La coyuntura económica

Armando Ríos Piter

La economía mexicana ha tenido un buen inicio de año. Pese a que el año pasado las señales de una posible recesión en Estados Unidos auguraban un 2023 complejo para el país, hasta el momento, los indicadores han mostrado una buena situación. De acuerdo con el Indicador Oportuno de la Actividad Económica que elabora el Inegi, la economía nacional se perfila a anotar un crecimiento de 3.5% anual durante febrero.

Otra buena noticia es que en la primera mitad de marzo, el Índice Nacional de Precios al Consumidor reportó un avance quincenal de 0.15%, mientras que a tasa anual la inflación se ubicó en 7.12%. Dado que el dato es menor al reportado en la última quincena de febrero, de 7.48%, además de ser su menor nivel desde enero del año pasado, podría ser el inicio de una verdadera contención de la inflación que tanto ha golpeado a la sociedad mexicana en los últimos meses.

No obstante, aún cuando el incremento en los precios perdió más fuerza de lo esperado en la primera mitad de marzo, las familias más pobres, con ingresos de hasta 6,200 pesos mensuales, han sido las menos favorecidas, pues este segmento de la población sufrió una carestía de 8.4%, en comparación con la inflación general, que fue de 7.1%. Aún cuando la inflación muestre signos alentadores, las familias de menos recursos se mantendrán como las más afectadas, debido a que dedica la mayor parte de sus ingresos a adquirir alimentos y medicinas, que son los bienes de consumo que han experimentado los incrementos más elevados en precios.

Hoy que se habla de oportunidades para el desarrollo del país, especialmente por el fenómeno de relocalización global de cadenas, sirve tener estas diferencias presentes y especialmente analizar las oportunidades que se abren a nivel regional. Así como la población enfrenta retos que no son homogéneos, de la misma forma ocurre a nivel de las entidades federativas. Mientras que las entidades del Norte del país, el Bajío y el Occidente, tienen condiciones estructurales atractivas, las entidades del sur del país, tienen retos importantes en materia de infraestructura, capital humano capacitado, así como articulación con centros de proveeduría y distribución.

Sirva como ejemplo el caso de Chiapas. Mientras la entrada de remesas, ha significado que la entidad suriana recibiera 2,782 mdd en 2022, monto equivalente al 19.7% del PIB local, su economía tiene una aún débil diversificación. Para Ramón de la Rosa, analista económico de Actinver, en Chiapas el enfoque de exportaciones se concentra en productos petroleros (37% del total) y alimentos (35%). Apenas desde 2021 las inversiones han empezado a repuntar en nuevos ámbitos, tales como transportes, logística y minería. Aún cuando la economía de Chiapas se encuentra 8% por arriba de los niveles prepandémicos, la recuperación de empleos en el estado se han concentrado en el sector de comercio y los servicios. Hay oportunidades, pero aún se requieren acciones contundentes para incrementar las manufacturas en aquella entidad.

El analisis económico mundial permite ver que el colapso de las cadenas logísticas por la pandemia, el conflicto entre Ucrania y Rusia y la guerra comercial entre EU y China ha favorecido la posición de México como destino para el llamado “nearshoring” y la consecuente relocalización de empresas. Por ello, cuando AMLO invita a que las inversiones se vayan al sur-sureste del país “porque ahí si hay agua”, el mandatario omite que también es necesario invertir en conectividad, logística que disminuya las ineficiencias en el despacho de mercancías e infraestructura. Inversiones como la refinería de “Dos Bocas” o el “Tren Maya” no aseguran este tipo de articulación de manera integral. No basta con buenos deseos. Se requiere de inversión pública inteligente y con visión de largo plazo. Habrá que empujar aún más.

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