Aguas turbulentas: el conflicto por el agua entre México y EEUU

* Ramón López Aguirre

La tensión entre México y Estados Unidos por el incumplimiento del Tratado Internacional de Aguas de 1944 ha alcanzado un punto crítico. Donald Trump, el polémico presidente del país vecino, ha lanzado amenazas de aranceles y sanciones para México. Ante ello, la presidenta Claudia Sheinbaum ya respondió: dijo que México cumplirá con sus obligaciones “poco a poco”.

Pero ¿qué dice el citado Tratado? Su objetivo es asignar equitativamente las aguas de los ríos Bravo y Colorado y así garantizar que un país no acapare todo el recurso. En este sentido, el Tratado estipula que México debe entregar, cada año, 432 millones de metros cúbicos (Mm³) de agua del río Bravo a Estados Unidos, mientras que EU se compromete a proporcionar 1,850 Mm³ del río Colorado a territorio nacional.

Es cierto que México no ha cumplido recientemente con sus obligaciones, pues la persistente sequía de los últimos cuatro años ha generado un déficit considerable del recurso en nuestro territorio. Si bien el propio Tratado, en su artículo 12, contempla ajustes en las entregas de agua en casos de “sequía extraordinaria”, la interpretación de este término y la distribución equitativa de la escasez son puntos de fricción.

El Tratado señala ciclos de 5 años. Cuando existe algún adeudo, el convenio estipula que se puede compensar en el ciclo siguiente. Se estima que México acumula un adeudo de 1,520 Mm³ de agua, lo que elevaría su compromiso a 3,705 Mm³ para el próximo ciclo.

Para ponerlo en perspectiva, el adeudo que se tendría que entregar para el próximo ciclo equivale a casi el 50% del total del agua que hay en el Lago de Chapala.

Las implicaciones de este conflicto son significativas para ambas naciones. Para México, el incumplimiento continuo podría acarrear sanciones económicas y comerciales, así como un deterioro en las relaciones bilaterales. Para EU, la escasez de agua amenaza la agricultura, principalmente en el estado de Texas, lo cual tendría un impacto económico considerable, sin dejar de largo las implicaciones electorales contrarias a los intereses del gobernador texano Greg Abbott y del propio Trump.

La resolución de este conflicto requiere un enfoque integral y cooperativo, que incluya:

  • Inversión en infraestructura. Mejorar la eficiencia en el uso del agua mediante la modernización de sistemas de riego y la reducción de pérdidas. Esto sobre todo en el lado mexicano, pues la tecnificación del campo en nuestro país aún está en ciernes.
  • Programas de conservación. Fomentar prácticas de conservación del agua en ambos lados de la frontera.
  • Gestión de cuencas compartidas. Fortalecer la cooperación en la gestión de las cuencas de los ríos Bravo y Colorado.

No son pocos los expertos que sugieren que el agua será cada vez más un elemento de disputa entre naciones. Este conflicto por el agua no es sólo un desacuerdo bilateral, sino un presagio de los desafíos que el cambio climático y el descuido al medio ambiente impondrán a la región, en particular, y a la humanidad en general. Cada día que pasa sin un acuerdo, se profundiza la herida en la relación bilateral y se erosiona la confianza en la capacidad de México y Estados Unidos para enfrentar juntos los retos del futuro.

Las amenazas de aranceles y sanciones, pueden parecer herramientas de presión política, sin embargo, la historia juzgará con severidad a aquellos líderes que, ante la inminente crisis hídrica, eligieron la confrontación en lugar de la cooperación.

El tiempo apremia. La seguridad hídrica de millones de personas depende de que prevalezca la razón y la voluntad política. El momento de actuar es ahora.

* Ramón López Aguirre. Vicepresidente de la Asociación Mexicana para la Correcta Hidratación, “Agua en México”

Con información de Infobae

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