Se acabó tiempo y Biden no supo aliarse a AMLO; reelección en riesgo

Carlos Ramírez

Mientras México estableció una agenda articulada de temas prioritario del proyecto lopezobradorista transexenal, Estados Unidos cometió el error estratégico de operar una agenda unilateral migratoria y las consecuencias están a la vista: Palacio Nacional abrió el camino libre a migrantes rumbo a EU y la Casa Blanca cargará con el peso político y social de la represión a personas que irrumpen sus fronteras.

En Washington nunca han entendido que sus intereses de seguridad nacional a veces no son los mismos de países como México que tienen intereses nacionales prioritarios que requieren ser tomados en cuenta, aunque a veces las propuestas mexicanas carezcan de racionalidad y de entendimiento mutuo, pero que en los hechos tampoco pueden ser desdeñadas como ha ocurrido desde siempre.

La crisis de migrantes en la frontera México-EU destruyó –como era inevitable por esta u otras razones– el demagógico Espíritu Bicentenario, porque en el fondo la Casa Blanca aceptó ese modelo para imponer su visión unilateral de seguridad nacional estratégica y no ha querido cambiar su criterio de que México puede ser un socio funcional a una nueva relación de vecindad.

Como un mensaje perdido en las múltiples informaciones del miércoles 10 de mayo, el día anterior a la terminación del título 42, México abrió su frontera sur para el cruce de migrantes centroamericanos con rumbo a Estados Unidos y otorgó facilidades que sin duda causaron enojo en la Casa Blanca, pero sin entender que fue una señal de que Estados Unidos no está razonando el papel que juega México en la crisis migratoria para que se convirtiera en un factor de presión de centenas de miles de migrantes que están aglomerando en la frontera estadounidense del sur, sin duda la más importante en términos estratégicos y de seguridad nacional de EU.

El único que ha entendido el carácter especial de México en las relaciones estadounidenses es el embajador que Ken Salazar, pero con indicios muy concretos de que la estructura de los halcones de Washington en realidad no representan un enfoque estratégico y de seguridad nacional sino que responden a criterios estrictamente burocráticos de los departamentos que tienen que ver con México: Estado, Defensa, Seguridad Interior, Consejo de Seguridad Nacional, USAID, CIA y las alas de las dos cámaras del Congreso por cuyas comisiones pasan los temas mexicanos.

El presidente Biden había designado al inicio de su administración a la vicepresidenta Kamala Harris como encargada de la crisis fronteriza, sobre todo porque su cargo tiene que ver con la gestión de los hilos de seguridad nacional, pero también porque la funcionaria había sido fiscal en el Gobierno de California y había tenido que lidiar con las primeras expresiones violentas de los cárteles mexicanos. Sin embargo, muy pronto Biden desplazó a la vicepresidenta Harris y le entregó el control de la agenda México a un Departamento de Estado en manos de una burocracia de tercer nivel y a un Consejo de Seguridad Nacional sin enfoque estratégico del carácter de las relaciones bilaterales.

Nadie en Estados Unidos –y menos en México– se preparó para el momento de terminación del Título 42 y los dos países fracasaron en estrategias de desarrollo económico que nunca pudieron hacer funcionar y que se perdieron en la corrupción de los países al sur del río Bravo.

El presidente López Obrador centralizó la toma de decisiones con EU en Palacio Nacional y utilizó al canciller Marcelo Ebrard como una maniobra de distracción y sin autoridad para tomar decisión.

En este contexto, asistimos a una crisis anunciada que nadie quiso o se atrevió a encararla con decisión.

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