Los problemas del Fondo de Pensiones del Bienestar
Carlos Ramírez / Integralia
Luego de una aprobación fast-track en el Congreso mexicano, ha sido publicado el decreto que da vida al “Fondo de Pensiones del Bienestar”. Con ello, de facto, surge un nuevo pilar pensionario en la abigarrada arquitectura pensionaria de México. La idea del Fondo es que los recursos que lo alimenten sirvan para complementar las pensiones de las denominada Generación Afore (G-Afore), es decir, aquellos trabajadores afiliados al IMSS que comenzaron a cotizar a la seguridad social a partir del 1° de julio de 1997 (2008 para afiliados al ISSSTE).
Buscar mejorar las pensiones de los trabajadores debe ser siempre un imperativo social y moral. Durante las últimas décadas, ante el acelerado proceso de envejecimiento poblacional que vive buena parte del mundo, muchos gobiernos han llevado a cabo reformas de pensiones que han logrado dicho propósito. Hacerlo, sin embargo, mediante una iniciativa con una visible intención electoral resulta peligroso. Enumero al menos cuatro problemas de esta “reforma de pensiones”.
1. Fuentes de financiamiento
Es la fecha que el gobierno mexicano no ha revelado cómo se va a financiar su locuaz promesa del 100% de tasa de reemplazo para los trabajadores que ganan menos del salario promedio del IMSS (casi 17,000 pesos). Y digo locuaz porque no existe un solo sistema de pensiones en el mundo que ofrezca una tasa de reemplazo del 100%, a excepción de sistemas altamente subsidiados. El fondo nacerá con un capital “semilla” de 60,000 millones de pesos, provenientes en su mayoría del dinero “abandonado” de trabajadores que no han reclamado su Afore. De corto plazo, el dinero del fondo será suficiente, pues pocos trabajadores de la G-Afore se retirarán. Pero, después de 2035, la marea de trabajadores de la G-Afore que deberá recibir un complemento de pensión crecerá exponencialmente. ¿Cuál será la fuente futura de financiamiento del Fondo para cumplir con la generosa promesa del presidente López Obrador? No lo sabemos.
2. Costo
En cualquier reforma de pensiones (seria), lo primero que se pone sobre la mesa es el costo asociado a la misma. Reformar las pensiones es una tarea delicada para las finanzas públicas, ya que cualquier cambio que se realice hoy tendrá implicaciones para las siguientes décadas. Más aún en un país como México que recauda poco y que ya gasta una cantidad ingente de recursos públicos en financiar pensiones y programas para adultos mayores. En la discusión de esta iniciativa ha resultado sorprendente que ni uno solo de los actores relevantes se haya referido al costo de la misma. Si bien el gobierno no ha explicado los parámetros del cálculo, lo poco que se sabe es que tendrá un costo cercano a los 7 billones de pesos para los próximos 50 años. ¿Quién pagará? No lo sabemos.
3. Tomar del bolsillo de unos para mejorar las pensiones de otros
La fuente inicial de financiamiento del fondo serán las cuentas “abandonadas” por trabajadores que luego de cinco años no hayan reclamado el dinero de su Afore. El gobierno ha querido justificar que es razonable tomar el dinero abandonado de unos para financiar pensiones de otros. No lo es. El dinero que no es reclamado por sus titulares y/o beneficiarios es abandonado por malas razones, todas que sugieren claras fallas del gobierno y de las Afores. Nadie abandona conscientemente un dinero que le pertenece. Aquellos que lo hacen, lamentablemente, son los trabajadores más vulnerables, los de menores ingresos, menor educación, menor acceso a la seguridad social. ¿Por qué el gobierno no hizo una campaña de comunicación previa para alertar a los trabajadores de esta iniciativa? O peor, ¿por qué el gobierno reduce el tiempo para reclamar los recursos de diez a cinco años? La prisa sólo se puede explicar por la evidente intencionalidad de incidir en las elecciones del próximo 2 de junio. Es previsible que recuperar el dinero a partir de la creación del Fondo va a resultar una pesadilla burocrática para los trabajadores.
4. La regresividad de la reforma
Finalmente, un tema poco comentado tiene que ver con el carácter regresivo de esta iniciativa. Es cierto que el diseño de la misma busca beneficiar a los trabajadores de ingresos menores a 17,000 pesos, en apariencia, una medida progresiva al impactar a los trabajadores que ganan menos del salario promedio de todos los afiliados al IMSS. Pero dicho análisis es incompleto por dos razones. La primera es que el Fondo sólo complementará las pensiones de aquellos trabajadores que logren “pensionarse”, es decir, aquellos que cumplan con el requisito de juntar mil semanas de cotización al IMSS. Lamentablemente serán pocos (aproximadamente un tercio del total de los trabajadores con cuenta Afore) y ciertamente no los más pobres. Adicionalmente, esta reforma deja de lado a seis de cada 10 trabajadores del país que no cotizan regularmente a una Afore, por lo que el gobierno, al crear el Fondo, tendrá que destinar más recursos para mejorar las pensiones de un segmento de la población pequeño y que se ubica en los sectores de más altos ingresos del país. ¿Primero los pobres?
En resumen, por donde se le mire, se trata de una iniciativa peligrosa por su visión evidentemente cortoplacista y regresiva, con consecuencias impredecibles en lo fiscal y moralmente cuestionable al disponer del dinero de los más vulnerables para mejorar las pensiones de otros, que distan de ser los más pobres del país.
Con información de Expansión