El verdadero problema de Xóchitl

Jorge Zepeda Patterson

En los últimos días dentro de los círculos cercanos al obradorismo y en las redes sociales afines a esta corriente, se ha mencionado de manera insistente la posibilidad de que los recientes cuestionamientos a Xóchitl Gálvez precipiten su caída. Es decir, un supuesto retiro de su candidatura por parte del Frente Amplio tras juzgar que ha perdido competitividad en la contienda presidencial. Pero no creo que exista ese tipo de consideraciones entres los dirigentes de la oposición; me parece que se trata más de un deseo de una parte de la izquierda que de una posibilidad real, al menos por el momento. Y hace recordar, aunque en el signo opuesto, las cuentas alegres que se solían hacer en los medios adversos a la 4T cada vez que surgía un escándalo en torno a la figura de López Obrador o alguno de sus cercanos. “Ahora sí los mexicanos se van a desengañar tras este video” (foto de una casa, desliz o lo que fuera). Obviamente ni la aprobación de López Obrador cayó en picada, ni Xóchitl va a desplomarse de la noche a la mañana. Las consecuencias de las malas noticias siempre son magnificadas por el bando contrario.

Ciertamente no ha sido una buena racha para la candidata de la oposición. La difusión de algunas irregularidades durante la adquisición y construcción de su casa o la exhibición de una serie de párrafos plagiados en su tesis universitaria, no la ayudan, desde luego. Y su estrategia de control de daños dejará satisfechos a algunos, pero preocupará a otros. Hizo bien en reconocer su “pendejada” en lo referente a la tesis y su disposición a escribir otra si así lo juzgan las autoridades. Una buena reacción considerando que los políticos por lo general suelen refugiarse en la negación, aun cuando sean sorprendidos en plena flagrancia. Pero no pudo evitar soltar una de esas frases que debe poner los pelos de punta a muchos entre los sectores tradicionales: “…mañana van a decir que no soy mujer, que huevos tengo y vaya que muchos”.

Habría que preguntarse si frente a la sobriedad a la que ha recurrido Claudia Sheinbaum, algunos inversionistas y grandes empresarios se lo pensarán dos veces antes de alinearse a favor de una candidata que recurre con tal desenfado a ocurrencias y vulgaridades para agradar a la tribuna.

Y en el fondo, más que los escándalos que pueda afrontar Xóchitl en su camino, es esto último lo que en verdad puede afectar sus posibilidades. Con cierta lógica la oposición buscó a una figura que pudiera disputar el voto popular a los candidatos de Morena, entendiendo que el resto de sus opciones tenía una imagen demasiado fifí para los tiempos que corren en materia electoral. No es casual que la otra finalista haya sido Beatriz Paredes, de verbo y huipil propicios para la plaza pública y única sobreviviente con alguna identificación con el priismo asistencialista. En el PAN lo que encontraron fue a Xóchitl, cuyos orígenes humildes favorecían la construcción de una narrativa contra morenista, una figura pública con atributos populistas.

Pero lo que sirve para una cosa estorba a otra. El personaje dispuesto a subir a la tribuna disfrazada de dinosaurio e interrumpir a un orador oficial en plenas tareas legislativas, rompe el esquema de la imagen presidencial que se hacen muchos mexicanos, incluso algunos que no comulgan con el obradorismo. Los empresarios regiomontanos ya vivieron una versión de ello con Jaime Rodríguez, “El Bronco”, una figura claridosa y populachera pero mediocre como gobernante.

El tema de fondo es, justamente, cuánto fondo tenga Xóchitl Gálvez; la “sustancia” presidencial que pueda o no poseer. Ese es el verdadero reto que tendrá el cuarto de guerra de su campaña. Habría que recordar que la primaria interna entre ella y Beatriz Paredes debió ser suspendida por el temor de la dirigencia de que la priista acortara la delantera que llevaba la panista. Durante los debates y en materia de días, Paredes mostró la experiencia y la visión de Estado de las que Xóchitl carece. Frente a las ideas, las alusiones al contexto histórico y político, a la compleja naturaleza de los problemas de México y del mundo presentadas por la exgobernadora tlaxcalteca, las frases simplonas de la hidalguense parecían fuera de lugar. El léxico de mercado popular tiene muy poco éxito en los círculos del mercado bursátil.

Si bien es cierto que en los últimos días ella ha tratado de sujetarse a las tarjetas que lleva escritas, hay una dosis de improvisación inevitable en toda campaña electoral que será un duro reto en los meses por venir. Y es que sus estrategas y publicistas están atrapados en un dilema de difícil solución: la mayor virtud de cara a la calle es su frescura desparpajada; su peor defecto frente al establishment y los círculos de decisión de este país es, justamente, su frescura desparpajada.

En suma, habría que preguntarse si varios de los grandes capitanes del dinero, los circuitos financieros, ambientes académicos e intelectuales, clases medias críticas y en general sectores que han cuestionado algunas o muchas prácticas de la 4T, llegarán a sentirse cómodos imaginando a un personaje como éste en la silla presidencial. Unos sí, otros quizá no tanto. Después de todo, el Gobierno que promete Claudia Sheinbaum es uno que continuaría la estabilidad financiera y la prudencia en el manejo de las cuentas nacionales, sin la beligerancia verbal de López Obrador. La alternativa no necesariamente es tranquilizante: si llegase a darse un triunfo de la oposición, los mercados tendrían qué plantearse los riesgos de ingobernabilidad por la reacción de potenciales mayorías inconformes. Quiérase o no, el Gobierno de la 4T ha sido un factor de estabilidad política. En suma, entre un Gobierno de Claudia Sheinbaum, al que ya sabrían a qué atenerse, y uno de Xóchitl con personajes como “Alito” Moreno, Marko Cortés y Claudio X zopiloteando, no estoy seguro a quién preferirían los Carlos Slim y similares.

¿Bajarán a Xóchitl de la contienda como anticipan sobándose las manos algunos círculos de izquierda? No lo creo porque tampoco tienen a la vista alguien mejor a quién recurrir. La fecha última para inscribir candidatos en la boleta presidencial es el 29 de febrero; hasta ese momento los partidos establecidos tienen posibilidad de cambiar de opinión, cumpliendo los requisitos del caso. Pero a la vista del inventario cualquier opción equivaldría a otra manera de perder. Así que, salvo algún imponderable mayor, de lo que nadie está a salvo en la política, me parece que la suerte está echada.

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