Y se acabó el espectáculo. AMLO vs. García Luna
Carlos Matute González
Todo iba bien hasta que el Rey Zambada involucró tangencialmente a los dirigentes de la autollamada 4T en los enjuagues del narcotráfico en México y entonces se acabó el espectáculo. Gabriel Regino, quien fuera subsecretario de seguridad pública en el gobierno de López Obrador, fue señalado como el receptor de más de 7 millones de dólares provenientes del cártel de Sinaloa, en 2006 para una campaña politica, sin especificar cual, pero las inferencias de los especuladores de la política señalaron al presidente y a su carnal Marcelo.
El melodrama iba avanzando conforme al guión de Palacio Nacional, los buenos de un lado y los malos del otro. El espectáculo era mejor que una serie de Netflix, según había anunciado el presidente. En las mañaneras se magnificaron las declaraciones de los delincuentes confesos en el programa de protección de testigos en contra de García Luna y el ex presidente Calderón y se presentaron como la verdad incuestionable que demostraba la profunda corrupción de un gobierno “usurpador”, que es el calificativo que la narrativa oficial actual endilga al sexenio 2006-2012.
El melodrama repentinamente amplió el bando de los malos y abarcó a todos los gobiernos mexicanos, incluido el actual. En el coro, en un espacio lejano a la Corte de Nueva York, un grupo de gobernadores de Estados Unidos solicitó que los narcotraficantes mexicanos y sus protectores fueran considerados como una amenaza terrorista. El público espectador se confundió y ya no supo quien era el culpable. El elenco de los buenos se desintegró y la primera en desmarcarse fue Claudia Sheinbaum, quien solicitó la investigación correspondiente de los hechos en que fue mencionado quien también fuera el secretario de seguridad pública de Ebrard.
Gabriel Regino y los voceros de la corcholata afectada inmediatamente negaron que tuvieran credibilidad los testigos en el juicio contra García Luna. ¿Nada era verdad o sólo los hechos en los que se les mencionaba? ¿Todo era una farsa para afectar a gobiernos mexicanos y crear un ambiente hostil en la opinión pública norteamericana? Ante el desdibujamiento de los malos, Calderón fue desplazado del banquillo de los acusados y se puso en la picota a la justicia norteamericana y a la estrategia de la guerra contra las drogas iniciada en la década de los ochenta del siglo pasado.
El espectáculo se acabó. El presidente defendió la credibilidad del delincuente y acusó de conservador e integrante de la mafia al abogado de García Luna. La postura oficialista es que el señalamiento de Gabriel Regino como policía corrupto se convirtió en un enredo o trampa en la que cayó el testigo estrella de la fiscalía y bastó el estribillo de “nosotros no somos iguales” para desviar la atención sobre el supuesto dinero proveniente del narcotráfico para financiar las campañas de los jefes de Regino.
El melodrama continuó con lo obvio y a pregunta expresa de los reporteros mexicanos al abogado defensor sobre las declaraciones injuriosas del presidente en su contra, este contestó que no le importaban porque no vivía en México. En síntesis, el espectáculo armado en las mañaneras desde el Palacio Nacional es ajeno a lo que está realmente ocurriendo en el juicio, que se reduce a que un puñado de ciudadanos norteamericanos no declaren culpable a su cliente conforme a las reglas del derecho anglosajón, las pruebas aportadas y los intereses políticos de nuestro vecino del norte.
Un hecho irrefutable es que las policías mexicanas y los procesos político-electorales en sus distintos niveles están infiltradas e influenciados por el narcotráfico y la delincuencia organizada y que nadie tiene un plumaje tan blanco que no se manche cuando cruza este pantano, pero también es evidente que lo mismo sucede en los Estados Unidos y esta realidad no se expuso en el juicio. El fiscal fue muy cuidadoso de no poner entre los acusados a la DEA y otras agencias norteamericanas competentes en el combate del tráfico de estupefacientes y armas.
La escena final del melodrama nacional montado a partir del juicio de García Luna, su desenlace, es previsible si no se declara culpable al procesado, el presidente anunciará que este continuará con la solicitud de extradición para que sea juzgado por los delitos cometidos en nuestro país y acusará a la mafia y a la hipocresía norteamericana del veredicto y si se declara culpable que su cómplice es el presidente Calderón y la justicia lo debiera perseguir.
En cuanto a las declaraciones del Rey Zambada, en el guión oficial sólo son verdaderas aquellas que son en contra de García Luna aunque sean endebles y totalmente falsas u obtenidas por medio de preguntas insidiosas las que señalan a Gabriel Regino como protector del narco para beneficiar a sus jefes. Esperemos la segunda temporada mientras los problemas nacionales se acumulan sin que haya propuestas de solución viables en el horizonte.
Investigador del Instituto Mexicano de Estudios Estratégicos de Seguridad y Defensa Nacionales