Hay golpes en la vida…
Rafael Cardona
Lejos del mundanal ruido, allá en la profunda selva de inusitado verdor, el gran líder leía a César Vallejo, quien como él bien sabe, era tío de Don Demetrio el de los trenes y bisabuelo de Camila, la secretaria de Gobierno del chileno Gabriel Boric.
“Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
“Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte”.
De pronto la vegetación de platanares y palmeras, el cacao, los enormes nenúfares y las ceibas imbatibles, se abrieron al paso de la revelación y una voz interna, preventiva, como un instintivo aviso le reveló desde el fondo de su pensamiento, claro, eso es, me quieren dar un golpe, pero cómo podrían, si no tienen ni al ejército, ni al dinero, es más, no tienen nada más allá de sus intereses de clase, sus pensamientos racistas, su alianza con el bloque conservador, entonces, ¿cómo pues pueden darme el golpe?
Pues de una manera técnica, le dijo la voz reveladora, el lampo de su personal Damasco, la sorpresa ante el hallazgo definitivo.
Presto fue a la biblioteca. Imponente con sus cuatro ejemplares —uno de ellos los estatutos de Morena–, no tenía material relativo a los golpes de Estado. Lo único parecido era un disco del grupo Sanampay grabado en vivo en la peña, “El cóndor pasa”. Cantaban de algo ocurrido en Chile en 1973.
–No me sirve, dijo para sus adentros. A ver la Wikipedia. Tampoco. Mejor improviso.
Y cuando llegó el momento, dijo así con inspirado acento:
“–Van a seguir queriendo parar las obras, pero no van a poder, porque, de acuerdo a (con) la Constitución, a (con) las leyes, tenemos nosotros el derecho de hacer obras en beneficio del pueblo. No se van a poder cancelar las obras, no se puede. Una cosa es que violen la Constitución —a ver, que me digan los ministros si no la están violando, cobrando más de lo que cobra el presidente—, y otra es ya querer dar un golpe de Estado, neutralizando al Poder Ejecutivo, o sea, que ya no ejecutemos nada. Es cancelar un Poder, sería un golpe de Estado técnico…”
“Golpe de Estado Técnico, meditó el gran líder sobre sus palabras; eso no se le había ocurrido a nadie desde el asesinato de Julio César, de veras. Pero ¿habrá golpe de estado rudo? Debemos preguntarle a Mil Máscaras, él si sabe de técnicos y rudos… o de Napoléon le Petit, de Víctor Hugo y Coup d’Etat, de Proudhon.
Satisfecho de su elocuencia, frente a la cual palidecerían Evo Morales y Pedro Castillo juntos, siguió con la advertencia precautoria:
“–Vamos a seguir adelante transformando al país, limpiándolo de corrupción. Es que, la verdad, estábamos inmersos en una decadencia. No era una crisis, era una decadencia, un proceso de degradación progresiva, cada vez peor, en lo económico, en lo social, en lo político, en lo moral. Por eso no se puede hablar de crisis, sino de decadencia”.
Pero la maestra Doña Historia, de la cual tanto conocimiento tenemos, nos cuenta del primer golpe de Estado en este país, si por golpe entendemos una sustitución violenta de la autoridad constituida, y debemos entonces evocar la revuelta de la Acordada; gracias a la cual Don Vicente Guerrero, ni más ni menos el de la patria es primero (y el golpe es después), desconoció las elecciones de 1828 (voto por voto; casilla por casilla) , ganadas por Manuel Gómez Pedraza y logró anularlo y se impuso como presidente, o ya no nos acordamos de dónde venimos y porque somos como somos en este valle de lágrimas, porque no fue en el año 2006 la primera ocupación del Zócalo con motivos de protesta electoral, pues ya los seguidores de Don Vicente (así le fue al final) se amotinaron y saquearon el Parián donde años después se construiría la plataforma para una columna monumental jamás terminada.
Como dijo Marx (Arriaga): “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidos por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”.
Pero cada quien tiene su propia versión del 18 Brumario (9 de noviembre de 1799) napoleónico. Por cierto, Don Napo, el de a deveras, no este líder minero senador y metalúrgico peleado a muerte con Germán Larrea, después de esa versión suya del futuro “putsch” alemán, se proclamó emperador.
Sin embargo una virtud en la política es la previsión y el análisis de conjunto, y así se advierte la lealtad de quien se necesita, porque ya estos intentos de golpismo habían sido advertidos por el gran Galeno, don López Gatinflas, quien precavido previno al líder de la conspiración de los niños cancerosos, y la inminencia de un golpe oncológico, superior al golpe técnico de la Corte y sus promotores, esos violentos capaces de arrancar una manta injuriosa de la fachada horrible del horrible edificio de la Suprema Corte.
–General, dijo por el teléfono guinda (el rojo era para los neoliberales), ¿se acuerda del mes de noviembre de 2019?, sí cuando andaban con esos chismes politiqueros e imprudentes de si la lealtad del Ejército, de si el golpe en embrión, de todo ese rollo…
–Si, exacto. A ver dígame si lo tiene presente. ¿Cómo? Un recorte de periódico con mis declaraciones, a ver escucho, pues:
“(Expansión). – El sábado, el presidente publicó un mensaje en sus redes sociales en el que dijo contar con el respaldo de una “mayoría libre y consciente, justa y amante de la legalidad y de la paz”, que no permitiría un golpe de Estado ya que el México de hoy “no es tierra fértil para el genocidio ni para canallas que lo imploren”. (ni siquiera con el adjetivo de técnico, digo yo)
“Al ser cuestionado sobre esto, López Obrador explicó que es importante hablar con claridad e indicó que en el país no hay condiciones para un golpe de Estado y reiteró que no hay nada que temer (no temas; sólo Judas…).
Colgó el teléfono y recordó sus propias palabras, no hay condiciones, no hay condiciones, y eso es verdad.
Pero entonces ¿cómo acusar a la Corte? Pues con el rollo del golpe técnico…
–¿Y cuál es su significado?
–Pues ninguno o todos. Sirve como pretexto y sirve como defensa. Ahora todo se puede atribuir al intento “TÉCNICO” del golpe de Estado. Es como el complot, como la conjura de los conservadores, como el dolor de muelas, la arritmia cardiaca, el Coronavirus y la presidencia “pro tempore” de la Alianza del Pacífico.
Sirve para todo…