Yucatán no le importa a Morena

Antonio Salgado Borge*

Una de las principales críticas que ha recibido Morena es su disposición a absorber a personajes repudiables. Todo indica que, sin importar su ideología, historia, o corrupción documentada, las puertas de la Cuarta Transformación permanecen abiertas para cualquiera que sea capaz de contribuir a su éxito.

Los defensores incondicionales de la 4T tienen una respuesta preparada ante este tipo de señalamientos. Por un lado, sacuden la cabeza y aceptan que es lamentable que se dé cabida a individuos que, hasta hace algunas semanas, eran considerados ejemplares de la podredumbre que el presidente condena en sus mañaneras. Por el otro, se encogen de hombros y afirman que el fin justifica los medios. Y el fin es dar a Morena y a sus aliados el control total del Poder Legislativo para poder empujar las reformas anunciadas.

Es natural cuestionar cómo será posible sacar adelante proyectos transformadores plagados con tantos personajes reprobables. Pero esta pregunta también encuentra una rápida respuesta: no hay que alarmarnos, pues estamos ante una plaga bien controlada. 

De acuerdo con esta narrativa, los neomorenistas tienen intereses inconfesables que serán satisfechos; pero estos personajes son una minoría limitada y no serán obstáculos en la ruta transformadora que el presidente ha trazado. Y, claro está, la plaga es insignificante comparada con la infestación visible en el PRIAN y sus aliados.

De lo anterior se desprende que, para que la estrategia funcione, claramente tiene que haber un cerco que limite a esta plaga. O, por ponerlo de otra forma, el plan pierde sentido si la mayoría de las posiciones relevantes son infestadas. Tal como ilustra una paradoja griega antigua, si un barco de madera zarpa rumbo al siguiente puerto y en el camino todas y cada una de sus piezas son reemplazadas, es cuestionable si el barco que arribó al destino es el mismo que ha zarpado.

Esto es justamente lo que ha ocurrido a Morena en Yucatán. Para ver por qué, empecemos notando que ese Estado ha sido históricamente complicado para la izquierda. Aunque el fenómeno AMLO han irrumpido con fuerza, Yucatán sigue siendo una entidad difícil para Morena. Este estado de cosas se refleja en una estructura partidista local raquítica y desorganizada.

Bajo la dinámica descrita arriba, es fácil ver que, para la 4T, obtener triunfos electorales en Yucatán este año justificaría concesiones más significativas que las habituales. En concreto, competir en ese estado implicaría una ampliación en el tamaño del área que se reserva para la “plaga controlada”.

La 4T no se ha ido por las ramas. Aunque innumerables priistas y panistas han migrado a Morena, resulta indicativo el peso que en la arena política local tienen algunos de los recién incorporados.

En Yucatán, el reciclaje del priismo. Foto: Especial 

Uno de los casos más destacables es el de los hijos de Víctor Cervera Pacheco, cacique vitalicio que gobernó en dos ocasiones (así como lo lee) el estado. Cervera, quien también fue secretario de la reforma agraria durante el sexenio de Carlos Salinas, dominó durante décadas la arena política yucateca con puño de hierro. Cualquiera con consciencia política que haya vivido el “cerverato” sabe que este periodo es la encarnación misma del priismo autoritario, subdesarrollo y asistencialismo con fines exclusivamente electorales.

Morena también ha sumado a gente allegada a la exgobernadora Ivonne Ortega, quien hasta hace unos años controlaba al PRI yucateco. Aunque nominalmente milita en Movimiento Ciudadano, es un hecho bien documentado que muchos de sus operadores principales y más cuestionables se han incorporado a Morena. Ortega llegó al poder proyectando compromiso social, pero se caracterizó por la construcción de elefantes blancos, obras sin concluir, endeudamiento y corrupción descarada. Su quinquenio quedó marcado, adicionalmente, por el dispendio y por sus frivolidades.

Finalmente, Morena también ha abierto la puerta a otros individuos que, aunque no tan directamente como Cervera u Ortega, forman parte del priismo que dominó a Yucatán durante décadas. Por ejemplo, vía el PVEM, Carlos Ramírez Marín es ya parte del a 4T. También ha habido encuentros entre el actual candidato a gobernador de Morena y Pablo Gamboa Miner, hijo de Emilio Gamboa Patrón –un político que representa todo lo que el presidente públicamente repudia–.

Desde luego existen personajes clave del priismo local que no han participado en esta migración masiva. Los ejemplos más destacables son Rolando Zapata –un exgobernador también ampliamente cuestionable– y la doctora Dulce María Sauri –probablemente la figura priista local más respetada–. 

Para efectos de este análisis lo relevante es que, dado que la presencia de Morena en Yucatán es incipiente, y considerando la cantidad y peso de los priistas que se han incorporado a ese partido, la conclusión es obligada: en los hechos, la 4T ha entregado Yucatán a la mayoría de las fuerzas priistas que dominaron, explotaron y condenaron a ese estado al subdesarrollo. 

Los cambios en fondo y forma que esto ha implicado ya son perceptibles. Por ejemplo, recientemente el Diario de Yucatán publicó que Jessica Saidén, expriista que ahora milita en Morena, habría mandado al talentoso cartonista local Tony Peraza el mensaje de que “que se calme”. Tony Peraza es un querido, talentosísimo e hipercrítico caricaturista político que no acepta concesiones o militancias.

Saidén. Censura al periodismo. Foto: Especial

La relevancia de este evento queda de manifiesto cuando se considera su contexto. En Yucatán, decirle a alguien “que se calme” implica, de suyo una amenaza o, como mínimo, una advertencia. Y quien mandó el mensaje en este caso es la hija del titular secretario de Seguridad Pública del actual gobierno panista, quien también tuvo a su cargo a la policía estatal durante los gobiernos priistas de Víctor Cervera, de Ivonne Ortega, de Rolando Zapata. Morena no se ha molestado en aclarar este suceso.

La respuesta del Diario de Yucatán. Foto: Especial

Para fines de este análisis, lo importante es que, en la búsqueda de la mayoría legislativa que requiere para pasar sus reformas legislativas, Morena ha decidido sacrificar a Yucatán. Para los electores locales hay dos opciones sobre la mesa: o votan por el conservadurismo que representan el PAN y lo que queda del PRI formalmente, o le entregan el poder a los grupos de poder priistas que dominaron a ese estado durante décadas.

O, por ponerlo en términos de nuestra antigua paradoja griega, si a Morena le funciona su estrategia y gana la gubernatura de este estado, o si como mínimo obtiene posiciones destacadas, su barco llegaría al puerto habiendo sustituido en el camino a sus piezas relevantes. Y las habría reemplazado por las piezas de un viejo barco sucio que tardó décadas en ser desmantelado.

*Profesor Asociado de Filosofía en la Universidad de Nottingham, Reino Unido. 

Con información de Proceso

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