Rocha Moya y la Responsabilidad Social Empresarial
Ricardo Espinosa de los Monteros Zazueta.
En su semanera del lunes pasado RRM, celebrada en Mazatlán, ( ¿sin querer, queriendo?) puso el dedo en la llaga: exigió de forma airada, que los empresarios que se vean beneficiados con obras públicas, como en el caso sería la construcción de una vialidad que supone arrojará plusvalía a las propiedades y a los negocios colindantes a la misma, se comprometan como sponsors (la expresión es mía) para que adopten y financien espacios privados baldíos para ser utilizados como parques públicos en beneneficio de la ciudadanía.
Los empresarios soto voce se empiezan a doler de que ellos cumplen con sus obligaciones fiscales de contribuir al gasto público como lo mandata la constitución federal y que hasta ahí llega su obligación legal, incluso a la polémica relacionada con el CODESIN muchos sostienen que este organismo se financia con el impuesto a la nómina que ellos pagan. Pero en este último caso, si bien es cierto que CODESIN se nutre financieramente de ese impuesto, no menos cierto es, que ese impuesto es pagado por muchos pequeños empresarios que no tienen representación en el cuestionado organismo.
Amén de lo antes expuesto, lo que yo resaltaría de la exigencia del gobernador de Sinaloa, es que sin aparente intención, Rocha Moya está cuestionando la poca participación social de los empresarios muchos de los cuales presumen comandar empresas socialmente responsables. Desde hace ya décadas se puso de moda comprar reconocimientos como empresa socialmente responsable, membretes que están a disposición del mejor postor que tenga la capacidad económica para sufragar ese gasto.
Según el portal especializado en responsabilidad social empresarial Expoks News, sostiene en diversos artículos, que la gran mayoría de las empresas mexicanas ( incluidas las sinaloenses) no cumplen con los requisitos internacionales para considerarse como RSE y que la gran mayoría realizan un “ eco blanqueo” o greenwashing, o lavado verde o lavado de imagen, que es una propaganda en la que se realiza un marketing verde, de manera engañosa para promover la percepción de que los productos, objetivos o políticas de una compañía son respetuosos con el medio ambiente, con el fin de congraciarse con su clientela y aumentar sus beneficios económicos.
La prueba del ácido para demostrar el “ ecoblanqueo” es relativamente sencilla: basta con comprobar que se invierte más dinero en publicidad que en prácticas realmente ecológicas.
La moda de la RSE es importada de los Estados Unidos, pero hoy tiene un alcance global en la mayoría de las grandes corporaciones empresariales y con imbricaciones en el derecho internacional privado y público. Así, el concepto de sostenibilidad o sustentabilidad no se constriñe a los asuntos medioambientales, sino que se extiende al compromiso de naciones y empresas sobre procesos para la mejora integral de la sociedad en los ámbitos social, económico, político y cultural. Para ello la ONU ha establecido los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible ( ODS)de la agenda 2030 suscrita por México y un ciento de países más.
De frente a estos dispositivos de derecho internacional obligatorios en nuestro país de acuerdo con el principio de convencionalidad que priva en nuestra constitución, muchas empresas presumen lo que no cumplen.
Los 17 compromisos son un catálogo extenso de compromisos con un vario pinto de obligaciones y que deberían nutrir toda estrategia de responsabilidad social que cualquier empresa presuma de ella: Comercio justo, es decir un trato respetuoso e igualitario con la cadena de proveedores, pagos en tiempo y forma. Respeto a los derechos culturales de las etnias. Cuidado del agua y de la promoción de las energías verdes para parar el calentamiento global. Equidad laboral entre mujeres y hombres. Salarios justos y remuneradores. Vivienda digna. Combate a la homofobia y a la discriminacion racial y por orientación sexual, etcétera.
La idea central de la RSE, es que las empresas se involucren de manera directa con sus stakeholders (grupos de interés que son incluidos o afectados por el desempeño de la empresa) empezando desde luego con el principal grupo de interés que es la nómina laboral y extendiéndose al ámbito social y comunitario.
Desde luego que una métrica para evaluar la veracidad del compromiso de una empresa en términos de RSE no exigiría un compromiso total y de golpe, sino aproximaciones sucesivas a los objetivos. De cara a estas exigencias es altamente probable que ninguna empresa sinaloense califique en términos internacionales como Empresa Socialmente Responsable. Si hay alguna que los cumpla me quitaré medio nombre. Firmaré solo como Ricardo Espinosa.
Además, esta revolución del compromiso empresarial en términos ambientales, sociales y económicos está inscrito en un marco mayor de referencia: el nuevo capitalismo descafeinado de fundamentalismos dogmáticos de los mercados perfectos y también llamado el nuevo capitalismo social progresista.
Así las cosas, el llamado que hace Rocha Moya a la solidaridad social empresarial, debería de tomar carta de naturalización en una cruzada que él encabece, para establecer un compromiso político y social por parte de los empresarios y colectivos, en muchas causas sociales y ambientales, desde la adopción de un árbol, un parque, hasta el restablecimiento de clínicas de rehabilitación tipo 10 mil amigos que tanto éxito tuvo en su momento. Que nuestros empresarios pasen de ser recolectores de la Cruz Roja (dicho con todo respeto) a empresarios sociales de tiempo completo. Así pasaremos de los regaños a las acciones colectivas concertadas. Por el bien de Sinaloa, que así sea.