AMLO y su fe en los militares

Rubén Martín

Una búsqueda sencilla en Google permite recuperar declaraciones de Andrés Manuel López Obrador donde proponía regresar al Ejército a sus cuarteles en un plazo de seis meses. En un video lanzado el 6 de febrero de 2012, el entonces precandidato presidencial dijo: “No debe seguir exponiéndose al Ejército, ni socavarlo; regresarlo en la medida que se va profesionalizando la policía y eso nos llevará seis meses, en tanto la nueva Policía Federal sea la que se haga cargo de garantizar la seguridad”, dijo López Obrador.

Cuatro años después de llegar a Palacio Nacional, López Obrador se ha convertido en el Presidente que más facultades y recursos ha dado a las Fuerzas Armadas en una tendencia ascendente hacia la militarización de la vida civil del país.

El paso formal de la Guardia Nacional bajo la administración y mando de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) es un grado más en esta militarización de la vida nacional. Luego de que su propuesta de pasar la Guardia Nacional a la Sedena fuera aprobada en la Cámara de Diputados y antes de que pasara al Senado, en su conferencia mañanera del pasado miércoles admitió abiertamente que cambió de parecer. Una reportera le recordó su compromiso de campaña de regresar el ejército a los cuarteles en seis meses: “Cambió usted de opinión?”, le preguntó la colega.

Sin titubear, López Obrador respondió: “Sí, sí, sí cambié de opinión ya viendo el problema que me heredaron. ¿Cómo enfrentar el problema de la inseguridad? Sí sabía yo desde el principio y estoy absolutamente convencido que la paz es fruto de la justicia, y eso es la base de la política de seguridad (…) Pero imagínense qué íbamos a hacer con la Policía Federal, cómo estaba, porque yo creo que sí se sabe que de la Policía Federal salieron todos los que ahora o están en la cárcel o están acusados, o están prófugos por tremendas violaciones a derechos humanos”, y luego reiteró su versión de que el Ejército mexicano es distinto al de otros países, porque es “un Ejército nacionalista, un Ejército integrado por hijos de campesinos, de obreros, de mecánicos”. Otras veces ha sintetizado esta idea con la frase de que el ejército es “pueblo uniformado”.

Como puede verse, el presidente admite sin tapujos que cambió su promesa electoral de regresar a los soldados que están en tareas de seguridad pública a los cuarteles. En lugar de ello, López Obrador ha aumentado las tareas, responsabilidades y recursos de las Fuerzas Armadas mexicanas. No hay duda que el presidente López Obrador confía en las fuerzas castrenses del país, como en ninguna otra institución del aparato de Estado del país.

Alfredo Lecona, activista del colectivo Seguridad sin Guerra, señala que “el inventario nacional de lo militarizado” abarca 34 tareas o responsabilidades que el actual gobierno ha transferido a las fuerzas militares, desde la Guardia Nacional, hasta la aplicación de vacunas anticovid, pasando por la construcción de aeropuertos, administración de las aduanas, hasta la administración del Tren Maya y del Corredor Transístmico (Revista Antimilitarista nº 1, abril 2021).

Pero la fe que el Presidente deposita en las Fuerzas Armadas no la convierten en una institución inmaculada. Ahora que se aprobó legalmente el pase de la Guardia Nacional a la Sedena, Amnistía Internacional México, recordó el legado de violaciones a los derechos humanos que han dejado las Fuerzas Armadas: “Los homicidios se han incrementado 218 por cierto entre 2006 y 2022; en 16 años han sido asesinadas más de 100 personas que ejercían el periodismo y más del 97 por ciento de las más de 105 mil personas desaparecidas ocurrieron a partir de diciembre de 2006”. Además, de 2014 a la fecha, la CNDH ha recibido al menos 6,661 quejas por violaciones graves a derechos humanos cometidas por la Sedena, la Marina y la Guardia Nacional (https://bit.ly/3QrYlk9).

Además del oscuro legado que dejan las Fuerzas Armadas en años recientes, no podemos olvidar que este “pueblo uniformado” como lo llama López Obrador es el instrumento del poder político para reprimir y masacrar al pueblo.

Como denunció el Comité 68 Pro Libertades Democráticas el pasado 9 de septiembre: “Nuestra historia demuestra que el Ejército siempre se ha utilizado para reprimir, torturar y ejecutar civiles. Ejemplos sobran lamentablemente: desde el 2 de octubre en Tlatelolco, 10 de junio de 1971, pasando por la Guerra Sucia y ahora más reciente Tlatlaya, Nochixtlán y Ayotzinapa. La Fuerzas Armadas se han utilizado en contra del pueblo constantemente y de forma contundente. Las víctimas del Estado mexicano se cuentan por miles (…) Desde hace varias décadas hemos sostenido que si no se llevan a cabo procesos de acceso pleno a la justicia, de reparación del daño y por consiguiente a la garantía de no repetición, la impunidad seguirá prevaleciendo como hasta ahora, seguiremos viviendo episodios violentos por parte del Estado en contra de luchadores sociales, y movimientos estudiantiles, magisteriales, campesinos, obreros, sectores populares y el pueblo en general” (https://bit.ly/3xdyq92).

Es lamentable el cambio de opinión de López Obrador, pues no sólo traiciona sus compromisos de campaña, sino traiciona la memoria de quienes no olvidamos el papel represivo que han tenido las Fuerzas Armadas a lo largo de su historia.

SinEmbargo

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