Jalisco en disputa electoral
Alberto Arellano
¿Qué nos dicen las tendencias electorales en Jalisco? ¿Cuál es la capacidad de agencia de los actores políticos? Son interrogantes que ayudarían a justipreciar los ritmos en la contienda político-electoral. En muchas ocasiones el análisis electoral es cortoplacista al ignorar los cambios más significativos que se dan en el mediano plazo. En el caso de Jalisco están en la cultura política de la comunidad que sostiene al régimen: la ciudadanía, las organizaciones de la sociedad civil, los grupos de interés y los medios de comunicación.
Los estudios que ha hecho Marco Antonio Cortés Guardado acerca de la cultura política de los jaliscienses desde los años 90 hasta la segunda década de este siglo han evidenciado que la ciudadanía se ha recorrido en el espectro ideológico de la derecha hacia el centro. Dichos cambios podrían ser explicados por la teoría de la modernización (mayores niveles educativos, aumento del ingreso, alta urbanización, por ejemplo), así como de circunstancias posmodernas propias de las sociedades líquidas, principalmente en los jóvenes.
Pero la consecuencia más evidente es que buena parte de la ciudadanía, y en tanto electores no tienen dueño: ejercen voto diferenciado, ya sea útil o de castigo que fragmenta el poder y erige gobiernos divididos o yuxtapuestos. Esto no hay que perderlo de vista: “que no haya ilusos, para que no haya desilusionados”, dijo Manuel Gómez Morín.
Lo anterior igual se ve reflejado con otro dato duro. Aunque hay focos amarillos debido a la amenaza del abstencionismo, sobre todo en los jóvenes, el porcentaje de participación electoral en Jalisco, cuando coinciden las elecciones para elegir los poderes ejecutivos (federal y local), ronda el 60%. Además de que en la transición local hay tres momentos en su sistema de partidos: uno de partido hegemónico que cae estrepitosamente en la icónica elección de 1995, y de este año hasta 2012 se conforma un sistema bipartidista para luego instalarse un sistema multipartidista (2015-2024).
La evidencia indica que en las elecciones para gobernador de 1995 y la de 2018, el partido que triunfó lo hizo con 15% y 14%, respectivamente, sobre quien quedó en segundo lugar. En contraparte, en las elecciones de 2000, 2006 y 2012 la diferencia entre las fuerzas políticas fue entre el 2% y 4%. La contienda en un momento fue entre el PAN y el PRI. Fue en los procesos electorales de 2000, 2006 y 2012. Posteriormente, la competencia fue entre Movimiento Ciudadano (MC) y el PRI (2018).
En las elecciones de 2021 la competencia se dio entre MC y Morena. ¿Qué significa esto?, que la elección de 2024 estará muy reñida entre las dos principales fuerzas políticas, a menos de que se coloque en la contienda “ese algo” en el ambiente que motiva al electorado jalisciense a revelar con mayor énfasis ese voto estratégico. Por eso es importante decir que en las elecciones de 2000 a 2012 la contienda se circunscribió en la simple alternancia, es decir, en miramientos del desempeño gubernamental.
Una idea por comprobar es que la competencia es cerrada cuando pesan más las dinámicas específicas, por lo que las fuerzas políticas se contienen entre sí. Entonces hay que estar atentos a esos halos de cambio o conformación de un nuevo orden en las transiciones políticas. Tal y como lo hubo en las elecciones de 1995 y 2018, y que al parecer lo habrá en la elección de 2024.
#ColumnaInvitada | Jalisco, bastión naranja dividido y en riesgo Así empieza la historia de MC en Jalisco: en 2015 ganó las alcaldías de Guadalajara, Zapopan y Tlaquepaque; aumentó sus diputaciones locales y tres años después ganó la gubernatura.
En esta elección hay una lucha entre dos estructuras políticas-electorales, una apoyada por la Presidencia de la República y los programas sociales contra otra de tipo regionalista en la que, si solo fuera una simple contienda electoral, habría una competencia muy cerrada. Sin embargo, es indudable que en esta ocasión, y como lo fue la elección de 1995 y la de 2018, hay algo más de fondo.
En esto las narrativas políticas le otorgan mayor significado histórico. Hay una pugna entre dos discursos: el de la 4T y el alfarismo. Ambos se insertan en una disputa más amplia: el de estar en una elección plebiscitaria entre el autoritarismo y la democracia. Esto va a condicionar que en buena parte del electorado se manifieste ese voto diferenciado. Por lo que de manera contundente se puede decir que en Jalisco el llamado Plan C de Morena no tendrá cabida.
Finalmente, lo más probable es que se cierre un ciclo en la vida política de Jalisco. El alfarismo y MC tendrán que resolver lo siguiente: ¿qué tipo de liderazgo ejercerá Enrique Alfaro cuando deje la gubernatura?; si el grupo Jalisco tomará el control del partido a nivel nacional y hace valer su peso político; romper con la dirigencia nacional y sumarse a otro proyecto político nacional, o crear un partido local.
Con información de Expansión