La crisis de la que no se habla en México
Jonathan Ruiz Torre
Podríamos ignorarlo, pero desafortunadamente se nos va a aparecer un toro.
Hay tanto ruido en torno a ellas, que la gente podría pensar que el problema son las criptomonedas y eso representaría un error de cálculo. No, al parecer otra vez se nos pasó la mano con la ambición y ese es el lío.
La parte más visible del problema es la caída de tres cuartas partes del valor del Bitcoin en un año. Lo mismo pasó con el Ethereum. Son dos enormes focos prendidos que anuncian peligro.
Uno fue el parteaguas que mostró otra forma de negociar sin bancos ni gobiernos, sin nadie en medio. El otro es la carretera que, con tecnología parecida, permite sellar acuerdos sin notarios, el Ethereum se hizo más famoso justamente con esos NFTs…
¿Se acuerdan de ese club de monos (Bored Ape Yacht Club) cuyas colecciones de imágenes destacaron por valer más que una pieza de Frida Kahlo?
¿Si las criptomonedas se fueron al infierno, por qué una sola de estas caricaturas todavía vale el equivalente a 60 mil dólares? ¿Por qué un Ether todavía cuesta mil, y por qué un Bitcoin, 15 mil dólares, si quieren comprarlo hoy? ¿Por qué pese a todo el ruido, eso no se va a cero?
Sucede que todo eso se sostiene en el valor de blockchain, ese invento llamado cadena de bloques que permite que una comunidad de individuos valide cada transacción por consenso. En tanto no se compruebe una violación a ese sistema –lo que luce poco probable– ahí descansará el valor de ese ecosistema digital. Es muy útil ver videos explicativos de blockchain en YouTube.
¿Pero si hay respaldo en eso, entonces cuál es el problema?
El valor de las criptomonedas cayó, al parecer, por miedo. Muchos tratan de vender las suyas para recuperar algo, luego de que éstas emitieran un olor a crecimiento ilimitado e irracional de valor. Venden las suyas a lo que les den, para recuperar dólares, euros o pesos…
Todo a partir del escándalo motivado por tres letras: FTX, siglas de una gran casa de cambio en internet que cumple justamente con esa función: cambiar dólares o pesos por Bitcoin o Ether, entre otras. Además de hacer el servicio del cambio, puede guardarlas, como hace un banco con monedas tradicionales.
Ustedes necesitan uno de esos servicios si no saben cómo operar directamente en blockchain.
Hace unos días, el fundador de esa compañía reconoció que se le acabó el dinero para operar y que no puede cumplir con los clientes que le piden su capital. Es Sam Bankman-Fried, cuyo apellido es una metáfora del suceso; es una suerte de banquero, pero ‘frito’ de algún modo.
Ese fue apenas el inicio del lío porque provocó que más gente pidiera la devolución de su capital. Otra casa, Binance, se interesó en el salvamento, para adquirir su cartera de clientes. Encontró un desorden. Bankman-Fried no tenía siquiera un departamento contable.
Fiel a sus creencias de descentralización y su poco respeto hacia el sistema establecido, encargó ese trabajo a terceros.
El miedo creció pues no hay manera de saber si otras casas de cambio similares o “exchanges” de criptomonedas, están en un lío similar. Es muy posible que clientes de otras empresas hayan pedido y continúen exigiendo su dinero. Eso puede generar una reacción en cadena.
Pero aún eso puede ser un problema menor, considerando que esos inversionistas no tienen a quién reclamar, a sabiendas de que tomaron un riesgo grande. Además está el asunto del orgullo… pocos querrán reconocer su error públicamente.
Las nubes que pueden formar una tormenta están sobre empresas formales y globales, grandes fondos de inversión que apoyados en sus propios activos o en créditos de grandes bancos, invirtieron miles de millones de dólares para comprar una parte de las acciones de esas casas de cambio y ser dueños, en parte, del negocio. BlackRock, el más grande de todos, parece estar involucrado.
Tiger Global, un fondo estrella de Wall Street, invirtió en FTX justo en los días en los que JP Morgan le confió dinero. Solo en FTX hay unos 4 mil millones de dólares en riesgo. Ahí está el toro bravo.