La herencia del obradorismo en el Congreso de la Unión

Alexa Lara / Integralia

Diciembre de 2023 marcará el inicio del fin del Congreso de la Unión en tiempos de Andrés Manuel López Obrador. A diez meses del cambio de gobierno, ¿cómo marcó el obradorismo al Congreso? ¿Qué dinámicas legislativas permanecerán en el siguiente sexenio?

Una de las principales características de este sexenio fue que el presidente dictó desde Palacio Nacional la agenda legislativa gracias a la abrumadora mayoría calificada obtenida en 2018 y a la mayoría absoluta lograda en 2021, la cual permitió a Morena conservar el poder para modificar todas las leyes –excepto la Constitución– sin negociación ni consenso. Fue justamente la dificultad de modificar la Constitución lo que introdujo una de las prácticas más comunes desde 2018: los cambios legales a preceptos constitucionales mediante reformas a leyes secundarias que terminarían en la Corte, por ejemplo, las modificaciones a la Ley de la Industria Eléctrica en 2021, que dos años después sigue enfrentando amparos y acciones de inconstitucionalidad.

Podemos identificar las dos características fundamentales del Congreso obradorista: el mayoriteo y la preponderancia de la agenda de la “transformación”, incluso por encima de la ley. En este sentido, el presidente insiste en que es fundamental que Morena obtenga la mayoría calificada en las elecciones del Congreso federal de 2024 para que su “movimiento pueda continuar con la transformación”. Para este propósito, López Obrador lleva a cabo dos acciones de manera diaria desde la mañanera: i) llamar todos los días a votar por Morena para que obtenga la mayoría calificada; y, ii) establecer la agenda que deberá seguir el próximo gobierno, específicamente para menoscabar al Poder Judicial y los órganos autónomos, continuar con programas sociales y transferir la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional.

La agenda obradorista ha provocado que, en los últimos años, el Congreso sea negligente en obligaciones como el trámite de nombramientos, especialmente en órganos autónomos, así como en la expedición de normatividad que no es del interés del partido mayoritario, ya sea por su poca retribución política o por simple apatía e incapacidad. Otro tema fundamental fue la integración de dos grandes grupos en Morena: un grupo negociador y moderado, y la llamada ala dura del partido. En caso de que Claudia Sheinbaum se convierta en la primera presidenta de México, el ala dura del partido fortalecería sus posiciones en el Congreso, logrando ocupar puestos como la coordinación del partido en ambas cámaras o la presidencia de las mesas directivas, lo cual podría obstaculizar la negociación con otros partidos y endurecer sus posturas en los temas prioritarios para Sheinbaum.

Otro tema que tomó impulso durante la última legislatura y seguirá vigente en los próximos años es la agenda laboral. Es probable que la reducción de la jornada laboral sea avalada antes de que termine la legislatura y quedarán pendientes al menos 400 iniciativas para modificar la Ley Federal del Trabajo en temas como aguinaldo, regulación de plataformas digitales, cuotas para grupos en situación de vulnerabilidad, entre otros.

¿Qué esperar de la oposición?

El PRI fue el gran ganador del reparto de candidaturas del Frente Amplio por México en el Congreso, con más senadurías (14 posiciones en primera fórmula ante 13 del PAN) y prácticamente el mismo número de diputaciones que el PAN (96 candidaturas priistas ante 98 panistas), de acuerdo con el convenio de coalición registrado ante la autoridad electoral. Mientras tanto, Movimiento Ciudadano apuesta por un candidato presidencial carismático que ayude a su partido a ganar el mayor número de curules posibles en el Congreso, para así convertirse en el partido bisagra en la siguiente legislatura. Esta combinación de estrategias podría posicionar al PRI o a Movimiento Ciudadano como la fuerza definitoria, especialmente si Morena consigue un menor número de curules que en la legislatura actual.

Esta integración supone varias cosas. En primer lugar, durante los últimos años el PRI ha jugado como comodín, inclinando la balanza a favor de Morena en nombramientos para distintos cargos y en la aprobación de reformas constitucionales, por lo que su posible crecimiento otorgaría menor certidumbre al Frente. En el caso de Movimiento Ciudadano, en los últimos años ha sido más pragmático para avanzar su agenda, especialmente en materia laboral, aprovechando las similitudes que tiene con Morena, por lo que podría aprovechar la obtención de mayores espacios para estos propósitos.

En conclusión, el Congreso desempeñará un papel fundamental durante el próximo sexenio. Las elecciones y las decisiones de las distintas fuerzas políticas definirán si el Legislativo retoma su papel como contrapeso del Ejecutivo, como un ente con una agenda reformista propia y como un foro de debate, diálogo y negociación; o si persisten la polarización, la renuencia negociar, las malas prácticas legislativas y el comportamiento de algunos legisladores que no hacen más que replicar la narrativa del presidente. En suma, depende de la integración del Congreso y de la moderación de las distintas fuerzas políticas que el país retome un cauce político de mayor diálogo, entendimiento y certidumbre.

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