Memorias y desmemorias

Rafael Cardona

Se muestra feliz, ufano y contento nuestro señor presidente cuando revisa públicamente la primera aparición de Lenia Batres en la SCJN de la cual ahora es ministra togada y populachera, no popular, pero sí populista y morenista de hueso rojillo o rojete. Veremos.

Doña Lenia tiene algunas cosas por las cuales pasará desde ahora a la historia (y a la histeria, según se mira en videos barriobajeros con pleitos de quinto patio… por vivir en quinto patio, cantaba Emilio Tuero.

Y su paso a la historia se debe a la firma como llegó a la ya dicha corte justiciera: por designación digital (con el dedo), de su patrón y jefe político, Don Andrés Manuel López Obrador quien de ella dice cosas lindas aromadas con humo del incensario, y cómo no, si es su criatura, su alfil o su agente en el Poder Judicial.

Y en esa previsible reacción meditaba yo –en el ocio de los días finales del gran puente Guadalupe -Reyes–, cuando mis ojos cayeron en un bello libro: “Recuerdos del futuro” (casi como “Los recuerdos del porvenir”, de Elena Garro), de la hermosa Irene Vallejo. Y leo:

“…El emperador Calígula era conocido por despreciar los

consejos que iban contra sus deseos.

“Su amigo más influyente, en quien depositó toda su confianza, era un caballo de raza hispana llamado Incitatus, en latín

“impetuoso”.

“El animal llevaba collares de perlas y

dormía abrigado con mantas de púrpura, símbolo del

poder.

“Calígula le regaló una villa con jardines y un

grupo de esclavos a su exclusivo servicio.

“En un gesto de sarcástico desprecio hacia las instituciones decidió nombrarlo cónsul, la máxima magistratura romana,

pero murió antes de realizar la polémica investidura.

“Desde entonces Calígula, que eligió a un asesor capaz

solo de relinchar, es el símbolo de la arrogancia de los

gobernantes. Cuando el poder pierde los estribos, lo

épico termina por resultar patético”.

Frase grande esa: sarcástico desprecio hacia las instituciones.

PARTIDOS

Los representantes de los partidos políticos en los institutos electorales, locales o federal suelen usar la oportunidad de hablar ante sus plenos, no para conocimiento de sus pares o de la institución en la cual se desempeñan sino para los medios.

Mandan mensajes de ataque a sus adversarios o de fidelidad a sus patronos. Son excelentes turiferarios.

Fue el caso excesivo y grotesco del consejero José Francisco Vásquez Rodríguez, quien (el viernes) durante los posicionamientos al inicio del proceso electoral en el Instituto del Estado de México, agotó sus glándulas salivales con la baba del elogio interminable a la IV-T y –obviamente–, a su creador.

Nadie polemizó con él, pero en la más elegante de las intervenciones, el consejero del PRD, Agustín Uribe Rodríguez, le metió un rapapolvo con toda la finura posible, pues comenzó elogiando la actual circunstancia democrática del país y recordó cómo todos quienes ahora dicen defenderla, lo hacían antes desde las filas de sus partidos.

Todos pasaron por aquí, aquí se nutrieron, aquí –no lo dijo así, pero lo insinuó– lograron el alfabeto de la política. Todos.

Y cuando eso decía en impecable improvisación, miraba al secretario de Gobierno, Horacio Duarte quien –como todos murmuran– es el verdadero gobernador, tras la fachada feminista de la maestra Delfina, ocupada en promover iniciativas para el cuidado de canes, felinos y hasta lobos montaraces. Quizá pronto presente recursos legislativos en favor de pencos y corceles; acémilas y burros.

MAL COMIENZO

Por todas partes secuestros, bombazos, tiroteos. Chiapas, Guerrero, Tamaulipas. La “pax narca” ha desaparecido. Lo único inmutable es el discurso oficial: no pasa nada, vamos bien… Y los piquetes de la Guardia Nacional y el Ejército, de acá para allá, por toda la república.

Recuerdo a Reyes cuando reflexiona con insondable amargura sobre la metralla asesina y su padre (todos somos Manrique), “…una oscura equivocación en la relojería moral de nuestro tiempo…”

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