Ecos de una alternancia mexiquense incierta
Bernardo Barranco V.
A dos semanas de la elección, el Estado de México ya no es el mismo. Reina la incertidumbre ante cambios inminentes en la conducción política de la entidad.
La alternancia representa no sólo un recambio en el poder sino un enorme reacomodo en la estructura administrativa y de gestión del gobierno mexiquense. Las cuotas y los amigos morenistas no pueden garantizar un buen desempeño. En 2018 muchos municipios que ganó Morena resultaron un verdadero desastre al grado que fueron castigados en las elecciones federales de 2021. Morena ha ganado simpatizantes y militantes, pero carece de cuadros técnicos competentes para remplazar una enorme burocracia corrupta y mañosa que se ha reproducido durante 94 años. Vicente Fox en 2000, ante este reto, convocó a despachos headhunters para allegarse de nuevos talentos y cuadros aptos en su gabinete ampliado. El experimento resultó en una calamidad.
Se presenta una enorme perplejidad entre los miembros de la alta burocracia mexiquense. La elección en favor de Delfina va a desmoronar los circuitos de mando y de conducción sistémico del poder. Baluartes universitarios temen un éxodo de burócratas, aún con poder, para convertirse en improvisados académicos e investigadores. Los espacios académicos se catequizarán en refugios temporales de la antigua alta burocracia. Está en duda la viabilidad del mismo PRI que recibía cuantiosos recursos del presupuesto para sostener un partido hegemónico. Todo el tablero del poder mexiquense se revolverá, a veces de manera caótica, para dar paso a una alternancia hasta ahora inédita.
La derrota de junio 2023 ha arrojado numerosos reproches entre los diversos actores de la Coalición Va por el Estado de México. Ha transferido culpas con tonos escatológicos. Siguiendo la lectura de San Jerónimo sobre el Apocalipsis, se reparten pecados como globos en kermés. El principal inculpado es el gobernador mexiquense Alfredo del Mazo Maza. Sectores del PRI local y nacional lo han señalado como culpable de la catástrofe priista en las elecciones. Alito Moreno, presidente nacional del PRI, lo imputó de darle la espalda al PRI en Edomex, de haber “traicionado a la militancia del tricolor”. Con resentimiento sentenció: “Hay que tener carácter y hay que decirlo como es: hay que estar echados para delante y si necesitaba carácter, pues yo le hubiera prestado un poco”.
La normatividad electoral sanciona cualquier intervención de los gobernadores en los procesos electorales. Alito reclamó no haber ejecutado acciones para favorecer a su candidata. En una extensa entrevista con Reforma, el exgobernador César Camacho Quiroz justificó el comportamiento de Del Mazo. Dijo: fue ante todo institucional. Señaló que Del Mazo tiene la obligación como gobernador de hacer valer la legalidad y la institucionalidad. Jamás entregó la plaza y reiteró: “Hay algunos que sugirieron que hiciera algunas cosas que puedan estar al margen de la ley”.
Los priistas resentidos ¿le reprochan a Alfredo del Mazo no haberse prestado al fraude electoral como lo hicieron los anteriores gobernadores? Del Mazo, en entrevista con López-Dóriga y Roberto Zamarripa, argumenta que no sólo no abandonó a Alejandra del Moral, sino que el comportamiento electoral del PRI se mantuvo estable en la entidad. En todo caso, sus socios aliancistas se derrumbaron. El PAN prometió un millón de votos y no alcanzó los 600 mil. Por su parte, el derrumbe del PRD fue escandaloso al no alcanzar siquiera 3% para mantener su registro.
Marcado por la sombra de la corrupción, el PRI perdió músculo electoral y territorialidad. El gobernador no ha hecho bien las cuentas en el Edomex, sobre todo a nivel porcentual. El PRI ganó la gubernatura en 2011 con tres millones 17 mil 588 votos; es decir, 61.9% con Eruviel Ávila. Alfredo del Mazo en 2017 tuvo dos millones 40 mil 491 votos, el 34%. Y Alejandra del Moral con sus aliados se llevó un millón 750 mil 795 votos, 28 %. En 2011 la lista nominal era de 10 millones 727 mil 562 ciudadanos y ha ascendido a 12 millones 700 mil en 2023. Haga usted las cuentas de la ruina.
En las entrevistas concedidas por Del Mazo impugna a Alito de “ingrato”. Le recuerda que llegó a la presidencia del PRI con el apoyo mexiquense. Le revira querer dividir a la militancia priista en la entidad. Revela diferencias políticas con Alito al pretender imponer la candidatura de Ana Lilia Herrera, así como diferencias con el PAN al coquetear con el controvertido Enrique Vargas. Por su parte Marko Cortés revota la bolita. El dirigente del PAN culpa a los electores por no haber participado masivamente en esta elección vital.
La elección mexiquense deja varias preguntas flotando en la agenda política ¿Podrán Delfina y Morena cumplir las expectativas de cambio que prometieron en las campañas electorales? ¿Hará efectiva la promesa de erradicar la corrupción y los abusos de poder de actores afines al grupo Atlacomulco? ¿Se pondrá fin al quebranto de hacer negocios desde el poder?
También queda de manifiesto una fractura entre Alito Moreno, dirigente del PRI nacional, y el Grupo Atlacomulco. De cara a las elecciones de 2024, dicha fisura es una calamidad política para la oposición.
El lunes 5 de junio, mientras digeríamos las diversas aristas de la elección mexiquense, el presidente se reunió con los aspirante morenistas a la Presidencia de la República para poner orden en el tablero sucesorio. La elección del Edomex y Coahuila son historia. Mientras la oposición sigue poniéndose de acuerdo, AMLO empuja el proceso de selección interna. Sabe que la oposición no representa una amenaza inmediata, el peligro está adentro. Los riesgos de fractura son latentes. Por ello hay que poner orden. La ruta está trazada, a la manera de cómo Delfina Gómez se adelantó a todos en julio de 2022. Ahora buscan elegir, de manera eufemística, al “coordinador de la Defensa de la Cuarta Transformación”. El Edomex ha quedado atrás y ya no será mismo.