La agonía de Trump
En mi pueblo existe la creencia de que hay un momento de vida plena antes de morir. Es como un resucitar adelantado antes de continuar con la agonía; como si la muerte nos cumpliera el último deseo, la última cena o el último suspiro para después mandarnos a un coma doloroso del purgatorio con signos vitales. Solo pasa cuando se tiene una transición lenta entre la vida y la muerte, cuando hay calvario y angustia, cuando se paga aquí parte de las deudas que se cobran en el más allá. Pero no hay de esto cuando hay un final abrupto, inesperado y nada anunciado; el secreto aquí es, como dicen los más entrados en años, revivir para morirse.
No son patadas de ahogado, es una lucidez que ni los médicos terminan de entender. Lo mismo pasa cuando se está al borde de una muerte política. Un reflejo consciente de luz antes de la oscuridad eterna. ¿Será esto lo que defina la candidatura de Donald Trump en su camino a la presidencia?
A principios de 2022, el republicano tuvo su gran regreso a la política, después de haber perdido las elecciones de 2020. Los precandidatos acudían a Florida a cortejar su respaldo. Le suplicaban que le permitiera usar su nombre en las campañas y lo invitaban a mítines masivos para asegurar el abanderamiento oficial del partido en las primarias. Sabían que había múltiples investigaciones en su contra, pero lo percibían —con conveniencia o convicción— como un mártir, el blanco de la persecución demócrata o el árbol que no caía ni se dejaba hacer leña.
Por meses atizó un fuego que parecía listo para convertirse en el mismo incendio que lo llevó años atrás a la Casa Blanca. Sus apadrinados políticos ganaron las primarias y lideraron los sondeos hasta el día de la elección general. Luego, como si fuera un capricho de la Parca, todo cambió. El viento apagó las brasas. Se acabó su momento. Los aliados perdieron y el Partido Republicano se tambaleó. Los que lo buscaban levantaron los brazos en señal de indignación y dejaron de sostener el pedestal en el que lo habían cargado. Cayó de pie, como gato, y anunció la campaña para la reelección como presidente en el 2024.
No sorprendió. No se resigna a soltar el poder ni que lo hayan obligado hacerlo. No le reconforta ni la conspiración de fraude que ha avivado por dos años, a pesar de que las irregularidades están en su conciencia y no en las boletas. Pero desde noviembre está callado. No sabemos si está en esa agonía o emprendiendo el vuelo.
Lo cierto es que ya no impone como ayer. Los republicanos que antes temían plantarle cara ya no dan un paso atrás. Son varios los que se soban las manos mientras hacen “exploraciones” antes de animarse a lanzar campaña y lo hacen con descaro, en su cara, a pesar de su anuncio presidencial. Tampoco le solapan tantas investigaciones ni le alcahuetean tantas derrotas jurídicas, casos de fraude y otras indagaciones electorales.
Pero con Trump no se puede dar el silencio por sentado; solo puede ser dos cosas: agonía o estrategia. Esta campaña se convierte en su funeral político o marcará ese regreso triunfal que tienen los que por un momento disfrutan de la lucidez de las últimas veces en el poder, cuando le ganan, aunque sea por cuatro años más, a esa muerte anunciada.
Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística. Es la fundadora de Conecta Arizona, la productora del podcast Cruzando Líneas y la coproductora y copresentadora de Comadres al Aire. Es becaria Senior programa JSK Community Impact de Stanford, The Carter Center, EWA, Fi2W, Listening Post Collective, Poynter y el programa de liderazgo e innovación en periodismo de CUNY, entre otros.