AMLO y México: ¡qué tristeza!
Leopoldo Mendívil
En las muchas décadas que tengo de columnista, he vivido y observado la gestión de todo tipo de presidentes mexicanos: algunos con tendencias de derecha, otros de izquierda; algunos carismáticos, otros muy sobrios; algunos eficientes, otros inútiles.
No obstante, doña Claudia, todos han tenido algo en común: la intención de mantener la paz social; de hecho, ninguno quiso poner en riesgo la estabilidad, aun cuando sus decisiones a veces los llevaran por esos caminos tenebrosos. La paz social era el bien supremo a tutelar, me atrevo a decir que por encima de cualquier otro valor o principio, por el simple hecho de que les convenía.
En contraste, la paz social no ha sido el principal bien tutelado por la 4T y su líder, Andrés Manuel López Obrador. El presidente se define por el conflicto constante y contra quien se le ponga en frente; si no hay disputa, la busca… y la encuentra.
Ayer, en vez de honrar la Constitución en su aniversario, AMLO anunció el lanzamiento de 20 iniciativas de ley, seis de las cuales solo agitarán la convivencia política, social y económica del país, pues las posibilidades de llevar a buen término tales reformas no existen más que en su cabeza… y su megalomanía.
Es inconcebible que en la presentación de las iniciativas, el presidente hablara como si estuviera en su primer año de gobierno y no fuera responsable de enfrentar los muchos males que él mismo señala. Y más vergonzosa resulta su apelación a los pecados porfiristas, como si estuvieran vigentes hasta 2018, con el único propósito de conmover a sus seguidores.
Qué fácil es proponer elevar las pensiones al 100 por ciento y prometer que se compensará a los trabajadores jubilados bajo las normas actuales; hasta se dio el lujo de anunciar un fondo semilla de 64 mil millones de pesos para tal efecto. Ni pagando todos los ciudadanos todos sus impuestos alcanzará para cumplir con dicho ofrecimiento. Pero claro, la posverdad ayuda a acalorar la discusión política y social.
Qué fácil es utilizar el descontento de la gente con respecto de la procuración e impartición de justicia para proponer que los jueces, magistrados y ministros sean elegidos por voto popular. En vez de limpiar y mejorar el trabajo de de los ministerios públicos y las policías de investigación que sí son su responsabilidad, AMLO opta por un camino populista. Si elegir a un presidente municipal es un “volado”, no puedo imaginar lo que representaría votar por un ministro de la Corte.
Qué fácil es aprovecharse de la ignorancia de la población respecto de los legisladores plurinominales y proponer su eliminación en aras de un ahorro pésimamente entendido. Usted lo sabe, doctora Sheinbaum, los plurinominales permiten que las minorías tengan voto en el Congreso y que el partido dominante no arrolle otras voces con una mayoría calificada artificial.
Qué fácil es decir que se borrará al Instituto Nacional Electoral para devolver al gobierno el control de las elecciones, a fin de tener el control del padrón electoral y a partir de ahí los resultados comiciales.
Qué fácil proponer eliminar los recursos públicos para los partidos políticos, como si el crimen organizado estuviera bajo control en este país y no tuvieran interés en fondearlos para dominarlos.
Qué fácil es solicitar la desaparición de los organismos autónomos bajo el supuesto de que son una burocracia dorada, siendo que son cuerpos estrictamente técnicos cuya tarea es evitar los vaivenes dislocados de algunos gobernantes, lo mismo que la falta de transparencia.
Qué fácil es apelar al nacionalismo ramplón para que la CFE sea la mandamás en la generación de energía, cuando no se ha modernizado. La paraestatal siquiera ha demostrado eficiencia en la función que sí le corresponde en exclusiva, como es la distribución de energía eléctrica. Nuestro mandatario añora regresar a los años 60, a un tiempo que no existe; ni el mundo ni nuestro país son los mismos.
El espacio se me acaba para seguir comentando las iniciativas, doña Claudia. No tienen ni pies ni cabeza y el único que sale ganando con sus pleitos es el propio presidente; vamos, ni siquiera la 4T.
Qué tristeza que, en su falta de autocontención, López Obrador la opaque a usted y la obligue a seguir sus disposiciones, como si usted no tuviera nada que aportar; como si usted solo fuera un conducto para él seguir gobernando.
Qué tristeza que el presidente siga peleando con el resto del sistema político solo para eliminar todos los contrapesos que limitan su autoritarismo, incluso después de que abandone Palacio Nacional.
Qué tristeza que una parte del electorado crea que esto sea el “humanismo” que se merecen.
Qué tristeza los tiempos que se avecinan.
Con información de Crónica