Marchas sin partidos no ganan elecciones: 1988, 2000 y 2018
Carlos Ramírez
La protesta social callejera contra decisiones institucionales tomadas en las estructuras legislativas constitucionales tendrá efectos menores en la congelación de una parte o toda la reforma del Plan B electoral. La posibilidad de una alternancia no radica en el número de marchas callejeras, sino en la configuración de tres condiciones ineludibles: un liderazgo político único, partidos políticos fuertes y con estructuras y masas y una organización territorial a nivel de gobernadores.
La centralización de la protesta política en el Plan B no provocó reacomodos en las masas de votantes, con la circunstancia agravante de que el apetito del poder atomizó el liderazgo opositor en casi una veintena de corrientes que será imposible que se pongan de acuerdo para definir un candidato presidencial único, para repartirse posiciones de poder y para llevar votantes en masa a las urnas.
La movilización opositora tuvo un momento –casi un instante– en el que abrió la posibilidad de reproducir una movilización como la del Frente Democrático Nacional de 1988: cuando el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano aceptó participar en el nuevo movimiento Méxicolectivo, pero el aparato de poder se movió para desanimarlo.
Los promotores de la marcha del 13 de noviembre y de ayer domingo 26 de febrero –la Coparmex y el empresario Claudio X. González– fueron rápidamente desplazados por el bloque electoral salinista encabezado por el INE. Hasta el domingo, los opositores que comenzaron a pulular alrededor de la marcha enviaron el mensaje de que será imposible una cohesión en torno a alguna candidatura presidencial en 2024. La lista de agrupamientos no garantiza una unidad política:
- La coalición Coparmex-Señor X.
- La alianza PRIANREDE que ya se deslindó del Señor X.
- El liderazgo emergente del expresidente Felipe Calderón por el juicio contra Genaro García Luna.
- El INE de Lorenzo Córdova Vianello y Ciro Murayama Rendón, aunque ya los dos como patos cojos porque abandonarán el Instituto el 3 de abril y porque el Plan B aprobado en el Congreso les cerró las llaves del uso presupuestal para campañas antilopezobradoristas.
- La embajada de Estados Unidos en México que repite los modelos de John Gavin y Carlos Pascual alimentando a la Casa Blanca con informaciones sesgadas y apoyando a grupos opositores al gobierno mexicano.
- La Conferencia del Episcopado Mexicano que se salta por las trancas la Constitución y se ha convertido en un grupo de poder político terrenal explotando la fe de los mexicanos que por cierto ha venido decreciendo en los últimos años.
- El periódico The New York Times porque se ha prestado a moverse en los tiempos políticos de la oposición para construir críticas contra el gobierno mexicano.
- La embajadora eminente Martha Bárcena y su esposo Agustín Gutiérrez Canet que están reproduciendo el juego de 1995 cuando utilizaron al expresidente Carlos Salinas de Gortari para sembrar en México la información perversa de que se estaba preparando un golpe de Estado contra el presidente Zedillo.
- El partido Movimiento Ciudadano que anda en busca de huecos para capitalizar divisiones opositoras.
- Los presuntos candidatos independientes que carecen de bases y de masas, pero que podrían colarse en la larga lista de suspirantes.
- Los frentes amplios de grupos destripados en los partidos opositores y que venden membretes de nombres de militantes que son cartuchos quemados.
- La prensa crítica al lopezobradorismo que ha pasado de la información objetiva a la militancia
- El grupo Unid@s que comanda el salinista Carlos Medina Plascencia y que busca desplazar al PRIANREDE en la candidatura.
- Y una clase media temerosa de las movilizaciones populistas de Morena, pero que responden a filias y fobias sentimentales y que carecen de bases sociales.
El común denominador de estas formaciones opositoras es la falta de un común denominador y la imposibilidad práctica para definir un candidato presidencial opositor único para 2024.