Elecciones y migración
Olga Pellicer
Este año de 2024 es ineludible ver los problemas entre México y Estados Unidos desde la perspectiva que adquieren en épocas electorales. Por una parte, adquieren mayor visibilidad, frecuentemente distorsionada y contaminada por su utilización como propaganda de campaña. Por la otra, también son momentos de reflexión que dan oportunidad de ver tales problemas con una mirada más aguda y propositiva. El fenómeno de la migración ilustra bien ambas facetas.
En Estados Unidos, el tema migratorio desempeña un papel muy importante en el escenario electoral. Diversos medios de comunicación tan destacados como The Economist o The New York Times no han vacilado en señalar que el control de la migración proveniente de la frontera con México es, según encuestas, uno de los temas que mayormente preocupan al electorado.
Ha tenido lugar una fuerte campaña del partido republicano destinada a sembrar la idea de que quienes llegan desde la frontera con México representan una seria amenaza a la seguridad nacional de los Estados Unidos. Culpan al presidente Joe Biden de haber sido incapaz de controlar la llegada de millones de migrantes que llegan a “envenenar” a la sociedad estadunidense.
La situación es distinta en México. Los problemas que se consideran prioritarios en la campaña tienen que ver con otros temas, como la seguridad, la salud, la corrupción o el Estado de derecho; la migración ocupa un sitio secundario en esa lista.
Lo anterior no significa que el elevado número de migrantes que han quedado atrapados en México en su búsqueda de llegar a Estados Unidos no sea un problema significativo. La presencia de haitianos, o venezolanos en parques y centros de distribución de alimentos en la Ciudad de México, por ejemplo, es una nueva realidad muy perturbadora. Conlleva el peligro de crear sentimientos de xenofobia que llevan a ver como enemigos a quienes disputan puestos de trabajo o reciben beneficios en detrimento los que pueden recibir los mexicanos. Sin embargo, por lo pronto es un problema latente que no se refleja en las campañas electorales de la manera que se resiente en Estados Unidos.
En otro orden de cosas, un aspecto interesante de los momentos electorales es el grado en que propician llevar a cabo “cortes de caja”, es decir, reflexiones sobre la herencia del gobierno que termina y las propuestas para ser tomadas en cuenta en los programas de gobierno de quienes disputan la Presidencia.
Diversas instituciones académicas y grupos de reflexión acostumbran hacer ese ejercicio contribuyendo a que más allá de la propaganda electoral se cuente con elemento para identificar, con datos rigurosos, los problemas prioritarios del país y hacer propuestas útiles para el futuro.
En el ámbito de la política exterior, el tema que más trabajo, dos instituciones son conocidas por la elaboración de esas miradas sexenales. El Colegio de México (Colmex) y el Centro Tepoztlán Víctor Urquidi (CTVU). El primero lleva varios sexenios dedicando un número especial de su conocida revista Foro Internacional a la evaluación sexenal de la política exterior. El segundo, acaba de dar a conocer la segunda versión de su estudio México, próspero, equitativo e incluyente; construyendo el futuro.
A las publicaciones citadas cabe añadir los trabajos de grupos de pensamiento más pequeños, como México y el Mundo (MyM), que, entre otros análisis, produce por tercer año su reporte sobre Desafíos de la Política Exterior del año en curso.
En los estudios anteriores, el fenómeno de la migración, sus características recientes y su impacto político y económico es tratado con amplitud. Cabe citar, en el caso del CTVU, los artículos escritos por Susana Chacón, presidenta actual del Centro, y Silvia Giorguli, presidenta del Colmex, conjuntamente con Claudia Masferrer, profesora e investigadora de dicha institución. Asimismo, vale subrayar el trabajo de Carlos Heredia en el documento de MyM.
Muy brevemente resumidas, tres ideas desarrolladas en tales trabajos merecen destacarse: a) La necesidad de comprender los cambios en el flujo migratorio en los últimos cinco años, cuando sube el número de quienes buscan refugio frente a los migrantes económicos. Ambos merecen un tratamiento distinto. b) Cambiar el enfoque refriéndose a la movilidad laboral para negociar el tema de los trabajadores mexicanos con Estados Unidos. No debe perderse de vista la carencia de mano de obra en ese país para cumplir labores de diversa índole; sólo los trabajadores migrantes pueden solucionar ese grave problema. c) Urge construir el andamiaje institucional para manejar el tema migratorio en la administración pública mexicana. Existe enorme confusión sobre cuáles son las responsabilidades de las Secretarías de Gobernación, Relaciones Exteriores, Seguridad Pública o Defensa Nacional. ¿De quién recibe órdenes el Instituto Nacional de Migración?
Tales reflexiones no abordan medidas que se están tomando en los últimos tiempos a la sombra de la impaciencia con que el presidente López Obrador quiere lograr, en el último tramo de su gobierno, cambios de gran calado que dejan abiertas enormes interrogantes sobre su viabilidad en el futuro. En materia migratoria se encuentra el programa “Vuelve a tu patria”, un ejemplo novedoso de “deportación asistida” de cientos de venezolanos a quienes se les proporciona el viaje aéreo y fondos en dólares para sobrevivir mientras encuentran trabajo permanente. Queda por saber la coordinación que se tuvo con Estados Unidos o con el gobierno de Maduro para esa deportación generosa para quienes, en realidad, se querían ir.
Sea como fuere, lo cierto es que el fenómeno migratorio y la formulación de una estrategia integral de México para manejarlo será uno de los problemas más urgentes de la política interna y externa del próximo gobierno. Asimismo, un reto para los grupos muy diversos de la sociedad civil que le dan seguimiento al problema y participan muy activamente en aliviar sus consecuencias.
Con información de Proceso