Sinaloa: Economía dual, economía del fracaso
(Primera parte)
Ricardo Espinosa de los Monteros Zazueta
El filósofo, economista, profesor de Harvard y ex Secretario de Proyectos Estratégicos de Lula en Brasil, Roberto Mangabeira Unger, sostiene en su libro La Democracia Realizada publicado en 1998, (La alternativa progresista) que la labor principal de todo gobierno (de izquierda o de derecha) es reducir la distancia entre vanguardia (sectores de economía avanzada y oligopólica ) y la retaguardia (Pymes y sector social).
Además, Mangabeira, afirma que es necesario romper el pensamiento monolítico de los operadores políticos y económicos que están estancados en el pensamiento neoliberal impuesto por las instituciones de Breton Woods (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional) y por una economía de mercado sin ninguna variante. El autor propone al igual que el financiero George Soros, la utilización de un pensamiento crítico reflexivo que él llama experimentalismo democrático tanto en el ámbito político como en la dimensión económica, para abrir la mente a otras ideas u opciones de política económica, casi en la misma línea de pensamiento del también financiero, matemático y filósofo Nassim Taleb.
El brasileño incluso propone una nueva categoría de propiedad empresarial e industrial, con la participación privada, estatal, de organizaciones académicas y de la sociedad civil en el capital accionario de esas nuevas empresas, algo que en los tiempos actuales suena como a una herejía comunista, pero no lo es.
En el año 2004, el que esto escribe, ya criticaba la vigencia en Sinaloa de una economía dual, en donde la vanguardia económica tenía (y tiene) preponderancia, dejando de lado lo que conocemos como economía social (sector ejidal y cooperativo), y desde luego a las pequeñas empresas a las que se les ha dado atole con el dedo, con chequecitos de 10 mil pesos, que no sirven ni para financiar una carreta de tacos.
Además de dinero, la economía social necesita organización para el emprendedurismo, algo que está ausente en las políticas públicas de antaño, y de hogaño.
En varios escritos criticaba la actuación de Heriberto Félix Guerra, a la sazón Secretario de Desarrollo Económico del gobierno de Juan S. Millán, conminando a Félix Guerra a que se quitara los zapatos Bally, para ensuciarse las suelas en los campos pesqueros y en los ejidos, y también criticando duramente la absurda pretensión del gobierno y empresarios en la confección de una industria textil que a la postre fue un fracaso, porque esa idea nació al calor de las necedades del Consejo de Desarrollo de Económico de Sinaloa (CODESIN).
La idea no podía ser más delirante : Sinaloa no tiene las condiciones para la siembra exitosa de algodón por su clima húmedo, en comparación con Ciudad Juárez, norte de Sonora o Aguascalientes. Con el concierto empresarial se estableció la empresa taiwanesa, Sinomex, de capital mixto, la que cerraría sus puertas pocos años después, junto con la despepitadora que se construyó para la “ nueva industria”.
Ahí se impuso el pensamiento único y dominante, incapaz de mirar por alternativas diferentes que no sean las que se producen por el peculio intelectual de los liderazgos empresariales, que piensan que todo lo saben, como si la cuenta de banco fuera un arsenal de ideas aplicables a cualquier ámbito de la vida pública. No generalizo, por qué hay empresarios sinaloenses con bastante apertura reflexiva, pocos, pero los hay.
En el año 2010, al inicio de la media docena trágica (el sexenio corrupto de Malova), me acerqué a mi amigo Carlos Balderrama, para hablar un poco de mi pensamiento económico y de ideas sueltas al respecto. Carlos había asumido la presidencia de CODESIN. Le hablé de la acusada presbicia política y empresarial de esa institución, es decir, le comenté de los enormes problemas de visión corta; por que el derrotero económico de Sinaloa debía seguir la ruta de la industrialización de nuestros productos agropecuarios insignia: hortalizas y maíz preponderantemente.
Le dije que sus esfuerzos se deberían dirigir al valor agregado del maíz que admite 700 formas de industrialización. Lo conmine a que abriera su mente a otras ideas que han funcionado en otras partes del mundo y para ello le obsequié un libro: Start-UP NATION, “ La historia del milagro económico de Israel” un extraordinario libro que en buena medida habla de lo que en este artículo trato de explicar.
Carlos se aferró a un solo proyecto: la siembra de 6 mil hectáreas de limón en la zona de Sinaloa de Leyva. Sinaloa, no tiene las condiciones para cítricos como Michoacán o Colima, además, la zona en esos tiempos era altamente peligrosa, y obvio, el proyecto nunca vio la luz del día. Y obvio también, el buen Carlos nunca se asomó al libro.
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