La candidatura de López Gatell

Rafael Cardona

Cuando Hugo López Gatell, exsubsecretario de Salud y personaje central en el desastre de la epidemia del Coronavirus en México (no digo pandemia, porque tal término engloba el resto del mundo), anunció su intención de contender por una candidatura al gobierno de la ciudad de México bajo la bandera de Morena, la explicación desde fuera fue muy sencilla: busca la inmunidad parlamentaria a través del fuero constitucional, porque en su contra se han alzado demandas de justicia de los deudos de las personas afectadas o fallecidas por su incompetencia.

Pero esa condición de ineptitud no le corresponde nada más al doctor HLG, sino a todo el gobierno federal, si nos atenemos a esta añeja declaración del presidente López Obrador expuesta el año pasado, cuando ante las demandas presentadas al Ministerio Público por la negligencia médica criminal, el Ejecutivo le puso el pecho a las balas para proteger a su servil colaborador:

“… Se me hace una gran injusticia, una campaña de desprestigio, porque qué va a hacer el Ministerio Público o el juez. Y no es nada más, el doctor Hugo, es el presidente, es el secretario de Salud, todos iríamos a la cárcel. Todos somos Hugo…” No todos, diría alguien.

Con ese aval, y sin oportunidad alguna de ganar la candidatura, López Gatell peregrina por radiodifusoras y busca entrevistas, porque necesita espacio y tiempo al aire para defenderse y promoverse, no para ganar el gobierno, sino para salvar el pellejo. Lo hace discursivamente bien, dentro de su cantinflesco estilo, pero sólo ante quien carezca de dos dedos de frente y sea capaz de tragarse sus patrañas justificantes.

Cuando ante el alias de “Doctor muerte” dice engallado: en todo el mundo hubo muchas defunciones, esquiva la centralidad del argumento: sí, pero los de aquí son responsabilidad local, y el escenario de catástrofe delineado por él mismo, como él, peor de los escenarios posibles durante la parte aguda de la epidemia (60 mil muertes), fue sobrepasada por lo menos diez veces, ante la impávida complacencia del gobierno y de todo un sector rebasado en sus capacidades o mejor dicho, rebasado por sus incapacidades.

Y si a eso se agregan las bendiciones y palmadas en la espalda de la futura candidata presidencial de Morena, Claudia Sheinbaum, en el arranque de su campaña, presumiendo la absoluta atención de todos los enfermos durante los negros años y la falsedad hospitalaria suficiente para todo, cuando hubo hasta muertos a la puerta de los colmados sanatorios, el asunto se convierte no en el cinismo personal, sino en una inmoral muestra de desprecio por la vida.

Un caballero cuya elocuencia se exhibe tan limitada como para decir sobre los cubrebocas, “sirven para lo que sirven y no sirven para lo que no sirven”, no es digno de atención, cuando mucho de risa. O de pena ajena.

Y ya resulta sevicia recordar su inmortal aportación a la lambisconería, con aquella estupidez de la fuerza moral del presidente opuesta a su fuerza de contagio.

Nadie capaz de decir cosas de ese tipo se puede presentar públicamente como un respetable científico. No es ni lo uno, ni lo otro. La “fuerza moral” no ha sido nunca un argumento de ciencia, ni siquiera de conciencia. Es una lambisconería excesiva hasta para los “tapetes” de Morena.

Obviamente, López Gatell no es presentable como candidato. Tampoco como médico. Su declaración de hace un par de días en cuanto a su disponibilidad ante la señora Sheinbaum, para cuanto ella diga o mande, lo hace evidente. Sólo quiere alzar la cabeza, ser visto y ser tomado en cuenta.

Durante su gestión como subsecretario probó su incapacidad y su cara dura. Ahora sigue por ese camino pero paradójicamente con muy buen horizonte. No en electoral, pero sí en cuanto al acomodo en el rebaño de la fidelidad por encima de la capacidad.

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