Cruz Roja en crisis

Alejandro Jiménez

La semana pasada se comentaban en este espacio los retos que tiene el sector salud mexicano para superar su atraso, no se diga para tener un servicio como el de Dinamarca, que con tan buena fe se propone.

De entre los puntos abordados estaba el de la Cruz Roja Mexicana (CRM), como uno de los pocos esfuerzos serios desde la sociedad civil para propiciar un servicio de emergencia de calidad, sin raterías, como lo son, por ejemplo, las ambulancias “patito”.

Se sabe por encuestas nacionales que 7 de cada 10 mexicanos ha sido atendido o sabe de alguien que fue atendido por la CRM.

Sin embargo, CRM se encuentra en una grave crisis pese a la importancia de su labor. Se estima que el 70% de su personal remumerado ha sido ya despedido, y recientemente cerró para mantenimiento su emblemático hospital de Polanco, por falta de donaciones y recursos.

Opera con los 40 mil voluntarios que tiene, muchos de ellos cuales regalan su tiempo a la institución y a la atención de personas de manera gratuita y desinteresada.

Números dados a conocer por Fernando Suinaga, presidente nacional de la institución dan cuenta del tamaño del hueco que cubre la CRM. El año pasado proporcionó un millón 100 mil servicios de ambulancia totalmente gratuitos. Es decir, cada minuto tuvieron más de dos llamadas de emergencia. Cada 24 horas atienden más de 3 mil emergencias en territorio nacional.

Proporcionaron 4 millones de servicios médicos, así como más de 700 mil servicios humanitarios en desastres naturales, heladas, sequías, terremotos, inundaciones.

Durante la pandemia atendió a 3 millones 806 mil pacientes de Covid. Atención reforzada junto con el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, a quien ayudó a crecer su oferta hospitalaria de terapia intensiva, aumentándola en un 40% de la que el INER ofrece de manera regular.

Sin embargo, el dinero de la sociedad civil no llega. La pandemia paralizó los esfuerzos, Canceló por dos años la campaña nacional de donación, retomada apenas en diciembre pasado y que terminará, por cierto, el 21 de febrero de 2023.

Si bien la institución tiene grandes benefactores detrás, no tiene presupuesto gubernamental asignado, y los recursos no son suficientes para hacer frente a la demanda y urge se reactive la cultura de la donación para reforzar uno de los brazos no gubernamentales de atención de emergencia, que apenas en la Ciudad de México es cubierto también por el ERUM, pero que en el resto del país se diluye con precarios cuerpos de emergencia locales y una oferta extra oficial de servicios, que son más bien buitres que verdaderas instituciones de ayuda.

Es tiempo de salir al paso desde las empresas, la sociedad civil y el mismo gobierno para apoyar a quien apoya a los mexicanos en verdaderos momentos de urgencia y tensión, de manera desinteresada y sin costo. Lo ideal es que el Estado cubra esos servicios para la ciudadanía, pero el esquema de complementariedad es idóneo, siempre y cuando exista disposición para meterle recursos a este esfuerzo, noble por donde quiera vérsele.

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