El excesivo dinero público a los partidos

Héctor Melesio Cuén Ojeda

Una de las prioridades de la nueva legislatura federal que tomará protesta dentro de un año, será reducir el excesivo y ofensivo financiamiento público a los partidos políticos. La razón que le dio origen a los cuantiosos montos de financiamiento -equilibrar las condiciones de la competencia-, ya no justifica el derroche inmoral que vemos año tras año.

De hecho en México el resultado electoral más común ya es la alternancia política. Por ejemplo, en lo que respecta a la elección presidencial, el porcentaje de triunfo de la oposición en los últimos 25 años ha sido del 75%. Y esta dinámica definida por los especialistas como el “péndulo del poder”, se está observando también en todo el continente americano.

Hace unos días, en una entrevista para Radio Fórmula, el especialista en procesos electorales, Daniel Zovatto, nos recordaba que en las últimas 17 elecciones presidenciales en Latinoamérica, en 16 ha ganado el candidato opositor, siendo la excepción Paraguay con el refrendo que hizo este año el mítico Partido Colorado.

Pero hay que enfatizar que para lograr que en México se pueda reducir este financiamiento, se necesita una mayoría calificada en ambas cámaras federales, pues la fórmula que establece el monto de financiamiento a los partidos está inscrita (¿protegida?) en el artículo 41 de la Constitución, que establece un método que implica multiplicar el padrón electoral (98,251,134 millones) por el 65% del valor de la Unidad de Medida y Actualización, UMA: 103.74 pesos= 6,609,787,227.00 pesos.

Debido a que el próximo año es electoral, hay que sumarle a eso un 50% como “apoyo” para gastos de campaña= 3,304,893,614.00 pesos. Más 198 millones para “actividades específicas”: 1) Educación y Capacitación Política, 2) Investigación socioeconómica y política, y 3) Tareas Editoriales; y otros 198 millones para el “Desarrollo del liderazgo político de las mujeres”. En total serán 10,444,157,311.00 pesos. Y dado que la fórmula se homogenizó en los estados, debemos multiplicar esa cantidad por dos. De ahí surge lo que nosotros llamamos el doble financiamiento.

En un país con las carencias que tiene México, ¿se justifica un gasto de esa magnitud para el sostenimiento de los partidos políticos? ¿No es el momento de revisar críticamente este modelo partidista y evolucionar a uno menos dependiente del dinero público y más abocado a subsistir con las aportaciones de los militantes y la generación de recursos propios?

El Partido Sinaloense ha sido el único partido que en su momento ha logrado reducir el financiamiento a los partidos. Como diputado, me tocó meter un recurso ante la Suprema Corte cuando ilegalmente el Congreso del Estado, al homologar la fórmula de financiamiento, aumentó el porcentaje como factor de la UMA del 65 al 75%.

Con el paso del tiempo, la Suprema Corte le dio la razón al PAS y avaló la acción de inconstitucionalidad que interpusimos para echar abajo el agandalle de la mayoría parlamentaria de ese entonces.

En el PAS todo nuestro discurso siempre está acompañado de hechos. Por eso en su momento promovimos y presentamos una iniciativa ciudadana de reforma constitucional a la fórmula de financiamiento público, que tenía como base dos objetivos:

  • Eliminar el doble financiamiento (incluso había estados que tenían triple financiamiento -el municipal-, como Sinaloa).
  • La reducción en la fórmula para calcular el presupuesto: una reducción importante, porque bajaría del 65 al 30% la ponderación de la UMA.

Fue el 10 de octubre de 2018, cuando un servidor y el Dr. Víctor Antonio Corrales Burgueño, en nuestra honrosa calidad de representantes de los 220,258 sinaloenses firmantes de la iniciativa ciudadana, presentamos ante la Cámara de Senadores una urgente iniciativa relativa a la eliminación del doble financiamiento para los partidos políticos nacionales.

La iniciativa sigue durmiendo el sueño de los justos en la congeladora del Senado. Pero el próximo año debe ser una prioridad para la LXVI Legislatura. En 30 años hemos pasado de la aprobación de un financiamiento de 127 millones para todos los partidos en 1994, a los 10,444 para el próximo 2024.

México tiene muchas necesidades, deudas sociales y renglones urgentes que atender, como para dilapidar sus recursos en el mantenimiento de la clase política, que deberían vivir para la política y no de la política. Urge cambiar las prioridades para poder transformar a México. Y esa visión debe reflejarse en el presupuesto. Parafraseando al insigne Carlos Monsiváis: convicción que no se refleja en el presupuesto, es pura demogogia.

Excelente inicio de semana.

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