Olla express
Jorge Alcocer V.
A reserva de confirmarlo, la LXVI legislatura del Congreso de la Unión ya tiene un lugar en la historia legislativa mexicana: es la que más reformas a la Constitución aprobó en menor tiempo, hasta dejar irreconocible el ya de por si manoseado texto, cuyo origen se remonta a 1917.
Convertido en olla express por la 4T, el Congreso de la Unión aprobó cambios que, en apariencia, carecen de orden y concierto. Sin embargo, el denominador común de lo aprobado es la voluntad y capricho del ex presidente López Obrador por sentar las bases de su permanencia en el poder, el futuro de sus herederos, y la lealtad a lo que llaman su “legado”. Salvo por eso, en el recuento de los cambios constitucionales aprobados lo que domina es la improvisación, que es la otra cara de la ignorancia. Han llevado a la Constitución de las ocurrencias que dieron cuerpo a la difusa y confusa propuesta electoral que el jefe máximo y la hoy presidenta enarbolaron durante campaña. El “Plan C” fue el recipiente en donde caben por igual la destrucción del Poder Judicial y la prohibición de usar vapeadores. La irracionalidad en la política tiene un sentido racional: conservar el poder.
Pudiera ser que las iniciativas de reforma constitucional presentadas del 5 de febrero de 2024 por López Obrador no tuvieran, en ese momento, más pretensión o sentido que dominar el debate de campaña electoral. Dictar a su heredera el guión e imponerlo, gracias a la subordinación de los medios de comunicación, a la opinión pública. Quien revise las columnas de opinión y análisis entre la primera semana de febrero y la previa a la elección de junio podrá constatar que el ex presidente logró su propósito. Aunque es altamente probable que ni él mismo creyera que podría hacer aprobar sus delirios.
Todo cambio cuando el INE otorgó y el TEPJF validó la inconstitucional sobrerrepresentación en favor de Morena y sus dos satélites en San Lázaro.
Ese fue el disparador de lo que hemos vivido a partir del 1º de septiembre de 2024. Obtener, mediante presiones, chantajes y sobornos, los votos que a la 4T le faltaban para alcanzar en el Senado la mayoría calificada, fue casi juego de niños. Las 3 oposiciones aportaron su cuota para tal efecto. El primer golpe de la 4T fue la aprobación de la mal llamada “reforma judicial”. Un monumento a la sinrazón y el desvarío del poder descontrolado. Consejeros y magistrados electorales que validaron el abuso hoy se duelen de sus efectos.
La vorágine de cambios constitucionales ha sido un huracán que ya arrasó con el Poder Judicial, impuso la militarización de la Guardia Nacional, borra del mapa institucional a la mayoría de los órganos autónomos, amplía el catálogo de delitos en los que se podrá aplicar de oficio la prisión preventiva, amplía la compra y coacción del voto mediante los programas sociales, hace de la Constitución un contrahecho Código Penal.
Estamos viendo y padeciendo un acelerado proceso de ruptura institucional, en el que hasta las elementales formas de cortesía entre poderes, y del gobierno y el partido gobernante hacia sus opositores, son abandonadas, para dar paso a la descortesía, la ofensa y hasta la vulgaridad cantinera. Los incidentes de violencia física en las dos cámaras son asunto cotidiano. La presidenta gobierna mirando en todo a los suyos. Los demás no existimos, o somos clasificados de adversarios.
En 10 semanas la Constitución ha quedado desfigurada. Llegaron al extremo de aprobar lo que de antemano sabían que estaba mal escrito o era contradictorio.
Esa manera de legislar, de la que Porfirio Muñoz Ledo se lamentaba con florido vocabulario hace años, es ahora regla de conducta de las huestes legislativas de la 4T en ambas Cámaras, y en las legislaturas locales que dominan. Han impuesto récord de sumisión y rapidez para cumplir las instrucciones presidenciales. Compiten por la medalla de oro de la indignidad. No me sorprende la disciplina monolítica que han mostrado los legisladores de la 4T. Lo tienen en su ADN. Pero debo precisar que no estamos retornando a los tiempos de la hegemonía del PRI. Es mucho peor. Es otra cosa.
La 4T ha construido en tan solo 14 semanas una realidad paralela, pero la verdad terminará imponiéndose. Han puesto en riesgo la estabilidad de la economía. Han desaparecido buena parte de los elementos que otorgaban confianza a las inversiones privadas. En ese mismo lapso el peso acumula una devaluación de más del 20 por ciento. Nadie toma en serio los pronósticos económicos del gobierno. El que viene será un año de recesión. Para desgracia de México -y del mundo- el 2025 empezará el 20 de enero con el lobo soplando en nuestra frontera. La 4T es tan frágil que ese soplido la puede derrumbar.
Con información de Aristegui Noticias