El glifosato se queda
Brenda Balderrama
El pasado 31 de marzo se cumplió el plazo promulgado por el presidente de la República para la suspensión total para el uso de glifosato en territorio nacional.
El glifosato es una sustancia de uso agrícola que permite eliminar las hierbas en un cultivo, de hecho, es el herbicida más efectivo que se conoce.
Además de su bajo costo, el uso de glifosato reduce la carga de trabajo manual durante el deshierbe, una de las actividades más penosas físicamente para el agricultor.
Sri Lanka prohibió totalmente el uso del herbicida en junio de 2015, pero ante la ausencia de estudios que asociaran al glifosato con la incidencia de enfermedades, la prohibición se levantó parcialmente en mayo de 2018 y completamente en noviembre de 2021.
Este cambio de política no se tomó solamente por motivos cientificos sino por la amenaza de hambruna para 22 millones de habitantes de ese país, ya que provocó la pérdida del 75% de la cosecha anual de arroz, su principal alimento.
Tailandia intentó prohibir el glifosato y dos plaguicidas en 2019 pero tuvo que revertir la decisión ante la ola de protestas que levantó.
En contraste, la Unión Europea, que cuenta con una de las regulaciones sanitarias más estrictas del mundo, aprobó en 2023 una extensión de 10 años para el uso de glifosato.
La razón para que el gobierno de nuestro país prohibiera el glifosato proviene de la agenda personal de la directora del Conacyt con H, quien logró posicionarla al más alto nivel sin considerar las consecuencias que tendría en la economía del país. La decisión de revertirla provino directamente de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural.
La molestia que causó en el Conacyt con H el desacato a su política fue mayúscula, tanto que citó a una conferencia de prensa de tres horas presidida por su directora y arropada por los funcionarios más radicales en el gobierno.
Las notas de prensa dan razón del desencuentro, la primera vez que dos funcionarios de alto nivel en esta administración desahogan en público sus diferencias, de forma poco halagadora para quien, se supone, dirige la ciencia de este país.
Pero no es culpa suya totalmente, sino de quien la nombró para un puesto para el que no estaba calificada. Lo bueno es que ya se van.
Con información de El Sol de México