Rubén Rocha insultó la inteligencia de AMLO; lo retrato como un ignorante

Álvaro Aragón Ayala

En una clara demostración de sus desesperos, odios, debilidades y venganzas, Rubén Rocha Moya “tronó” La Mañanera de Andrés Manuel López Obrador celebrada en Culiacán y la convirtió en un espectáculo para reírse, ningunear e insultar la inteligencia del Presidente de la República, pretendiendo ocultar la realidad que priva en Sinaloa y en el gobierno estatal. Apoyado por los medios de comunicación en los que ha invertido más de 550 millones de pesos para maquillar su imagen y atacar a la Universidad Autónoma de Sinaloa, el gobernador orientó la conferencia a direccionar ataques a la Casa Rosalina y al dirigente del Partido Sinaloense, Héctor Melesio Cuén Ojeda. El gobernador copó, se burló y le robó el espacio a AMLO.

En modo o posición “Poncio Pilatos”, el mandatario estatal repitió sus mentiras en torno a la UAS, esas construidas por él y coreadas por los medios de comunicación a los que paga millonarios contratos de publicidad, distorsionando, camuflajeando, buscando la aprobación del Presidencial para continuar con su embestida contra la Casa Rosalina, a la que quiere demoler, y cuyos funcionarios universitarios enfrentan una conspiración judicial ordenada por un Rubén Rocha encolerizado porque no lo han dejado tomar el control de la institución ni decidir quienes deben ser sus autoridades.

La conferencia La Mañanera, a los que sólo ingresaron los “palomeados” por Rubén Rocha, mutó en un grotesco espectáculo controlado, sí, totalmente por el gobernador, quien giró indicaciones a sus periodistas, a los medios contratados por él, a esos que les paga millonarias sumas de dinero, para que no preguntaran sobre la ola de violencia que se abate sobre Sinaloa, sobre los desplazados, sobre el trafique estatal con la obra pública, sobre las compras sin licitar, sobre los feminicidios, sobre las fosas clandestinas, sobre el escandaloso robo de vehículos, sobre la crisis del campo, sobre la ruina que asola la región serrana y la bancarrota del sector pesquero ni de otros problemas que laceran a los sinaloenses.

Rubén Rocha quiso ahí, con el circo que armó en La Mañanera, tapar los estragos del Sinaloa del infierno, la opacidad de su ejercicio de gobierno y de su quehacer gubernamental fallido, pagando y maniobrando para que nadie interrogara al presidente López Obrador en relación a tres temas que lo hunden y exhiben: la corrupción gubernamental, el nepotismo que anida y protege el rochismo, y sobre la opinión que tiene de los funcionarios acusados de acoso sexual y del video donde se observa claramente masturbándose al secretario general de gobierno, Enrique Inzunza Cázarez, a quien pretende convertir en Senador de la República por Morena.

El gobernador se curó en salud, intentó dibujarse como un ser angelical, como una víctima a la que la sociedad le endilgó ya el mote de narco y al que acusan de actos de corrupción en una plataforma digital -cartelrocharuiz.com-, construido con base en denuncias ciudadanas. Rocha Moya externó muy bien sus odios, venganzas y desesperos y se pintó como un santón para justificar los ataques, la criminalización y las denuncias penales que ha fabricado contra la Universidad Autónoma de Sinaloa y sus funcionarios, buscando a la vez la anuencia Presidencial para proseguir con la persecución contra Héctor Melesio Cuén Ojeda.

Pero se pasó de la raya: le robó el espacio de La Mañanera a López Obrador y lo retrató como un inexperto de la cosa pública, como un ignorante que desconoce el perfil ladino y traidor de Rubén Rocha, cómo un Presidente que no está informado de cómo se está “gobernando” Sinaloa y cuál es la raíz del problema UAS-Rocha Moya. Sin embargo, el gobernador se equivocó ya que AMLO sabe perfectamente el motivo de las difamaciones y los ataques contra la UAS y sus funcionarios. Andrés Manuel López es el mejor informado del país, razón por la que obviamente consideró la alharaca de Rocha como un insulto a la figura Presidencial.

A su debido tiempo, Mario Delgado, presidente nacional de Morena, los asesores de Palacio Nacional y los agentes del Centro Nacional de Inteligencia le informaron a Andrés Manuel López Obrador que el gobernador había traicionado al dirigente del PAS, Héctor Melesio Cuén, quien fue clave para que lo declararan candidato de Morena y en la victoria electoral de Rocha Moya. Lo pusieron al tanto de que Rocha y un grupúsculo de jubilados, decrépitos, habían elaborado un proyecto para tomar por asalto la Universidad. Lo pusieron al tanto, incluso, de la mentira que se creó para argumentar el falso esclarecimiento del asesinato del periodista Luis Enrique Ramírez de El Debate.

El presidente fue enterado, en tiempo y forma, de que Rubén Rocha construyó una Ley de Educación Superior del Estado que viola la autonomía universitaria, que trastoca la vida institucional de la Casa Rosalina, y de que había comprado a casi todos los medios de comunicación para que lo ayudaran a construir la narrativa de la “lucha contra la corrupción” en contra de la UAS y se le informó que todos los ataques enderezados contra la UAS y Héctor Melesio Cuén Ojeda no tenían sustento jurídico, poniendo en manos del Presidente las auditorías practicadas a la Casa Rosalina por la Auditoría Superior de la Federación que no encontraron nada negativo, ningún daño hacendario y patrimonial en la máxima casa de estudios.

Rocha Moya cree, entonces, que AMLO es un tonto, un pusilánime fácil de engañar y controlar, piensa que no está enterado del fondo del diferendo Gobierno del Estado-UAS, y de que no está al tanto de que él, en funciones de gobernador, fue quien construyó la falsa narrativa de la corrupción para intentar apoderarse de la UAS. La Mañanera de López Obrador dejó de serlo, cuando menos la celebrada en Culiacán, y se convirtió en una burda celada informativa, en una plataforma de ataques rochistas contra la Casa Rosalina, sus funcionarios y Héctor Melesio Cuén, dejando, en la boca del Presidente de la República, una expresión a punto de salir “¡a poco cree Rocha que soy un pendejo!”.

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