¿La hora cero en la era Trump?
Si algo hemos constatado desde que Donald Trump comenzó su carrera política, es que sus palabras son más que provocaciones, se tratan de llamas al viento que pueden crear incendios devastadores.
Este 1 de febrero podría consumarse otra de las catástrofes anunciadas por el presidente de los Estados Unidos desde su campaña: “Juro que cumpliré mi palabra”, aseguró Trump el pasado jueves en una rueda de prensa en la Oficina Oval, al ser cuestionado sobre su amenaza de imponer un arancel del 25% a los bienes importados de Canadá y México. De cumplirse este aumento en los aranceles, la mayor consecuencia sería una guerra comercial de ambos países en contra de Estados Unidos, y de la cual los mayores afectados serían los consumidores finales de estas tres naciones “aliadas”.
Si bien esta amenaza va directamente contra la economía de Canadá y México, el tema de los aranceles está acompañado, inevitablemente, de la crisis migratoria que compartimos con Estados Unidos. Al respecto, Trump ha sido claro: “Los aranceles son por la gente que ha llegado a nuestro país de forma tan horrible y numerosa. Por las drogas, el fentanilo y todo lo demás que ha entrado al país”, argumentó el presidente estadounidense como las principales razones por las que está decidido a tomar esta medida sin precedentes en contra de sus socios comerciales.
Ahora bien, para nuestro país, el aumento en los aranceles sería un golpe brutal del que difícilmente tendría respuesta el gobierno mexicano, incluido el flamante “negociador” de la 4T Marcelo Ebrard. Sólo basta con revisar los números para darnos cuenta de la gran dependencia que tenemos con el mercado norteamericano: según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, INEGI, el 84% de las importaciones mexicanas son para Estados Unidos.
En este sentido, el especialista en economía Pedro Tello, puntualiza tres principales impactos en esta materia para nuestro país. Primero, un alza en la inflación, sobre todo por el aumento en el precio de productos como los granos y la carne. Segundo, el costo que se elevaría en la producción de algunas industrias vitales para México, como la automotriz. Y, tercero, la baja en la inversión extranjera, provocando un desempleo en el corto tiempo.
Ante esta amenaza que parece irreversible, la gran duda es ¿qué podría hacer el gobierno de Claudia Sheinbaum para contrarrestar este embate? Especialistas como Ildefonso Guajardo, quien fuera secretario de Economía en la administración de Enrique Peña Nieto y uno de los principales negociadores del T-MEC, asegura que se le debe pegar a Trump donde más le duele: en los votos republicanos. “¿A quiénes les vamos a contestar? A los productos que más apoyaron la elección de Donald Trump: A los maiceros del corn belt; a los productores de cerdo, de queso, aquellos de predominancia republicana que serían los primeros en sentirse defraudados”, recomendó Guajardo en una entrevista publicada por El Financiero.
Finalmente, la respuesta de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha sido que se cuenta con un Plan A, B y C para enfrentar la probable aplicación de estos aranceles. ¿En qué consiste cada uno de ellos? Sólo en Palacio Nacional lo saben.
Sin embargo, ante este mutismo del gobierno federal, en el mundo real, en el que vivimos los millones de mexicanos (tanto en territorio nacional como en suelo estadounidense), la incertidumbre es el pan de cada día. Porque ahora, no sólo las amenazas alimentan el miedo de los migrantes, a partir del 1 de febrero, quizás, sea parte de una cruda realidad para todos.