Tres años de pandemia
Héctor L. Frisbie
El viernes 27 de febrero de 2020 se anunciaba por parte de las autoridades de salud en México el primer caso de COVID-19 en un hombre de 35 años de la ciudad de México internado en el Instituto nacional de enfermedades respiratorias (INER). A partir de ese momento la preocupación y la necesidad de información que ayudara a orientar a las personas respecto al tamaño de la amenaza de ese nuevo virus, que hacer y qué no hacer, ocuparon cada uno de los hogares en México. La conferencia informativa de todas las tardes era el referente en el cual las personas centraban su actividad y su nivel de tranquilidad o preocupación.
Empezamos a ver un crecimiento geométrico de casos de manera muy acelerada como habitualmente sucede con enfermedades que se transmiten a través del aire y así en abril 30 de 2020 México reportaba 19 mil 224 casos con mil 859 muertes lo que significaba el 9.67 por ciento de mortalidad.
La primera medida que se implementó en México fue el aislamiento se recomendó la estrategia “Quédate en casa”. Poco tiempo después se implemento la estrategia del uso del cubrebocas, una medida que para influenza había demostrado muy poca utilidad resultó ser una de las pocas herramientas a nuestro alcance para disminuir la velocidad a la que se expandía la amenaza de la pandemia COVID-19. Se recomendó la utilización del cubrebocas en espacios cerrados, en el transporte público, en las oficinas, en las escuelas.
Recordemos, los principales sitios en donde este tipo de enfermedades transmitidas por el aire producen más infecciones son el hogar, el transporte público, las oficinas y las escuelas. Se suspendieron las clases en las aulas y se restringieron los tiempos de trabajo en las oficinas, esto de alguna manera disminuyó la concentración de personas en tres de los sitios en donde se transmite una enfermedad de vías aéreas superiores que viaja por el aire.
La pandemia sorprendió a México con una población atrapada en un porcentaje de casi el 70 por ciento de personas viviendo con sobrepeso u obesidad y unas tasas de vida sedentaria muy elevadas. Esta adversa condición de salud fue terreno fértil para que algunas de estas personas con sistema inmunológico ineficiente tuvieran cuadros graves, requirieran hospitalización y algunas de ellas murieran. El sistema inmunológico y su capacidad de responder ante una infección es ineficiente al tener sobrepeso y si de manera adicional las personas tienen una enfermedad crónica como hipertensión, diabetes, enfermedad tiroidea y otras la respuesta inmune se deteriora aún mas.
El impacto de los alimentos refinados e industrializados en México, los cuales en los últimos 30 años han ido sustituyendo la dieta tradicional mexicana de frutas, legumbres y verduras frescas, de granos y leguminosas con alto contenido proteico como habas y frijol, han causado la crisis de obesidad y sobrepeso. De manera adicional las actividades al aire libre como caminar se ha visto también restringidas por la violencia y la criminalidad en una gran cantidad de ciudades.
La pandemia COVID-19 tomó mal parado al estado de salud de gran parte de las personas en México.
Las personas prestadoras de servicios de salud en México no son ajenas a esto y están en estado de precaria salud y al exponerse a la población infectada presentaron de los mas altos indices de enfermedad grave y muerte en el mundo. Por definición las “unidades COVID” creadas en Mexico concentraban a pacientes COVID, sin embargo, todos las personas trabajadoras de salud estábamos expuestas a SARS-CoV-2 y quienes trabajan cerca de la boca de pacientes como son dentistas y especialistas en anestesia estaban aun mas en riesgo, por ello vimos un elevado numero de casos y fallecimientos en esos grupos de profesionales. No vacunar a todas las personas prestadoras de servicios de salud fue sin duda un desacierto.
México por otra parte fue reconocido por la Organización Panamericana de la Salud por el proceso de “reconversión Hospitalaria” lo cual evitó que enfermaran de gravedad o murieran mas personas.
En septiembre de 2020, de manera muy temprana, con la estratégica intervención del Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, y su equipo en coordinación con la Secretaría de salud, se iniciaron acercamientos con diversos países productores de vacunas que estaban desarrollando “vacunas COVID” y por ello Chile y México fueron quienes encabezaron las campañas de vacunación del mismo modo que lo hizo Cuba quien investigó y desarrolló sus propias vacunas. La población en México fue víctima de una campaña de desinformación relacionada con la calidad, eficacia, efectividad y eficiencia de las vacunas con la falsa idea de que la Organización Mundial de la Salud era el filtro de calidad de las vacunas y aun peor que esto se veía al Centro para el Control de enfermedades CDC en Atlanta como el referente.
Hemos aprendido al paso de los meses que las voces agoreras del desastre por usar vacunas chinas, rusas, cubanas y otras más hablaban de prejuicios económicos, culturales o incluso raciales pero no de ciencia.
Estos tres años han sido de una constante e intensa enseñanza para todos. La ciencia médica, muchas veces desarrollada y ensayada detrás de las paredes lo ha hecho en una “casa de Cristal“ en donde todo mundo observa pero no todo mundo entiende y es la obligación de quienes hemos decidido ser educadores para la salud respetar las fronteras de la ciencia y no contaminarnos de ideología, de política o de intereses personales o económicos. Muy saludable sería que todos los que hacemos declaraciones en público y en medios de comunicación hiciéramos públicos nuestros conflictos de interés y con qué laboratorios hemos trabajado, quienes nos han pagado viajes, quienes nos mandan regalos y así veríamos que los sesgos de muchas personas están obscurecidos por la ambición y el interés económico. Se han puesto en evidencia y todas y todos ustedes podrían poner nombres sobre la mesa sin ninguna dificultad.