Ecuador: ¿qué podía salir bien?
Leopoldo Mendívil
Al momento de escribir estas líneas, varios países y organizaciones internacionales han condenado a Ecuador por la irrupción de la policía en la Embajada de México en Quito. El gobierno del presidente Daniel Novoa tomó la pésima decisión de violar innumerables acuerdos internacionales para extraer al ex presidente Jorge Glas.
Sin embargo, todo este asunto me deja un mal sabor de boca respecto de la política exterior de nuestro país. Es por ello que llamo su atención.
Me enorgullezco de la tradición de asilo político de México. En los 80s, cuando me hice cargo de la dirección de Divulgación de CONACYT, entre el personal había uruguayos, chilenos, argentinos y colombianos, todos ellos jóvenes que se refugiaron en las sedes mexicanas al ser perseguidos por los gobiernos totalitarios de sus respectivos países. Eran brillantes, enjundiosos, preparados, responsables y, sobre todo, muy valientes; un placer trabajar con ellos. Conforme cayeron las dictaduras, agradecieron a México y retornaron a sus países.
El caso de Glas es distinto: es un delincuente investigado, juzgado y condenado.
La gestión en Ecuador de Rafael Correa, además de una gran polarización, dejó una larga estela de corrupción, develada por una extensa investigación llamada “Metástasis” (¿qué tal el nombre?). Como resultado, varios altos funcionarios correístas fueron enjuiciados y condenados, entre ellos el ex vicepresidente Glas. Don Rafael fue juzgado en ausencia.
Después de cinco años en prisión, Glas gozaba de libertad condicional mientras se unificaban las varias sentencias impuestas; la resolución judicial fue que regresara a prisión a terminar de purgar su condena acumulada. Ni tardo ni perezoso, Glas ingresó a la Embajada mexicana desde el pasado diciembre en calidad de “huesped”.
La Canciller ecuatoriana, Gabriela Sommerfeld, afirma que informó al gobierno mexicano sobre la situación legal de Glas. Sin embargo, la canciller mexicana, Alicia Bárcena lo niega (El Universo, 7/04/2024); como sea, las circunstancias del caso están en todos los medios de aquel país.
Hasta donde entiendo, las convenciones internacionales de asilo no aplican a delincuentes, pero de pronto, López Obrador decidió concederlo a Glas, pese a que tiene una orden de aprehensión.
Imagino que la negociación diplomática ya estaba en un callejón sin salida desde la semana pasada, cuando AMLO hizo declaraciones muy torpes sobre el asesinato del candidato a la Presidencia, Fernando Villavicencio, del movimiento Construye-Gente Buena, ocurrido en agosto de 2023. Afirmó que fue preparado para facilitar la derrota de la candidata Luisa González, del movimiento correísta Revolución Ciudadana.
Entiendo que López Obrador sea proclive al correísmo, pero no se vale, mucho menos si es del dominio público que un testigo protegido y partícipe del magnicidio declaró que el crimen lo ordenó un capo de la narcobanda “Los Lobos”, actualmente preso en la cárcel de Lacatunga. Villavicencio había prometido sacar de Ecuador a los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, porque traen asoleado a ese país en sus disputas por el tráfico de cocaína; incluso grabó un video reclamando a López Obrador su inacción hacia esas bandas.
Me queda claro que a AMLO la Doctrina Estrada le vale gorro. Según dicha doctrina, el gobierno no debe emitir opiniones sobre los cambios ocurridos en otro país; lo que puede hacer es retirar la representación diplomática en señal de desacuerdo y, en su caso, recurrir a organismos internacionales a plantear sus preocupaciones. Lo menciono porque Ecuador no es el único país con el cual AMLO ha tenido fricciones.
En 2019, agarró pleito con el Rey de España, Felipe VI, planteando una pausa en las relaciones con México mientras el monarca no se disculpara por el saqueo a nuestro país durante el virreinato. Como no lo hizo, lo tachó de “falta de humildad”.
¿Y qué tal el enredo con Evo Morales y su falsa victoria? A Joe Biden no lo felicitó cuando ganó las elecciones y, de manera inexplicable, es más proclive a Donald Trump, quien ha insultado a los mexicanos de todas las formas posibles.
En 2023, se negó a entregar la presidencia pro tempore de la Alianza Pacífico a la presidenta de Perú, Dina Boluarte, alegando que la deposición del anterior presidente, Pedro Castillo, por parte del Congreso fue un golpe de Estado. Castillo está siendo juzgado por corrupción y por rompimiento del orden constitucional al disolver el Congreso. ¿Y qué tal que al presidente de Argentina, Javier Milei lo tilda de “facho”?
Para vergüenza internacional, se rehusó a condenar a Rusia por la invasión de Ucrania, alinéandose con Venezuela y Nicaragua. Lo mismo hizo con Hamás y su ataque a Israel.
AMLO cree que puede tratar a otros países con el mismo despotismo que nos trata a muchos mexicanos; como si a todos les agradara el modito.
La de ustedes que llegue a la Presidencia, espero que aparte de ser respetuosa con los mexicanos, modifique la política exterior.
El prestigio de México no es para trapear Palacio Nacional.
Con información de Crónica