de los que nuestro querido Presidente llama Estado de Bienestar para todas y todos las mexicanas y los mexicanos (como se dice ahora), lo que ha sido su único anhelo, su sueño a lo largo de toda una vida dedicada a hacer el bien, a servir a su pueblo sabio.

Todo eso y más, antes de que finalice el 2023. Y también, casualmente, cinco meses antes de que se celebren las elecciones presidenciales de 2024. Válgame.

DE LA LIBRE-

FELIZ AÑO. Razones de sobra –que no tienen nada que ver con lineas de arriba, conste– tenemos para esperar un grandioso 2023. ¡Que lo sea para todos!
@fopinchetti

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