Frente anquilosado por México
Don Porfirio Salinas
En este espacio en su momento criticamos la creación de Va por México en 2021, antecedente del Frente, argumentando que una unión formal de los partidos tradicionales antagónicos al gobierno solo reafirmaba los señalamientos de contubernio que por tantos años hizo el actual presidente.
También aquí hemos sido críticos de muchas acciones del Frente, impulsadas por los históricamente deslegitimados dirigentes de los partidos integrantes y algunos representantes empresariales menores, en contrasentido a la democracia, pero a favor de sus intereses personales.
En la antesala de los procesos electorales de 2024, parecía ya inevitable competir como Frente por la inercia generada. Sin embargo, el proceso interno de selección de candidatura presidencial parecía ir por buen camino.
Ante la sensación de vacío opositor, se registraron como aspirantes varias figuras, no todas confiables, pero algunas sí de gran trayectoria y prestigio. Nombres como Beatriz Paredes o Ildefonso Guajardo del PRI, y hasta cierto punto Creel del PAN, bastaban para dar el beneficio de la duda.
Con la irrupción de Xóchitl Gálvez, posicionada súbitamente por el presidente sobre todo, y después por algunos comentócratas animados por sus mecenas, se dio la ilusión de mayor brío en la contienda de la oposición.
El espejismo hizo que varios se fueran con la finta de tener una sola figura competitiva, olvidándose de los demás contendientes. Otros, los más informados, sabían que había otra figura competitiva, incluso más por basar su campaña en trabajo de campo, y no solo en redes sociales.
Esto generó que no pocos de los comentócratas, animados por sus patrocinadores, empezaran a llamar públicamente por la declinación de los aspirantes en favor de la que llamaban “la única figura competitiva”; sin entender que solo debilitaban el proceso del Frente. Después se arrepintieron.
Pero el proceso siguió su cauce, hasta quedar en dos aspirantes: Beatriz y Xóchitl. Para algunos era sorpresa Beatriz; para los conocedores, era natural después de un año de intensos recorridos por el país para construir bases y estructuras de apoyo, algo que sabe hacer de sobra y que demostró con los 12 millones de votantes que generó para el PRI en las elecciones de 2012.
Y fue justo aquí cuando empezó a resquebrajarse el proceso del Frente. Al parecer, un proceso democrático y sanamente competitivo puso nerviosos a muchos, empezando por los líderes partidistas y lo representantes empresariales que creyeron ser dueños del Frente.
Es curioso que cuando por fin el frankenstein de Frente daba señales sanas de un proceso interno efectivo, a pesar de los vicios de origen con los que fue diseñado, sus jerarcas decidieran replicar las actitudes impositivas que tanto han criticado en el presidente, y en el proceso de la 4T.
Pareciera que esos mismos jerarcas del Frente se habían ido con la finta de que su propia favorita era la única competitiva; para eso habían invertido tanto. Al ver la realidad, juzgaron mejor incidir negativamente en el proceso: hágase la democracia en la yunta de mi compadre.
Fueron muchos los momentos en los que trataron de meterle el pie a los aspirantes que le competían a su favorita; y en particular, a la aspirante que realmente estaba dando la batalla, demostrando no solo solidez intelectual, sino maestría política y conocimiento electoral.
En la organización de los debates se dio una serie de privilegios a una persona, en detrimento de los demás. Entrega tardía de guías de temas a los otros aspirantes, cambios repentinos de preguntas de preparación, negar acceso a acompañantes de apoyo, y un largo etcétera.
Se cambiaron de última hora acuerdos clave para la correcta conducción del proceso. Uno de los más importantes fue la imposición final de una encuestadora a modo, después de verse apabullados por el inesperado empate técnico entre las dos aspirantes en la primera encuesta de vivienda.
Todo esto era posible gracias a que una de las principales reglas del proceso del Frente fue que los representantes de los aspirantes en la mesa eran meros testigos presenciales de las decisiones de los jerarcas. No podían opinar ni incidir, solo recibían lo acordado y lo transmitían a los aspirantes.
Convenientemente, hacia afuera mandaban el mensaje a través de sus comentócratas de dudas sobre la legitimidad de la fuerza y apoyo de Beatriz, incluso insinuando contubernio con Morena y acarreos indebidos del PRI, cuando en la realidad, Alito hizo todo lo que pudo para obstaculizarla. Eso sí, de los negativos reales de la favorita, ni media palabra. ¿Para qué hacer olas, no?
Al ver que la favorita no era tan competitiva como pensaban, buscaron plantar la idea de que había mucha distancia entre las dos aspirantes. Aunque los números públicos, incluso de las encuestadoras que solían magnificar a la favorita, daban un claro empate de ambas en los careos contra la 4T.
Y así llegó la debacle de la semana pasada, cuando Alito, en claro acuerdo con Marko y los “empresarios”, salió a presionar públicamente a Beatriz para declinar en el peor momento del proceso.
En esta estocada final, fue clave la encuestadora a modo impuesta por los jerarcas. Mágicamente, publicó resultados el miércoles 30 antes del cierre del día, a pesar de que ese justamente era el último día de levantamientos en vivienda. Becerra debe ser la única en el mundo capaz de procesar datos en tiempo real, y hasta anticipados, una habilidad nada menor.
Fue demasiada la preocupación de Alito de perder poder en el PRI ante la fuerza de Beatriz, y demasiado el temor de los jerarcas en su conjunto de que a Beatriz no la podrían manejar a placer.
Si así pretendemos dar la pelea a Morena, estamos jodidos. Los jerarcas podrán maquillar realidades al interior del Frente, pero es imposible replicarlas afuera. El Frente perdió, no solo en las formas sino en el fondo. El presidente, una vez más, ganó al caer todos en su juego.
Este proceso pudo ser el gran legitimador de la oposición, donde la que ganara habría salido verdaderamente fortalecida. Ya el tener dos mujeres era un logro. Pero ahora, en el mejor de los escenarios, se augura un efecto muy similar a Josefina en 2012 y Meade en 2018.
Y mientras tanto, el presidente y su proceso circense de selección siguen avanzando sin esfuerzo. Total, la propia oposición se esmera en confirmar lo que por años ha criticado de ella.