T-MEC y transición; suenan los tambores de guerra

Jonathán Torres

La diplomacia, ante todo, será defendida, pero, detrás de ésta, las muecas se endurecerán y los dientes se enseñarán. Gane quien gane las elecciones presidenciales del 5 de noviembre, el pronóstico es ya cosa juzgada: la relación entre Estados Unidos y México entrará a una fase caracterizada por la confrontación y las controversias.

No es necesaria una bola mágica para llegar a tal determinación. La carrera por la sucesión en la Casa Blanca da cuenta de que la relación con México será ríspida, con más episodios de confrontación. No importa quién gane la elección presidencial en Estados Unidos, ya que entre Joe Biden y Donald Trump hay una narrativa coincidente: no permitir ninguna violación a los principios del T-MEC y lanzar todas las controversias a las que haya lugar que, según sus datos, demuestren los incumplimientos de su socio comercial. La diferencia entre un candidato y otro son las formas, pero el fondo es el mismo: encajonar a México, someterlo e imponerse.

Ésta es la historia de una estrategia que aún sigue en construcción y cuyos resultados serán de pronóstico reservado:

Desde hace ya varios meses, gravita la preocupación por la embestida de ataques que provienen desde Estados Unidos, motivados por las supuestas violaciones al T-MEC por parte de México en los sectores energético, agropecuario, automotriz, acero, autopartes. Bajo ese panorama, el gobierno de la autollamada Cuarta Transformación recurrió a una práctica poco común: convocar a los empresarios para hacer un frente común.

Las reuniones, impulsadas desde la Secretaría de Economía, arrancaron en abril. Para la primera, Raquel Buenrostro convocó a los miembros del ‘Cuarto de Junto’ -el mecanismo del sector privado que se creó desde los años 90 para acompañar al gobierno en el desarrollo de la agenda trilateral con Estados Unidos y Canadá-; mientras que para una posterior participaron CEO’s de empresas de diversos sectores exportadores.

Desde entonces, la postura oficial no daba lugar a las medianías, lo que significa que ya se tenía presente que los grados de interlocución con Estados Unidos empezarían a tomar tonos de confrontación y, bajo ese contexto, los funcionarios socializaban que el futuro de la relación bilateral se complicaría y, por lo tanto, había que empezar a dibujar una estrategia lo más rápido posible. De esta manera, mientras los reflectores estaban enfocados en las campañas, las reuniones entre los sectores público y privado tenían lugar, sin tantos aspavientos.

Al paso de las semanas, y aún en tiempos de campaña, otra delegación apareció. Los mismos integrantes del sector privado que ya se habían reunido con funcionarios de la Secretaría de Economía se encontraron, a puerta cerrada, con el equipo de Claudia Sheinbaum, específicamente con Juan Ramón de la Fuente, Marcelo Ebrard, Altagracia Gómez, Jorge Islas y Julio Berdegué.

En su momento, Raquel Buenrostro les habría informado a los empresarios que, ganara quien ganara el 2 de junio, la Secretaría de Economía le transmitiría durante la transición a los miembros del futuro gobierno los avances de sus reuniones, de tal forma que ya se tuviera un avance en tormo de la estrategia propuesta a seguir, pero la sensación que dejó la primera reunión de los empresarios con el equipo de Claudia Sheinbaum alimentaba la percepción de que ambos equipos estaban ‘conectados’ pues Juan Ramón de la Fuente y compañía abordaron, en buena medida, los temas que previamente ya se habían tocado con los actuales funcionarios.

Según los testimonios recabados, durante la primera reunión entre empresarios y el entonces equipo de campaña de la entonces candidata del partido en el gobierno, había una plena conciencia de que el T-MEC será el asunto más importante y complicado para la futura administración, por lo menos de los previsibles; el equipo de Sheinbaum tenía claras las complejidades de un posible mal proceso de revisión del acuerdo comercial.

China, se sabe ya, es y será el motivo de discordia. En aquella primera reunión no hubo espacio para perderse en el bosque y se dejó claro que el monto de las inversiones chinas en México genera inquietud en Estados Unidos, sobre todo aquellas que pretenden aprovechar los beneficios del T-MEC e ingresar al mercado estadounidense a través de un componente eléctrico, una autoparte o una pantalla de televisión.

Frente a eso, una de las primeras líneas de acción radica en hacerse de toda la información posible que permita ubicar la participación de toda la inversión china en América del Norte, no solo en México sino también en Estados Unidos y Canadá. De esta forma, la narrativa a seguir tendría la intención de destacar la influencia, pero sobre todo el papel estratégico que la participación china tiene en toda la región. En otras palabras, la apuesta no está solo en socializar los beneficios que México tiene de recibir inversión china; también, de desnudar la conveniencia que Estados Unidos registra en sus sectores económicos clave con el origen de las inversiones que hoy tanto cuestiona.

Por otro lado, en la primera reunión entre los empresarios y el entonces equipo de campaña de Claudia Sheinbaum se pusieron sobre la mesa otros asuntos, que van desde la implementación de mejoras para facilitar el comercio fronterizo, la agilización de procesos y trámites en las aduanas, cruces fronterizos y puertos, hasta el impulso de los proyectos de infraestructura que permitan florecer el nearshoring.

Bajo este panorama, se cree que los grados de interlocución con el futuro gobierno mejorarán y darán paso a un frente común con los empresarios para tener un plan mejor plantado con miras a las próximas conversaciones con Estados Unidos y así romper con las experiencias vividas con los funcionarios del gobierno actual. Hoy, el sector privado no olvida el papel que en su momento tuvo Jesús Seade, entonces representante de Andrés Manuel López Obrador durante la renegociación del TLCAN, pero ahora percibe un ánimo distinto de colaboración pues se tiene presente que la postura mexicana en la agenda bilateral requiere de buenos fundamentos y mucho consenso en su interior.

En este momento, se espera la programación de la próxima reunión en la que ya sea posible afinar posicionamientos de defensa. Por lo pronto, del lado empresarial no hay señales que alimenten la sensación de descomposición en las conversaciones con el equipo de trabajo de Claudia Sheinbaum; sin embargo, lo que sí persiste es una profunda preocupación por el tono que tomen los últimos días del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que podrían alterar el ambiente en casa y fuera de ésta.

El paquete de reformas que el Presidente de la República pretende impulsar en su último tramo de gobierno es un ingrediente que puede complicar la relación con Estados Unidos; por ejemplo, vulnerar la autonomía del Poder Judicial significaría un cambio de juego que implicaría poner en riesgo la certidumbre jurídica en México, y eso afectaría las relaciones comerciales del país con cualquier otro, incluido Estados Unidos.

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Rogelio Ramírez de la O continuará despachando en la Secretaría de Hacienda y, ahora, corren las apuestas por saber quién sucederá a Raquel Buenrostro. Los deseos no siempre se cumplen y la vida es bastante azarosa, pero al interior de la comunidad empresarial hay un nombre que alimenta la sensación de estabilidad en la Secretaría de Economía: Marcelo Ebrard. El ex canciller es visto como alguien que sabe escuchar, con una agenda de contactos internacionales que pocos funcionarios pueden presumir, pero principalmente que no está negado a trabajar con el sector privado.

Con información de Expansión Política

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